«El golpe», melodía de seducción
Los lectores de ABC podrán adquirir la película mañana sábado por solo 1,99 euros
Hay, un poner, películas-trinchera, películas-cama de faquir, películas-toro mecánico y películas-oasis. No confundir este último casillero con la milonga de los filmes que te llevarías a una isla desierta, ese resorte tan rancio, sino que alude a los territorios de celuloide en los que te quedarías a vivir tan ricamente por los siglos de los siglos. Vamos, que no se cansa uno de verlos y habitarlos ni aunque rechine la cinta del VHS (sí, aún somos de la vieja escuela, y a mucha honra). Por ejemplo, «Sopa de ganso» y su Freedonia, «El hombre tranquilo» y su Innisfree (curiosamente, DVDs que ofrecerán en sábados próximos ABC) y, por supuesto, «El golpe» y su atildado pero peligroso Chicago, años 30 .
Recapitulemos. Corría 1973 y Hollywood estaba cada vez más ansioso por repetir el taquillazo de «Dos hombres y un destino» mediante la reunión de sus pilares básicos: George Roy Hill en la dirección y, sobre todo, Paul Newman y Robert Redford como estrellas del reparto. Una operación a tres bandas que beneficiaría a todos: al cineasta (que salía del bloqueo de «Matadero Cinco»), a Newman, que también llevaba una racha fina, y a un imparable Redford, a pesar de que estuvo a punto de ceder su papel a Jack Nicholson. Para que no hubiera quejas, el vehículo propuesto tenía asientos acolchados, carrocería reluciente y motor perfectamente engrasado: la fábula bufa de dos timadores con encanto («diestros en las artes sutiles e ingeniosas de Rinconete y Cortadillo», como escribió en su día López Sancho en estas páginas) que emprenden la venganza más endiablada y sofisticada posible, poniendo sobre el tapete cartas marcadas y faroles tan memorables que, 38 años después, se siguen disfrutando uno tras otro.
Prácticamente nada chirría ni sobra en «El golpe», ni los 78 millones de dólares que recaudó solo en Estados Unidos el año de su estreno (costando solo cinco y medio), ni mucho menos los siete Oscar (de diez nominaciones) que se llevó compitiendo contra «El exorcista», «American graffiti» o «El último tango en París». Solamente falló una cosa: que Newman y Redford volviesen a reunirse en la gran pantalla. El destino y sus traperas trampas en el juego.
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