Y habrá cien años más…

El virus lo infiltra todo. Conversaciones, temores políticos, previsiones comerciales, giros sociales, expectativas económicas… Ningún invitado a la ceremonia de entrega de los premios , patrocinada por Unicaja , pudo sustraerse a esa dictadura tan incómoda como esencial de manejarse por los corrillos aferrado a un trapo en la boca. El coronavirus estuvo tan presente como el buen periodismo . Como la reivindicación de la libertad . Como la autoexigencia de sentirse periodista en tiempos convulsos e inciertos. Tan presente, como el simple placer de escribir.

Por eso el Rey volvió a incidir en la relevancia de una Prensa libre , y en la necesidad de que el periodismo sea la “conciencia crítica” de la sociedad porque nuestra libertad es la que aporta un “oxígeno que vivifica las democracias”. Las mascarillas no van a ser la mordaza que pretende imponer ese concepto autoritario del poder que emerge en tiempos de tribulación. De los premiados, Arturo Pérez-Reverte , Maruja Torres y el fotoperiodista Daniel Duch , Don Felipe incidió en su “inexcusable compromiso con la verdad , incluso en los lances más duros”.

“Es duro lo que viene por delante, pero nunca dejemos de ser optimistas”. Era el comentario común en los corrillos. Antes, los premiados agradecieron al jurado la concesión del galardón. Pérez-Reverte lo hizo con un discurso realista y sin tapujos sobre la esencia del periodista como antítesis del lacayo, dedicando sus primeras palabras a David Gistau por ser el merecedor del premio que él recogió. David se nos fue mucho antes de lo que tocaba dejando a medias su obra de vida, y la memoria de su concepción libre y rebelde del periodismo , su fulminante exigencia combativa contra la corrección política …, su recuerdo, en definitiva, se convirtió en un emotivo homenaje póstumo.

Por eso, Pérez-Reverte se definió como un mero “suplente, una simple alternativa”, y retomó el pulso que también guió a David en vida: “El único freno de los políticos es el miedo a la prensa libre ”. Recordó la anécdota de su primer paseo por el periodismo, cuando un redactor jefe le encomendó entrevistar al alcalde. Arturo le reveló que para ser su primer pinito, era un reto inasumible. “Temo hacerlo mal”. “¿Miedo? -le replicó su jefe-. Miedo tienes que darle tú, porque un periodista con un bloc y un lápiz en la mano debe dar miedo”. Inmortal consejo.

Maruja Torres admitió sentirse abrumada por su “grandioso” Luca de Tena a su trayectoria . “Esto es un malentendido y no sé qué hago aquí”, reconoció, para hacer una encendida reivindicación de la “concordia, la verdad… y el buen rollo” en una profesión esencial, en la que “resistir, agarrarse con uñas y dientes y luchar” es algo que todo periodista debe hacer, “y que sabemos hacer muy bien las mujeres”. Su reflexión fue, ante todo, un sentido homenaje a la mujer y a su valor en la sociedad.

Daniel Duch hizo bueno su carácter de gerundense directo. Sin concesiones ni rodeos, sin miramientos ni regateos, evocó la función del fotoperiodismo como hacedor de noticias más allá del texto que acompañe a cada imagen. Y por eso reclamó una profunda reflexión en la profesión , “crítica y autocrítica”, frente al valor secundario que a menudo se atribuye en las redacciones a su trabajo de componer historias y mensajes con la mirada. Con un simple enfoque. Porque el ojo es, en efecto, periodismo pulcro en sí mismo.

La “nueva normalidad”, ese absurdo eufemismo contagioso y contradictorio, quiso también que la ceremonia se celebrase en los jardines de la nueva sede de ABC . Treinta años después, hay mudanza. Pero nunca de principios ni valores. Atrás quedan los muros densos de la histórica biblioteca de esta Casa, testigo de décadas de Cavias y confidencias, de celebraciones y brindis por el Rey, de elegías eternas al mejor periodismo , y de esmóquines color tinta indeleble de periódico. Nace otra estética arquitectónica y la impronta de otra modernidad para que ABC, en realidad, nunca deje de ser ABC en la certeza de que habrá cien años más. Cien Cavias más.

Pronto la distancia social se relajó. Pero solo unos centímetros. La mascarilla nos roba los labios y los gestos... Oímos menos e intimida. Saludos protocolarios entre invitados, a los premiados y a los Reyes, con una representativa delegación del Gobierno en este aniversario. Carmen Calvo, Margarita Robles, Rodríguez Uribes y Yolanda Díaz cumplimentaban a las presidentas del Congreso y el Senado, Meritxell Batet y Pilar Llop, con escaso comentario político pese a ser una jornada de resaca electoral . No hay euforia en el PSOE y Podemos, y se notó.

Cerca, no revueltos, Pablo Casado, Ana Pastor, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida expresaban su preocupación por el aumento del voto nacionalista, especialmente en el País Vasco por el desplome del constitucionalismo. ¿Vuelta a la moderación? “¿Pero quién se ha presentado junto a Ciudadanos allí?”, se preguntaba Casado para desmentir arreones de radicalidad. “El relato de la izquierda cuando le va mal”, se dijo en ese corrillo, próximo a donde Edmundo Bal y Marta Rivera de la Cruz reafirmaban la nueva estrategia de Ciudadanos, y donde Narciso Michavila desmenuzaba datos electorales en la letanía interminable del mejor intérprete demoscópico de esta España poscovid .

Caras de preocupación entre el empresariado porque “va a costar mucho que esto arranque”. Antonio Garamendi, José Manuel Entrecanales, Fernando Ruiz, Nicolás Luca de Tena, Juan José Hidalgo, Antonio Vázquez o Ignacio Eyries no ocultaban dudas sobre la evolución de la recesión . “El turismo al 15 por ciento… si llega, la actividad comercial muy reducida, el consumo… habrá que ver cuando pase esta fingida euforia del verano”. Al fondo, Nemesio Fernández-Cuesta puso buena cara al mal tiempo con un “siempre sobrevivimos a todo”. Idéntico a un optimista José Ramón Iturriaga: “Para ver el vaso medio vacío, conviene verlo medio lleno”. Siempre serio, Francisco García Paramés.

Y frente a las recetas para una economía de montaña rusa, el oasis de la cultura . Del reposo mental que aporta Antonio Garrigues. Del pensamiento y el arte. Luis Alberto de Cuenca, Manuel Lucena Giraldo, Gabriel Albiac o Ferrer-Dalmau han hallado en el cobijo intelectual el bálsamo contra la tragedia. Como Carmen Posadas y su eterna sonrisa, o Francesc de Carreras y Juan Van-Halen, inasequibles al “todo irá bien”.

Y mucho periodismo . De Prada y Camacho escrutando el rigor de las tertulias; Paco Rosell, junto a Antonio Fernández-Galiano, Fernando Giménez Barriocanal o Jordi Juan, mostrando escepticismo por el devenir político, como Pedro García Cuartango, Pedro J. Ramírez, José María Nieto o Karina Sainz Borgo. Pero cien años de premios son cien años, y cien más que llegarán. No todo va a ser teletrabajo e incertidumbre. La devoción por el periodismo será tan cierta como que en Bermeo se siguen contando chistes. Y eso Garamendi, gotas de humor en la noche oscura de la economía y en la noche luminosa de los premios, lo sabe bien.