Arrollador Johnny Winter

Los solos del guitarrista en Madrid dieron rienda suelta a una imaginación que se revela inagotable y que la audiencia agradece vivamente

REUTERS

LUIS MARTIN

Un público entregado aclamó anoche al campeón de la jornada. Quien hubiese temido con la comparecencia de Johnny Winter una visita rutinaria a sí mismo, se encontró con un concierto de expresión crecida, resuelto con mucha intención. Músicos, aficionados y críticos convienen en señalar a ... este guitarrista de 66 años de edad como el verdadero mascarón de proa de la revolución que sacudió el blues-rock estadounidense en las décadas de los 60 y 70. Sin embargo, el albino Johnny Winter, lejos de buscar réditos fáciles en su pasado, no baja el pistón de su creatividad. Y, aunque su voz ya no sea honda como la de antaño, todavía reviste sus invenciones de novedad, de aventura.

Ha venido a Madrid para mostrarnos un par de antologías originales e inteligentes, que han aparecido en forma de disco con títulos tan explícitos como «Woodstock Experience» y «Johnny Winter anthology». Quienes hayan tenido oportunidad de escuchar estos trabajos sabrán que el programa de las giras con las que está recorriendo el mundo se ajusta prácticamente en su totalidad a lo que se ofrece en sus temarios. Y abre fuego la banda evocando la memoria de Lazy Lester, y enseguida llegan títulos como «Good morning little schoolgirl» y «Black cat bone», este último en homenaje a su creador, Lightning Hopkins.

Acomodado en una silla y tocado con el sempiterno sombrero negro de ala ancha, Winter asienta las mejores bazas de su espectáculo sobre el trabajo de unos músicos de correcto registro y mejor compostura técnica. Se trata de una formación que remite a sus tríos de siempre, con bajo y batería, si no fuera porque ahora refuerza la maquinaria una guitarra rítmica, que a veces alterna protagonismo con la del titular. La libertad que Johnny Winter otorga a cada uno de estos músicos redunda en la singularidad de sus conciertos. Así, cada noche se pueden escuchar como nuevas creaciones títulos como «Crossroads», «Rollin' and tumblin» o «Be careful with a fool».

Los solos mayestáticos del guitarrista están siempre presentes, dando rienda suelta a una imaginación que se revela inagotable y que la audiencia agradece vivamente: la Joy Eslava lucía una entrada generosísima. Winter y su gente han venido a confirmar que la escena del blues se sigue moviendo, que tal vez haya en ella relecturas del pasado, clichés, pero también hay imaginación e intensidad inusuales. En el último tramo del concierto, con la clientela enardecida y sacudida por los decibelios, Winter hilvanó una atractiva versión de «Rock & roll Hoochie Koo», la pieza que escribiese Rick Derringer. Sin embargo, Johnny Winter será para siempre el guitarrista incendiario de aquella achicharrante versión del dylaniano «Highway 61 revisited», y por eso concluyó con esta feliz propuesta. Su salud está quebrada, pero la intensidad fue rotunda. Un auténtico vendaval eléctrico, arrollador, imbatible.

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