Antonio Elorza, sobre los talleres del Museo de América: «La militancia indigenista no es más que otra forma de tutela»

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—Usted vio nacer el Museo de América.

—Lo vi pre-nacer y vi cómo lo hacía con una dificultad y unas limitaciones tremendas. Siempre me angustió un poco, porque yo creo, es una impresión, que hubo una tremenda obsesión por evitar conflictos. Se pensaba que aquello podía ofender a algunos y herir sensibilidades. Por eso es un museo muy plano. Te puedes encontrar una Virgen y al lado un dios Xipe Tótec, el despellejado, un objeto inca y, al lado, otro azteca, para que nadie piense que unos sí y otros no. Siempre critiqué eso porque creo que el museo era muchísimo más rico, con una realidad mucho más compleja.

—¿Qué esperaba del taller al inscribirse?

—Me temía lo peor desde el principio. Vengo del 68, cuando surgió el poder de lo irracional espontáneo, aquel asambleísmo que representaba una supuesta espontaneidad de la masa que en realidad no existía. La decisión estaba preparada de antemano. Ese asambleísmo tiene una larga línea de continuidad desde entonces en la Facultad de Ciencias Políticas que termina en Podemos.

—Y decidió abandonar la sala.

—Sí, porque mis temores se vieron confirmados. Pero yo fui allí llevando incluso unos muñequitos de Chiapas, por si en algún momento se podía argumentar: un zapatista a caballo y una Cruz de Chiapas. Los indios, cuando les quitan los lugares sagrados y les colocan cruces en su lugar, lo que hacen es cubrir esas cruces con los símbolos de sus creencias. Para mí, era la representación de cómo la reconstrucción del mundo colonial se debe hacer desde el conocimiento, atentos a una serie de fenómenos que de inmediato no son legibles. Quería representar con eso el peligro de la aproximación indigenista, desde cualquiera de sus variantes, que en el fondo no es más que otra forma de tutela, como fue el zapatismo, que reconstruye la realidad colonial desde sus intereses. Se corre el riesgo, desde un exterior bienintencionado, de introducir una visión sesgada, como lo sería confundir la necesidad de incluir el género, con verlo todo desde ese ángulo. El sistema de representación simbólica de los americanos prehispánicos es enormemente complejo y rico. Algunas vasijas mochicas, por ejemplo, reflejan actos sexuales. Pero esos actos sexuales no lo son siempre en realidad: responden a una forma de representación de prisioneros ejecutados. Esa complejidad es lo que debe estar presente en un Museo.

—Pero no hubo diálogo.

—Desde Grecia existe la isegoria, el derecho al uso de la palabra. Pero en la asamblea griega hablaba quien sabía del tema, se autocensuraba el ignorante. La docta ignorancia de preguntar y querer saber, está muy bien. Pero la docta ignorancia no da competencias. Sería pertinente que estas personas del taller visitaran y conocieran el museo antes de opinar, desde su singularidad y su disidencia. Sin esa precondición hay por qué escucharlo todo y mucho menos afectando las conclusiones del aparente caos a instituciones públicas. Porque una cuestión de principio es que en el taller estaban llamadas a pronunciarse personas que no tenían ni idea de lo que es el propio Museo. Y de forma airada por lo que me tocó, aunque nada dije, ni nadie me pidió que dijera algo y me limité a excusarme por mi salida. La ignorancia agresiva no es una forma de democracia.

—Se habló del museo como lugar de dolor, de cicatriz por el robo del oro y se preguntaba por ese oro.

—No estuve ya en las intervenciones que siguieron sobre la bien medida y no bien intencionada pregunta a cada uno de «cuál es tu oro». Pero dada la procedencia del colectivo era obvio que la respuesta lógica era devolución. La devolución por razones de origen llevaría a una destrucción escalonada del patrimonio universal de la humanidad. Una cosa es la devolución por depredación (caso de la Acrópolis, o de los fondos de Sijena depositados en el MNAC barcelonés), lógica y enriquecedora, y otra cosa es buscar pretextos para desmantelar elementos de un patrimonio que es de un museo y es también de la Humanidad. Transformar cualquier tema en motivo de agitación mediante el asambleísmo, el Agit-prop. ya está inventado y no para aportar nada Solo para respaldar idearios con una falsa imagen de colectividad con la que respaldar una política preocupante. Recordemos la mención del ministro a la dama de Elche. Esperemos y que así no sea.