trujamanerías
Las modas de la literatura
Mientras se busca desaforadamente la novedad, se pierden algunas claves fundamentales
Un soneto desconocido de Cervantes
Para los amantes de la lectura, de los libros en general, el camino hacia el paraíso es la filología (con sus variantes). Cuando se entra en la carrera o simplemente se sigue la curiosidad con algo de método, te dicen que hay que estudiar estilística, ... gramática, retórica y hasta fonética y fonología. Poco a poco, surgen los conceptos con toda la fuerza de los nombres complejos: antanaclasis, apócope, homoioteleuton, ritmo yámbico, sinéresis y otros muchos que -mírese bien- parecen insultos de discoteca.
El acabose llega con la teoría o, mejor, las teorías: ya no vale con Aristóteles -que algunos olvidan- sino que hay que mirar los textos como casos clínicos de psicoanálisis, construcciones autónomas sin padre ni madre (el autor está muerto), partes de una cultura material, etc., etc. O, lo que es peor, como clave de cosas tan cambiantes como las modas, que se multiplican que es una barbaridad: al frente de todo están los estudios de género (que desde hace tiempo no son nuevos), las retorsiones post- (con adjetivos a la carta), las lecturas comidistas ('food studies'), las aproximaciones ecológicas ('blu' y 'green humanities', pero también 'plant' y 'wind studies', fíjense), las relecturas animales (que no animalizantes) y lo que sea que esté saliendo a la luz en este mismo instante.
Mientras se busca desaforadamente la novedad (para no morir, o figurar), se pierden algunas claves fundamentales de los textos como el contexto sociohistórico y especialmente los géneros literarios (pues 'genre' va antes que 'gender' en literatura), el texto parece convertirse en excusa para reivindicaciones ideológicas y personales, que arrastran consigo problemas interpretativos, frecuentes anacronismos y mucho lucimiento de palabros. Todo es interesante, pero no todo es pertinente.
Ya dijo Compagnon ('El demonio de la teoría', original francés de 1998) que la teoría puede ser un peligro porque -frente a lo que algunos creen- no es una receta mágica: claro que puede servir, pero primero va el texto en su sentido literal (o superficial) y luego ya, si se quiere o se puede, se verá.
Por fortuna, a pesar de todos los pesares hay un consuelo, pues ¿saben quién sobrevive a tanto vaivén? La literatura.