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Israel Galván y Miguel Poveda, dos ejemplos del flamenco del siglo XXI

Muestran en Londres la salud de los jóvenes artistas de este arte

EFE

JULIO BRAVO

Tras el deslumbrante y emocionantísimo arranque con Estrella Morente , el Flamenco Festival de Londres ha abierto sus puertas a dos jóvenes pero sobradamente conocidos artistas: el bailaor Israel Galván y el cantaor Miguel Poveda, dos relevantes ejemplos del flamenco del siglo XXI y rostros deslumbrantes de un arte poliédrico e infinito. Israel Galván puso al auditorio del Sadler's Wells en pie con su espectáculo «La edad de oro», ejemplo de sobriedad y sencillez. Un bailaor, un cantaor y una guitarra son suficientes para llenar la escena; claro que hay que tener la calidad de los hermanos David y Alfredo Lagos y del propio Israel Galván para hacerlo.

Galván posee la estampa de Vicente Escudero . Como él, quiebra los movimientos y tiñe la raíz de modernidad sin ahogarla, como tan a menudo se hace hoy en día. Es difícil encontrar hoy en día un bailaor con mayor musicalidad y técnica, y en escena derrocha imaginación, clase y atrevimiento... El público se lo premió a lo largo de la función con varias interrupciones y, sobre todo, al final, con largas ovaciones a las que correspondió el trío de intérpretes con un breve pero enjundioso fin de fiesta. La audacia que ha mostrado Israel Galván desde su comienzo (hace un tiempo protagonizó en el Price de Madrid un atrevidísimo combate artístico vestido de boxeador) pide quizás otro paso hacia adelante, tal vez ponerse en manos de algún coreógrafo o director de escena que pueda sacar más partido aún de su enorme talento musical y bailaor. Le ha seguido Miguel Poveda, uno de los cantaores más populares de la actualidad , y otro artista que se ha colocado a menudo el chubasquero para impedir que los chaparrones de las críticas de los puristas pudieran afectarle. Es un cantaor atrevido, que antes de su concierto en el Sadler's Wells —en un formato clásico, con el acompañamiento de un guitarrista, dos palmas y la intervención de una bailaora, su hermana Sonia, moviéndose por alegrías— ofreció en el Instituto Cervantes una declaración de principios y una justificación (que no tendría por qué hacer) de sus muchas incursiones artísticas en campos ajenos al flamenco: «Son experiencias que te nutren y te enriquecen profesional y personalmente. No me siento menos auténtico ni menos flamenco porque vea más allá del cante tradicional. El poder del flamenco está por encima de sus artistas». Habló también de los «valientes» que habían roto moldes antes que él y, como no podía ser de otra manera, brindó en su concierto —«muy intimista, directo al corazón»— un homenaje a Enrique Morente, con una mezcla de letras; entre ellas, una que compuso el propio Poveda para el cantaor desaparecido, «y que le cantaba siempre que iba a su casa». Dentro de unas semanas, Miguel Poveda se meterá en el estudio para grabar su nuevo trabajo discográfico, en el que incluirá una veintena de cantes, buena parte de ellos incluidos en el espectáculo «Historias de viva voz», que estrenó en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla.

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