Glastonbury, de las raíces hippies a la opulencia
Beyoncé cierra una edición tan atenta a las «celebrities» como al rock de un festival que descansará en 2012 porlos Juegos Olímpicos de Londres
Glastonbury, de las raíces hippies a la opulencia
La actuación del rapero Jay Z hace tres años en el festival rockero por antonomasia suscitó un fuerte debate sobre la naturaleza de Glastonbury, con el guitarrista de Oasis, Noel Gallagher, liderando el campo de los puristas del «solo rock, gracias». La respuesta se la ... dio el «hiphopero» arrancando su apoteósica actuación, según los críticos, con la base del «Wonderwall» de Oasis y una guitarra en mano. Los cien mil asistentes al concierto avalaron la ampliación de miras del festival de Somerset.
Ayer, fue la mujer de Jay Z, Beyoncé, quien con su actuación como imbatible cabeza de cartel llevó todavía más lejos del pop rock guitarrero las esencias del festival al aire libre más veterano del Reino Unido, nacido en septiembre de 1970, un día después de la muerte de Jimi Hendrix. Aquel año, las entradas costaron una libra e incluían un lote de leche fresca de la granja Worthy Farm, la explotación agrícola del suroeste de Inglaterra que sirve de escenario a Glastonbury desde hace 36 ediciones, propiedad de su promotor, Michael Eavis. Este año, el pase para los 4 días de barro, arte, música y ¿protesta? costaba 195 libras (220 euros). Sin leche incluida.
Al parecer, fue Chris Martin, líder de la banda Coldplay y marido de la actriz reconvertida en bloguera Gwyneth Paltrow, quien animó a Beyoncé a imponer sus curvas ante los 170.000 asistentes al festival de este año. La cantante negra y su marido presenciaron, de hecho, el concierto de Coldplay el sábado, alimentando —a falta de leche— las comidillas de una edición tan atenta a sus estrellas más VIP como al savoir faire rockero de Pulp, la banda retornada tras años de ausencia, Primal Scream, Fleet Foxes, Eels o los Kaiser Chiefs.
El estreno en el festival de los rockeros millonarios de U2 no resultó todo lo controvertido que habían anunciado. La banda irlandesa, que no pudo tocar el año pasado por una lesión de espalda de su líder, Bono, se enfrentaba a un intento de boicot por parte de un grupo contrario a las políticas de recortes de gasto público del gobierno británico, que critica la decisión de la banda de mudar la sede de su editorial de Irlanda a Holanda para no pagar impuestos.
U2 concedió al público el viernes toda su larga lista de grandes éxitos. Las pancartas de «Bono, paga» que algunos activistas habían repartido eran invisibles. Y Bono apeló a las emociones de los miles de fans pidiendo a sus técnicos que apagaran las luces y al público que encendiera sus móviles para marcarse una versión de Coldplay. 35 años en la carretera dan muchas tablas.
Horas antes, según explica la prensa local, el grupo Art Uncut había intentado hinchar un globo de seis metros de altura con el lema «U pay your tax 2» (paga tus impuestos también). Pero diez guardias de seguridad sofocaron el único conato de protesta de un festival de raíces hippies acomodado en su opulencia. «Queríamos un diálogo con U2 y, en vez de eso, nos encontramos con durísimas tácticas de seguridad; ¿dónde están las raíces radicales de este festival?», se preguntaba con rencor un miembro de Art Uncut después del altercado.
En una entrevista para el diario «The Guardian», el músico británico Billy Bragg —un veterano del Glastonbury de 1984, cuando reinó el espíritu revolucionario y contracultural en la primera edición tras la victoria de Margaret Thatcher— defiende que algo de aquello queda. «Aunque mucha gente viene a bailar house toda la noche, sigue habiendo un espíritu aquí que mucha gente lleva luego al mundo real y sirve para animar a la gente al compromiso», afirma, un tanto optimista.
El festival se ha convertido en una buena fuente de ingresos anual para las decenas de empresas privadas que figuran entre los proveedores de esta gigantesca operación de logística de masas. «Pizza para el pueblo», reza una de las inmensas vallas publicitarias de uno de estos proveedores, dejando a la altura de una ración de Domino's —por decir algo— el clásico «Power to the people» de la infatigable dama-protesta, Patti Smith.
El año que viene, todo este negocio se tomará un descanso hasta 2013 por la competencia de los Juegos Olímpicos de Londres. Michael Eavis aprovechará para que descansen sus pastos y animales. Pero el parón biológico de Glastonbury está obligado por razones menos atentas al medio ambiente: el Gobierno no dispondrá de los 600 agentes necesarios; la empresa de vallas de seguridad tiene reservados los 27 kilómetros de barrera que destina a Glastonbury para las Olimpiadas; y, por encima de todo, no habrá baños químicos para tanta gente (solo Glastonbury requiere 4.800).
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