Flamenco
Alfonso de Gaspar, el poeta de los cantaores
El 1 de julio se cumplen 25 años de la muerte del tipo que volvió loco a Camarón, Juanito Villar y María Jiménez con sus letras por bulerías
Luis Ybarra
La nómina de la bohemia en relación con los letraheridos deja una ristra de personajes anónimos que nutren el repertorio del flamenco. Tipos como Juan Manuel Flores, cuyos versos que no fueron grabados por Lole y Manuel se perdieron en servilletas de papel. ... Siempre en los bares, donde los sueños trascendían en forma de poemas. Gente como el propio Manuel Molina o El Torta, conocido como intérprete, pero mucho más incógnito en su labor de esbozar palabras entre nubes. Luis de la Pica, con todo el cante poblado de paisajes tras esas barbas igualmente pobladas, o Alfonso de Gaspar, son también ejemplos de ello. El 1 de julio se cumplen veinticinco años de la muerte de este último. El hombre que volvió loco a Camarón, Juanito Villar y toda una generación de artistas.
Nació en el más alegre barrio de la ciudad de la alegría. Y en el mes de mayo: el día 5. Solo el año fue triste para aquel comienzo: 1936. Lo hizo en la calle de la Merced, como tantos otros artistas gaditanos. Alfonso de Gaspar desciende de cantaores de enjundia: Curro Durse, uno de los mayores creadores del género jondo. Su afición fue temprana. Pero al matadero fue a parar, como su padre. Después, a la lonja municipal. Y más tarde, a la hostelería, donde trabajaría y perdería también algo de dinero por el camino. En alguna entrevista, ante la apertura de un nuevo negocio, confesó haberse concienciado ya. Si no había parné, nada de fiesta. Hasta que hubiera, claro. Pero nada de gastar lo que no se tenía. Otra vez, no. El Platero y Yo, en el paseo marítimo de Cádiz, fue uno de aquellos establecimientos que regentó. Y hasta allí iban a buscarle los artistas para robarle amistosamante un par de estrofas.
¿Qué le hacía especial? Aunque cantaba, eran esas letras por bulerías que tenía la capacidad de confeccionar con la naturalidad con la que sube y baja la marea lo que hacían de su obra un baluarte. Letras de amor, de vida, con promesas desterradas y cielos resquebrajándose que fueron a parar a las voces más poderosas del momento: desde Camarón de la Isla hasta María Jiménez, Pansequito, Aurora Vargas, La Susi y muy especialmente Juanito Villar, para quien escribe las más emblemáticas, entre otros muchos.
'Soy fragüero', de Camarón, quien por cierto lo acompañó en numerosas ocasiones a la guitarra, la firma junto al compositor Antonio Humanes. 'Y dijo mi Dios', 'No la escucharemos más', dedicada a La Perla, 'Mi Luisa', 'Abraham' y aquella de «Amanecer en el campo/amanecer en el mar/amanecer es tan bello/que amanecer es amar», en solitario. Descienden las noches a besos y pedradas en sus ideas. Lo hacen en tonos mayores, con aires pastueños. Las bulerías de Alfonso de Gaspar son sencillamente magistrales. Hondas, pero para cantarlas en la ducha. Ese es el secreto: presumir de alta popularidad. Que tanto el culto como el necio se identifiquen de la misma forma con ella; o, al menos, parecido.
Son emocionales. Directas. Destinadas a los sensibles. Henchidas de celos y noches en vela si es María Jiménez quien las canta, como hace en el disco 'Se acabó'. Parecen fruto de las vivencias propias, pero también de caricias soñadas y piropos con la mirada enterrada en una ola. Quedaron siempre mejor en boca ajena, aunque él grabó para la compañía Hispavox y paseó su eco por peñas y festivales, incluso en la televisión pública. De hecho, esos dos matices marcan su proceso creativo: compone junto al mar, con todo lo que eso significa. Y compone siendo cantaor, por eso su obra no hay que leerla, sino escucharla, ya que la melodía se le cuela en toda la letra hasta resultar indisociables.
Alfonso de Gaspar fue uno de esos aficionados prehistóricos. Trabajar porque hay que cobrar, pero el flamenco para vivir. Esa debió ser su máxima. Hoy escucho al maestro Juan Villar esclarecer su viejo repertorio con el gesto agónico de los años y mido el tiempo que se ha ido. Siento nostalgias primitivas, como las que él muestra a través de la lírica. Añoranzas hasta de lo no vivido. Varias leyendas de amor circundan su propia leyenda, que terminó postrada en una cama a causa de una enfermedad por la que perdió una pierna. No registró sus creaciones, por eso casi nada le pertenece si uno busca en los registros de la SGAE. Fue así artista de artistas hasta las últimas consecuencias. El poeta de los cantaores que vivió para dejar su huella en unos pocos que supieron mostrársela al resto.
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