«He “reseteado” amigos»

Sobre su sucesor, se ha limitado a señalar que cree que el director Bigas Luna —hasta ahora el único que ha anunciado públicamente su candidatura— «lo hará muy bien». «Amo a la Academia de Cine, la sigo amando, pero esto ha supuesto un reseteado borrado de amigos», recalcó.

¿Qué pasa cuando para salir adelante y hasta sobrevivir tienes que buscar con urgencia una salida, pero eso a la vez puede ponerte el punto y final? A partir de esta laberíntica idea, anclada en la angustiosa situación que viven millones de personas por la crisis económica y el paro y las consecuencias individuales y colectivas que eso trae, el director Álex de la Iglesia rueda estos días en Cartagena su nueva película, «La chispa de la vida». Y lo hace en el Teatro Romano, un escenario perfecto para enmarcar la ruina vital de Roberto, un publicista desempleado cuya historia de amor sirve en bandeja una cinta de denuncia social que, por su estilo tragicómico, mezcla el «vinagre» de un amargado José Mota y el «aceite» de la sufridora y optimista Salma Hayek, protagonistas.

«En esta crisis parece que si nos movemos, morimos. Hay que tener mucho cuidado con los movimientos», advirtió De la Iglesia.

La sensación de encierro a la que el protagonista de «La chispa de la vida» llega cuando todos sus amigos le dan la espalda actualiza al modo grotescamente divertido del realizador vasco la historia de ese hombre de la calle atrapado en una cabina telefónica que interpretó para la televisión José Luis López Vázquez. Fue en «La cabina», un telefilme dirigido por Antonio Mercero y con guión de José Luis Garci, cinta a la que De la Iglesia homenajea en la película que sucede a su «Balada triste de trompeta».

«No reflejo en absoluto la realidad de los medios de comunicación. Y criticarlos es como criticar la lluvia o el tiempo. Están ahí y hay que vivir con ello», dijo De la Iglesia, quien añadió que su filme refleja «una sociedad dominada por la imagen y la necesidad de noticias». Con sorna, la mexicana Salma Hayek apuntó que «una profesión tan acostumbrada a criticar bien puede soportar alguna crítica». Y, ¿qué se siente al representar a ese involuntariamente voluntario protagonista de los noticiarios, a ese parado en el que muchos se pueden ver reflejados en un país con casi 4,3 millones en la cola del INEM? Para José Mota, es «un lujo» tener ese papel de denuncia, porque «tanta y tanta gente no puede ni protestar», y sólo lucha por mantenerse en pie en el «circo de la vida».