Vivir con mitos de peor calidad

En Prometeo late el origen de lo humano: la génesis del sacrificio, representada en el enfrentamiento ante los dioses; la raíz de la cultura, asociada al robo del fuego; también el comienzo del mal en el mundo, encarnado en Pandora, o el germen de la rebeldía ante la divinidad y el poder.

Desde Goethe y Schiller a Albert Camus y Kazantzakis, Prometeo se despelleja y nos despelleja. Conocido, sobre todo, por la lectura que hizo de él Esquilo en su tragedia, el Titán resuena en la relectura que propone Carlos García Gual en el ensayo publicado por la editorial Turner con el título ‘Prometeo. El mito del dios rebelde y filántropo’ .

Prometeo nos asoma a pescozones a las miserias morales de quienes hemos ido leyéndolo. En plena ocupación alemana de Francia, con la República de Vichy como vergüenza, Albert Camus publicó 'Le Mythe de Sisyphe', una declinación trágica de la insistencia de Prometeo, planteada en el castigo de quien ha de empujar su propia piedra: la condena de comenzar una y otra vez. En aquellas páginas, Camus presentó la tragedia —entonces contemporánea— del esfuerzo inútil e incesante del hombre.

En el año 2022, a las puertas de una guerra que siempre estará servida —la de unos contra otros y la de todos contra sí mismos—, el mito del dios rebelde y filántropo induce a una verdad invidente: nos comunicamos más rápidamente, pero tan inmovilizados como el que intentó falsear el sacrificio de un buey. El Prometeo releído por García Gual propone hasta qué punto el progreso histórico o técnico no garantiza la mejora moral. Seguimos siendo los mismos del dios encadenado, pero con mitos de peor calidad.