'Los amigos de ellos dos': las mentiras de nuestras vidas
Crítica de teatro
La obra es un largo lamento por el lugar ocupado en la vida, por estar siempre del lado de los fracasos y por acariciar la traición como una forma de salvación
'Los amigos de ellos dos', una cena que provoca risas y levanta alfombras
Malena Alterio y David Lorente, en una escena de la obra
Crítica de teatro
'Los amigos de ellos dos'
- Texto Matías del Federico y Daniel Veronese
- Dirección Daniel Veronese
- Espacio escénico Elisa Sanz
- Vestuario TallerEs
- Iluminación Pedro Yagüe
- Intérpretes Malena Alterio y David Lorente
- Lugar Naves del Español en Matadero, Madrid
Como todos los jueves desde hace doce años dos matrimonios amigos quedan a cenar. Nicolás y Eli llegan puntuales al restaurante y esperan la llegada de Fran y Vanesa. Pero mientras los minutos pasan , Nicolás tiene la sensación cada vez más fuerte de estar ... arrojado en medio de una tierra de nadie: lo que se prometía una velada como todas las demás, abre en él el infierno de todas las quejas, de todos los reproches, de todos los complejos y hace aparecer los demonios de tanto tiempo de amistad. Eli, por el contrario, se muestra cínicamente comprensiva por la tardanza, desafía a su marido y combate sus argumentos.
'Los amigos de ellos dos' es un largo lamento por el lugar ocupado en la vida, por estar siempre del lado de los fracasos y por acariciar la traición como una forma de salvación. Aquí no se espera a Godot, sino algo más cotidiano, más a ras de la experiencia común: ser valorado por lo que uno es, no sentirse un donnadie. Echando mano del humor, de la mordacidad, de la ironía, la obra nos plantea además la cara oculta de la vida en pareja, las fisuras de la familia y la búsqueda de la felicidad perdida, aunque sea a costa del engaño y de la infidelidad. Pero plantea además la imposibilidad de salir de ese círculo en que la sociedad te ha encerrado, en que los sueños no son sino una de las formas de la pesadilla.
'Los amigos de ellos' dos va a ser la delicia para muchos espectadores, pero su argumento se encalla excesivamente en los reproches de estos dos seres desvalidos que nos muestran hasta qué punto están dispuestos a despedazarse mutuamente, a mostrarnos todas las patologías de sus resentimientos. Sin embargo, Matías del Federico y Daniel Veronese nos someten a una constante vuelta de tuerca, a un sutil cambio de roles que va a hacerse perceptible al final. Una obra que nos deja indudables pruebas de inteligencia teatral, divertida, amena y desasosegante, y que no deja de invitar a la reflexión sobre las grandes mentiras sobre las que construimos nuestros precarios paraísos: el amor, la amistad o la familia.