El Teatro Real tiene nueva ley: «Nos va a permitir seguir creciendo»

Gregorio Marañón, presidente del Patronato del coliseo madrileño, asegura a ABC que el proyecto del Gobierno, pendiente de la ratificación del Congreso, cuenta con el apoyo del PP

El texto refuerza la autonomía en la gestión del Teatro Real, especialmente por lo que respecta a las contrataciones

Claves del anteproyecto de ley reguladora de la Fundación del Teatro Real

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, presidente del Patronato del Teatro Real Tania Sieira

El Gobierno ha aprobado este martes, en Consejo de Ministros, el texto del anteproyecto de ley reguladora de la Fundación del Teatro Real, que equipara a esta institución con otras entidades culturales como el Museo del Prado, el Reina Sofía o la Biblioteca Nacional ... , que cuentan con textos similares. El reconocimiento de la significación del Teatro Real en la cultura española y la autonomía en la gestión, especialmente por lo que respecta a las contrataciones –hasta ahora, incluso para contratar a un artista que venga a Madrid a cantar una ópera durante veinte días hay que llevar a cabo un concurso–, son los dos aspectos más destacados que implica la ley.

Así lo reconoce Gregorio Marañón, presidente del Patronato de la Fundación del Teatro Real –cargo que ostenta desde 2008–, un hombre evidentemente satisfecho con la aprobación de esta ley, que califica de «conveniente». «En los primeros diez años desde su apertura, la Fundación del Teatro Real tuvo seis presidentes, todos ellos ministros de Cultura, tres del PSOE y tres del PP, cada uno con su propio equipo profesional. Esa inestabilidad impidió configurar un proyecto institucional y artístico relevante. Desde finales de 2007, el presidente es elegido por el Patronato, a propuesta del ministro de Cultura, por períodos de cinco años renovables. A su vez, la mayoría de los patronos son nombrados por el ministerio de Cultura, al que está adscrita la Fundación, y los restantes por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. Este modelo ha dotado al Teatro Real de una gestión estable y profesionalizada que le ha llevado a ser la primera institución española de las artes escénicas y musicales de nuestro país, habiendo recuperado el prestigio internacional que tuvo en el siglo pasado».

Se muestra Gregorio Marañón especialmente satisfecho de que la ley equipare al Teatro Real con instituciones como el Museo del Prado, el Reina Sofía o la Biblioteca Nacional, lo que significa que se reconoce su valor como institución. «El Teatro Real es una fundación pública, jurídica y vocacionalmente adscrita al sector público. Y esta adscripción implica algunos elementos que dificultan la gestión artística. Como en el caso de las otras grandes instituciones culturales del Estado –Prado, Reina Sofía o Biblioteca Nacional–, el Gobierno ha decidido tramitar una ley específica que facilite la gestión del Teatro Real sin pérdida de su carácter público. Y lo ha hecho contando con el apoyo del PP. Esta circunstancia, este consenso en el ámbito de la Cultura, me parece tan relevante como alentador, y quiero destacar que desde el año 2008 todos los acuerdos del Patronato se han tomado por unanimidad, pese a la presencia de Administraciones Públicas de distinto signo político».

Canales de difusión

Quitar a los teatros de ópera su halo de elitistas no es sencillo; nadie discute la entidad de un museo como el Prado, pero sí la del Teatro Real. «No se puede asumir que la cultura sea elitista, tampoco en el caso de la ópera. Ciertamente, el limitado aforo de los teatros representa un problema, y por eso estamos desarrollando otros canales de difusión. Hemos creado la plataforma digital MyOperaPlayer, retransmitimos funciones en directo en televisión, llevamos la ópera a los espacios públicos –plazas, centros culturales, escuelas, hospitales...–, y también contamos con una carroza que, al estilo de La Barraca de Lorca, lleva la ópera por todos los caminos de nuestro país».

¿Y los precios? «Algún medio ha publicado medias verdades que, como diría Machado, son medias mentiras. El Teatro Real tiene un presupuesto de 70 millones de euros, de los que las Administraciones Públicas financian algo menos del 30 por ciento. Las aportaciones de la sociedad civil representan otro 20 por ciento, y el 50 por ciento restante lo ingresa el propio teatro. Pues bien, para poder ofrecer entradas de 17 euros a los jóvenes, y a quienes tienen menos poder adquisitivo, hay que vender algunas más caras, para así financiar las baratas. Quien solo se fija en las entradas caras –en cualquier caso muy lejos de lo que cuesta, por ejemplo, La Scala en su noche de estreno de temporada–, no está informando correctamente a sus lectores.

En otras palabras, los precios muy altos de algunas entradas equivalen, en parte, a una forma de donación sin desgravación fiscal, lo que facilita la reducción del precio de otras entradas. Así proceden también otras grandes óperas europeas que, como el Teatro Real, tienen carácter público. Dicho esto, conviene señalar que el Teatro Real es, de todas las óperas europeas, la que cuenta porcentualmente con menos aportaciones públicas, aunque el valor añadido de la actividad del Teatro Real a la economía regional excede el importe de estas aportaciones».

El valor estratégico de la cultura

Gregorio Marañón tiene muy claros los beneficios de la ópera, y la cultura en general, para una sociedad. «Vivimos una situación de creciente polarización política, que, afortunadamente, no se refleja en el Teatro Real. Aunque en el pasado hubo situaciones difíciles –que incluso impidieron durante un año la reunión del Patronato–, en el Real, desde el año 2008, todos los acuerdos se han tomado por unanimidad; el Patronato se reúne con regularidad cinco veces al año, y su Comisión Ejecutiva mensualmente. Las dos instituciones públicas fundadoras, el Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid, apoyan ejemplarmente a la institución; y ahora, además, el Ayuntamiento, que en 1995 decidió no participar en la refundación del Teatro Real, se ha unido con ilusión y generosidad, como pone en evidencia la apertura del Real Teatro de Retiro, en el que vamos a desarrollar todas las actividades del Real Junior. La cultura tiene unos valores identitarios esenciales para la sociedad, y genera un ocio que no solamente divierte, sino que, además, induce al pensamiento crítico y utópico, que nos es esencial para progresar. Siempre recuerdo, en la crisis del 2008, a unos parlamentarios alemanes que me explicaron que en su país no se habían reducido las subvenciones a las instituciones culturales… por su valor estratégico».

Habla de la cultura en general, pero ¿y la ópera? «Es un componente, desde el siglo XVII, de expresividad del mundo de la cultura, y tiene también esos dos componentes de pensamiento crítico y pensamiento utópico».

Ahora, tras la aprobación en el Consejo de Ministros de la ley –le queda todavía el trámite parlamentario, que confía Marañón en que sea favorable–, le toca al teatro «consolidar lo logrado; eso nos lo va a permitir la ley. Y seguir creciendo. En el camino recorrido desde 2008, el mérito principal lo tienen Ignacio García-Belenguer y su extraordinario equipo directivo, en el que quiero destacar a Joan Matabosch. También a todos los que trabajan en la institución, donde prevalece un ambiente laboral de ejemplar e ilusionada participación. Y, finalmente, hay que destacar a los cuerpos externos –la orquesta y coro titulares del Real– que han alcanzado una calidad excepcional».

El mandato de Gregorio Marañón, que acaba de cumplir ochenta años, en el Teatro Real concluye en junio de 2026. «Me quedan tres años de mandato, y lo único que me planteo hoy es cumplirlos con la misma dedicación y entusiasmo que he puesto en este empeño desde el principio. Debo reconocer que no sé trabajar de otra forma, y que trabajando así no conozco el cansancio».

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