Entrañas de un amor helado

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

AGUA PARA ELEFANTES HH

Dirección: Francis Lawrence. País: EEUU. Año: 20110. Género: Drama. Actores: R. Pattinson, Ch. Waltz .

Una de circo, con todo lo que eso conlleva: amores, magia, el magnetismo del ... espectáculo, crueldad, malos maquiavélicos... El libro de de Sara Gruen fue un éxito, pero la película lo va a ser menos aunque hayan recurrido a Pattinson, ex vampiro y chico de plástico, para lanzarla.

El retrato que pinta Francis Lawrence (el irregular director de «Soy leyenda»), logra un boceto bien construido, con esa emoción que siempre recorre la espalda cuando del mundo del circo hablamos. Logra levantar ese mundo tan peculiar con la pequeñez y dramatismo que requería un circo en plena época depresiva, olor a madera antigua, a pobreza encubierta, a mal comer y peor vivir día a día con una sonrisa en los labios. Y, además, una música de primera con unos amores de segunda.

Porque el lastre de la película no son Pattinson y Witherspoon por sí solos, sino combinados, con una química que parece una física. En una obra que se debía sustentar sobre la pasión desbordante que les asola, lo único que arrasa de verdad es la interpretación de Christoph Waltz, un actor de primera. A Waltz, actor austriaco con esa elegancia tan desbordada que parece un violinista vienés, le pasa lo que a Garrincha: que siempre hacía el mismo regate pero nadie se lo trincaba. Waltz puede tirarse un milenio haciendo de malo malísimo con un cinismo insuperable, y en el segundo milenio nos parecerá que es la primera vez que dibuja ese boceto de tipo peligroso tras esa inquietante sonrisa. Ya bordó ese mismo papel en «Malditos Bastardos» y lo ha vuelto a hacer. De hecho, pese a su evidente histrionismo, Waltz rescata la película de la mediocridad. El resto es presumible y sabido: los amores prohibidos entre bambalinas —mucho más si les acechan sables y mil fuegos— están muy vistos, y si en dichas bambalinas las entrañas del amor son más frías que las de un besugo estamos perdidos, casi perdidos.

Pero, con todo, está la magia del circo, que siempre supera cualquier banalidad. En él se entra con el alma encogida y se sale con fuegos de colores en el corazón.

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