El «Guernica», 30 años en casa y ¿en paz?

Se cumplen tres décadas, no exentas de polémica, de la llegada del lienzo de Pablo Picasso a España

El «Guernica», 30 años en casa y ¿en paz? ABC

SUSANA GAVIÑA

Hoy se cumplen 30 años de la llegada del Guernica a España, después de permanecer casi medio siglo en el exilio. La muerte de Franco y la llegada de la Democracia habían establecido las bases para que una de las obras maestras ... del siglo XX , símbolo universal de los horrores de la guerra —representa el bombardeo de los alemanes sobre la localidad vasca en 1937, el primero sobre población civil—, pisara suelo español. Ese era el deseo del pintor malagueño. Las negociaciones, sin embargo, fueron largas.

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El MoMA de Nueva York que acogió el cuadro —por deseo de Picasso— , tras ser presentado en París en 1937, y donde fue expuesto durante más de cuatro décadas, no recibió con entusiamo —suponía la pérdida del visitantes— la petición del Gobierno español, que pudo demostrar la propiedad del lienzo gracias a un recibo por 150.000 francos pagados al pintor.

El efecto del 23-F

Pero este no fue el único obstáculo a salvar. Una de las hijas de Picasso, Maya, también se mostró reticente a este viaje, argumentando que la democracia en España era joven y además tenía una Monarquía, y no una República como su padre deseaba. «Ella pensaba que la democracia no estaba todavía en condiciones para recibir a un cuadro con tanta carga política», explica a ABC Gijs van Hensbergen, historiador holandés que en la actualidad colabora en la monumental y «definitiva» biografía del pintor que está realizando John Richardson. «Ahora precisamente estamos trabajando en la etapa que va de 1933 a la II Guerra Mundial». Para Hensbergen el momento clave fue el 21 de febrero, «cuando el abogado de Picasso, Roland Dumas, firmó la conformidad para que el cuadro viajara a España». Dos días después se producía el golpe del 23-F , algo que pudo echar al traste las negociaciones. La intervención del Rey para frustrar el asalto a la democracia fue definitiva. «Aquello fue fundamental para demostrar el papel del Monarca y de los políticos. Confirmaba la madurez de la democracia».

Maya Picasso llegó a sugerir, para acceder al traslado del cuadro, que España tuviera leyes de divorcio y aborto. A lo que Javier Tusell, Director General de Bellas Artes entonces y uno de los artífices de la negociación, replicó sin ambages: «Esas decisiones no me corresponden, las toma el Parlamento, como en cualquier democracia seria» , sentenció.

El traslado del Guernica a Madrid, el 10 de septiembre de 1981, se realizó con el máximo secretismo —hasta el punto que no se contrato ningún seguro— en un Boeing 747 de Iberia, bautizado con el nombre de «Lope de Vega». En el trayecto no faltaron anécdotas, algunas de infarto, como el apagón que sufrió la ciudad de Nueva York cuando el furgón de seguridad llevaba el cuadro al aeropuerto —«teníamos que ir parando el tráfico en cada semáforo», relató en estas mismas páginas Martínez Novillo. Sin olvidar el ofrecimiento que realizó el «Asahi Shimbun», uno de los periódicos con más tirada de Japón, que se mostró dispuesto a pagar todos los gastos de desplazamiento del cuadro si este hacia una parada en Hiroshima.

Del Casón al Reina Sofía

Varias ciudades pujaron por el lienzo —Málaga, Barcelona, Guernica...—, pero este se instaló en el Casón del Buen Retiro, edificio vinculado al Museo del Prado, cumpliendo así un deseo de Picasso, aunque nunca lo expresó por escrito. Sin embargo, esta tampoco fue su morada definitiva. Allí permaneció durante once años, parapetado tras un cristal blindado ante el temor de que fuera víctima de un atentado. El deseo de fortalecer el crecimiento del recientemente creado Museo Reina Sofía (1990), provocó un nuevo viaje del lienzo que se trasladó a sus salas en julio de 1992, convirtiéndose en la columna vertebral de su colección permanente.

Hensbergen, que este verano ha participado en el curso impartido por la Uned «Picasso: Guerra y Paz», que ha contado también con Álvaro Martínez Novillo y José María Cabrera (dos de las personas que escoltaron el cuadro desde Nueva York) y la historiadora del arte Genoveva Tusell, vivió durante la década de los 80 varios años en Segovia, periodo en el que llegó a visitar el Guernica en 200 ocasiones. «Cada vez que pasaba por Madrid. Al menos una vez a la semana. Tan solo dos o tres veces lo vi en el Casón del Buen Retiro —matiza—, donde estaba un poco triste. Ahora en el Reina Sofía uno se puede acercar a él y es un espacio que le da poder al cuadro, rodeado por todo su contexto. Se puede ver como la primera vez».

En cuanto al estado del lienzo, afirma que es extremadamente frágil «pues al menos lo han quitado cien veces del bastidor para viajar. Ha realizado alrededor de cuarenta o cincuenta viajes», que le llevaron en la década de los 50 a Amsterdam, Múnich, Buenos Aires, Milán, Bruselas, Suecia, Londres, varias ciudades de EE.UU... «En 1957 hizo una gran gira y al volver al MoMA lo encontraron en un estado lamentable», señala el historiador holandés. El museo neoyorquino realizó entonces una restauración «que cambió el cuadro haciéndole aún más frágil al haberle aplicado una cera que reintegra la pintura con el lienzo pero que le hace perder flexibilidad. Es muy delicado a la hora de mover. Es peligroso hacerlo».

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