Adiós a Antonio Gala, una voz imposible de callar
El escritor, fallecido en Córdoba a los 92 años, era un autor omnímodo que cultivó con éxito la poesía, el teatro, la novela y el articulismo
Mi querido Antonio...
Antonio Gala
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Iniciar sesiónEl pelo cuidadosamente peinado hacia atrás para domar sus desobedientes rizos; un jersey de lana, puesto o descansando sobre sus hombros; las manos refugiándose, más que empuñando, en un bastón -tenía varios centenares de ellos-; y una media sonrisa tintada de ironía y de guasa. ... Esa era la imagen más habitual del personaje de Antonio Gala, fallecido ayer en Córdoba, de la que él había elegido ser, a los 92 años.
Un personaje con aire de patricio romano y maneras del cartujo que pudo llegar a ser, siempre elegante, atildado incluso en su hablar de palabra intermedia, melosa, gentil. Un personaje que escondía un lector insaciable y un escritor prolífico y omnímodo, que cultivó la poesía, el teatro y la novela con una singular capacidad para la comunicación con sus lectores. Y lo fueran o no, políticos de todo signo y personalidades de distintos ámbitos mostraron ayer su respeto y admiración por quien, como destacó la Casa Real en su perfil de Twitter, era «la condición humana hecha poesía y la sensibilidad hecha palabra».
Pasión por la lectura
Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos, Antonio Gala, nació el 2 de octubre de 1930 en Brazatortas (Ciudad Real), pero su familia se trasladó a Córdoba cuando él tenía 9 años, y por ello siempre ejerció de cordobés.
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En la Ciudad de los Califas empezó su pasión por la lectura, que no discriminaba géneros ni autores, aunque sentía especial predilección por poetas como Rilke, Garcilaso de la Vega o San Juan de la Cruz. También empezó a escribir y a destacar por su oratoria: con solo 14 años impartió una conferencia en el Real Círculo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario de Córdoba.
Según recuerda el productor teatral Enrique Cornejo, que destaca de Antonio Gala su elegancia y su perfeccionismo, que compartió con él horas de tertulia en su casa de la calle de Jerez y que le produjo alguna de sus obras, «Antonio era el único de sus hermanos que no estudió Medicina; su padre le hizo estudiar Derecho, y él fue el número 1 de su promoción; su padre quiso que se hiciera Abogado del Estado, pero lo abandonó como acto de rebeldía, con una respuesta tajante por parte de Antonio. Y ahora voy a ser poeta, que es lo que quiero ser».
Ya había, por entonces, publicado sus primeros poemas en las revistas de la época: 'Escorial', 'Platero', 'Cántico', y en dos fundadas por él junto a Gloria Fuertes y Julio Mariscal Montes: 'Aljibe' y 'Arquero de Poesía'.En su biografía se cuenta también que en aquellos años Antonio Gala compatibilizó sus estudios de Derecho con los de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Económicas, que para ganarse la vida impartió clases de Filosofía e Historia del Arte en distintos colegios; que vivió en Córdoba, Jerez de la Frontera y Madrid y que en 1962 viajó a Italia, donde permaneció cerca de un año.
También que ingresó como cartujo en un convento, del que salió después de que el Superior le dijera, de forma clarividente, que el silencio no era su voz. Años después, Antonio Gala supuraría la herida en sus memorias, tituladas 'Ahora hablaré de mí' (2000).
Primeros éxitos
En 1959 tuvo su primer éxito literario al obtener un accésit en el premio Adonais de Poesía (que ganó aquel año Francisco Brines) por su poemario 'Enemigo íntimo'. Continuaría su reconocimiento con el premio Las Albinas por su relato 'Solsticio de Verano'. Otro premio obtenido ese año, el Calderón de la Barca, le abrió un camino por el que discurrió con mucho éxito durante años: el teatro. 'Los verdes campos del Edén', el texto premiado, subiría a las tablas en el Teatro María Guerrero el 20 de diciembre de 1963, con dirección de José Luis Alonso.
Vendrían después obras como 'Los buenos días perdidos' (1972), 'Anillos para una dama' (1973), 'Las cítaras colgadas de los árboles' (1974), '¿Por qué corres, Ulises? (1975) -recordada sobre todo porque en ella Victoria Vera enseñaba un pecho, el primero que se veía en las tablas desde la llegada al poder de Franco, entonces agonizante-; 'Petra regalada' (1980), 'El cementerio de los pájaros' (1982), los musicales 'Carmen, Carmen' (1988) y 'La truhana' (1992); el libreto de la ópera 'Cristóbal Colón' (1989), 'Café Cantante' (1997), 'Samarkanda' (1997), 'Las manzanas del viernes' (1999) o 'Inés desabrochada' (2003).
«En todas -asegura Enrique Cornejo- está presente su alta calidad literaria. No tiene una obra mala. Antonio representa una época importantísima del teatro español reciente».Durante años ocuparon su tiempo el teatro, la poesía, la prensa (escribió regularmente en publicaciones como 'Pueblo', 'Sábado Gráfico', 'Actualidad española', 'El País' o 'El Mundo', con notable repercusión) y la televisión (suyos son los guiones de series como 'Si las piedras hablaran' (1972) o 'Paisaje con figuras' (1976)); hasta que la noche del 15 de abril de 1990 su primera novela 'El manuscrito carmesí', sobre la «cara oscura de 1992», dijo, se alzó con el premio Planeta.
Vendrían después títulos como 'La pasión turca' (1993), 'Granada de los nazaríes' (1994), 'Más allá del jardín' (1995), 'Las afueras de Dios' (1999), 'El imposible olvido' (2001), 'El pedestal de las estatuas' (2007) o 'Los papeles de agua' (2008).
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Mi querido Antonio...
CLARA MONTES
Lo que no consiguió el convento cartujo, callarle, lo logró la enfermedad. En julio de 2011, él mismo anunció en su columna periodística que padecía un cáncer de colon de difícil curación. Superó la enfermedad en 2015, pero Antonio Gala ya no iba a ser el mismo. Antes, en 2002, había creado la Fundación para Jóvenes Creadores que lleva su nombre, con sede en Córdoba, y que es su legado póstumo. «En el Convento del Corpus Christi -escribió-, construido y crecido biológicamente en Córdoba en el siglo XVII, se instalarán las ansias, los deseos, los proyectos, el temblor y la luz de jóvenes creadores que llevarán después, vayan adonde vayan, el fértil recuerdo de su estancia. De ahí que el lema de la casa sea un versículo del Cantar de los Cantares: 'Pone me ut signaculum super cor tuum'».
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