ARCO'14
Boltanski: «Odio las ferias de arte; es la primera vez que estoy en una y es horrible»
El artista francés presentó ayer en ARCO un libro de su último proyecto, desarrollado en el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires
ANTONIO VILLARREAL
El artista francés Christian Boltanski (París, 1944) lleva desde 1960 explorando acerca de cómo plasmar la memoria y preservar la identidad individual, primero a través de la fotografía y el vídeo y, en los últimos tiempos, por medio de la instalación. Su ejecución es ... sutil; el efecto, poderoso. Ayer Boltanski estuvo en ARCO , invitado por la galería Kewenig, para presentar un libro de su último proyecto, desarrollado en el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires.
-¿Cómo se siente un artista como usted en una feria de arte contemporáneo?
-Odio las ferias de arte. Es la primera vez que estoy en una y es horrible. No es arte en absoluto. Estoy aquí porque la gente que encontré en Buenos Aires fue muy amable, pero no puedo decir que me agrade. Aunque entiendo que quizás son útiles.
-¿No cree que, como ocurre en otras disciplinas, la ciencia o la política, al artista del siglo XXI no le basta con encerrarse a crear sino que tiene ese deber por comunicar lo que hace?
-Sí, creo que hay que comunicar, pero no aquí. A través de libros, conferencias o entrevistas, pero no estando físicamente aquí.
-Alguna vez ha hablado del viaje dentro de su proceso creativo. ¿Es una temeridad comparar proyectos como el de Buenos Aires o el que hizo en Es Baluard (Mallorca), como el equivalente artístico de un reportaje?
-Es diferente. Es verdad que viajo mucho, a muchos países, pero no son sólo países. Para un periodista es importante viajar y contar situaciones, pero un artista tiene que pensar más en lo universal. En cada proyecto hay signos particulares de algo nuevo y otros que se repiten en todo mi trabajo. En Buenos Aires trabajé sobre la inmigración, pero podría haber ocurrido en Nueva York o en cualquier otra ciudad.
-En cualquier otra ciudad... con una escena migratoria tan fuerte.
-Sí, de alguna manera es una especie de collage entre el espacio y el trabajo. Es como pertenecer a una vieja iglesia, y trabajes donde trabajes siempre sientes la «presencia» de esa iglesia.
-En su trabajo, usted ha enfatizado mucho sobre la memoria, en el sentido de recuperar a los individuos del pasado que hoy se han convertido en cifras, en números, pero actualmente todos estamos grabando y registrando nuestras vidas a diario.
-Eso es cierto y no lo es. Es verdad que ahora tenemos Facebook y ordenadores pero, por otro lado, nadie recuerda a su tatarabuelo. Lo cierto es que ahora es lo mismo que antes, seguimos sin ser nadie, sólo un nombre, porque es totalmente imposible proyectar a alguien. En un sentido, todo el objetivo de mi trabajo es preservar, pero reconozco que está basado en un fallo, porque no se puede preservar.
-¿Era esta la intención con la instalación «Réserve», ropa gastada y superpuesta para revelar el carácter individual del Holocausto y ahondar en esa empatía?
-El individuo en lugar del grupo, sí. También puede servir para un terremoto u otra tragedia. En mi arte intento hacerme preguntas, a mí y a otros. Y una de ellas es si todo el mundo es importante y único. Y al mismo tiempo frágil. Por eso no me gusta hablar de grupos, cada uno es importante y diferente: a uno le gustaba el fútbol, a otro los puros y a otro los espaguetis.
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