La vida cultural vuelve a Palacio
Escritores, editores, académicos y periodistas asistieron al tradicional almuerzo ofrecido por los Reyes como previa al premio Cervantes con la sensación de haber recuperado la vida que dejaron suspendida en marzo de 2020
Don Felipe, en un momento de su brindis en el Palacio Real
Hay muchos lugares en los que, como escritor, te imaginas. Es, de hecho, tu trabajo. Ponerte en el lugar del otro, literalmente, y llevar al lector contigo, de tu mano, hasta allí mismo. Esos espacios pueden ser imaginarios, ficticios, pertenecer a épocas y países diferentes, ... o tan reales, y cercanos, como el Palacio Real, escenario donde sigue transcurriendo buena parte de nuestra historia común. Allí se ha vuelto a celebrar, dos años después, el tradicional almuerzo que los Reyes ofrecen al mundo de las letras como previa al Cervantes. Y allí acudimos, atildados pero con el desenfado de habernos desprendido de la mascarilla, autores, editores, académicos, periodistas y demás criaturas del ecosistema erudito e instruido.
Nada hay más inclusivo que la Cultura, con mayúscula, y la ausencia de la galardonada, Cristina Peri Rossi, que hoy tampoco recogerá el premio en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) debido a su delicado estado de salud, contrastó con el hecho de que en la larga mesa de 140 cubiertos los televisivos Paz Padilla, Juan del Val y Sandra Barneda compartieran mantel con Luis Mateo Díez, Carme Riera y José María Merino, muy veteranos en estas lides.
El premio Nadal te ubica, en el fondo y en la forma, junto con los escritores en ceremonias de este tipo. Formas parte de sus corrillos en los minutos previos al besamanos y tu mirada, sin darte cuenta, se modifica. Sigues fijándote en los mismos detalles, pero lo haces con otros ojos, capaces de observar, sí, pero sabiéndose, también, observados. La sensación generalizada, compartida por unos y otras, del ministro Miquel Iceta a Agustín Martínez y Jorge Díaz, representantes ayer en Palacio del trío Carmen Mola, era de alivio. El consuelo de que con la desaparición de la obligatoriedad de enmascararse en los espacios cerrados recuperamos la vida que dejamos suspendida en marzo de 2020.
En esa vida había conversaciones como las de este jueves, donde María Dueñas y Santiago Posteguillo, ahora en grupos editoriales diferentes, que no enfrentados, se miraban a los ojos y no tenían que intuir la sonrisa en los labios del otro. Había, también, las ganas de hacerse selfis bajo las lámparas de araña y delante de los imponentes tapices, como los que captaron los móviles de los superventas Javier Castillo y Elisabet Benavent. Y, por primera vez en mucho tiempo, se estrecharon manos, antes del saludo protocolario a Don Felipe y Doña Letizia, sin recurrir al codo. Como antes. Decíamos ayer.
Al pasar al salón donde se sirvió el almuerzo, compuesto por un guiso de verduras de temporada, lubina salvaje asada en su jugo con puré de apionabo y tomates secos a la albahaca y, de postre, lingote de tres chocolates, se respiraba un ambiente casi de euforia, en el que los compañeros de mesa, algunos completos desconocidos, compartían la complicidad de estar asistiendo a un momento especial.
Ana de la Cueva Fernández, presidenta de Patrimonio Nacional, y Patrici Tixis, presidente del Gremio de Editores de Cataluña. Pilar Reyes, editora de Penguin Random House, y Sergio Vila-Sanjuán, responsable del suplemento 'Cultura/s' de 'La Vanguardia'. Los académicos Darío Villanueva y Manuel Gutiérrez Aragón. Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. Maja Zovko, miembro este año del jurado del Cervantes, y Miguel Sáez, de la RAE. Hasta que se hizo el silencio, y el Rey tomó la palabra bajo la atenta mirada del ministro Iceta y de Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia, sentados a su lado en la mesa.
Humildad
Don Felipe comenzó su brindis manifestando su «tristeza» por no poder contar con la presencia de Peri Rossi, cuya trayectoria ensalzó resaltando que la humildad define la vida y la obra de esta autora nacida en Uruguay, pero afincada en España desde hace más de cuarenta años. Peri Rossi, sostuvo el Monarca, es «una escritora auténtica, fiel a sí misma, sin prejuicios y luchadora».
«Todas las palabras parecen pocas para glosar el legado de quien reconoce que precisamente éstas, las palabras, han sido y son la única compañía que no falla; alguien para quien escribir es su vida misma, independientemente de sus circunstancias», continuó diciendo. El Rey destacó la «escritura experimental, pionera, innovadora, que se muestra a la vez coherente y versátil, estremecida y lúdica, intensa en prosa y verso» de Peri Rossi, que ha explorado todos los géneros sin aferrarse a ninguno.
En los dos años que nos preceden, el tiempo se ha vuelto un concepto voluble y caprichoso, y la memoria, azarosa. Habrá, por tanto, quien haya olvidado que los dos premiados anteriores, Joan Margarit y Francisco Brines, tampoco pudieron recibir el galardón en la tradicional ceremonia. Y que fallecieron, con tres meses de diferencia, en 2021. Don Felipe quiso recordarlos, y la emoción se desbordó. «No fue posible homenajearles de este modo, como nos hubiese gustado y como verdaderamente merecían».
Como cierre, el Rey puso en valor nuestra lengua, la de Delibes y García Márquez, la de Ana María Matute e Ida Vitale, el español que nos hermana, siempre, también en tiempos de guerra. Una unión escenificada en ese almuerzo ofrecido a quienes trabajan «para que nuestra lengua común sea instrumento de diálogo y entendimiento entre los pueblos hermanos de todo el mundo». Porque la palabra «nos hace libres y constituye el fundamento de la ciudadanía y del progreso social». Las copas, en las que burbujeaba un cava Roger Goulart reserva, se alzaron y el brindis dio paso a la anhelada conversación.
Juventud
En un extremo de la mesa se habló de la pujanza de los escritores jóvenes en esa lengua que Don Felipe acababa de ensalzar. Autores como Marta Barrio o Juanma Gil, premios Tusquets y Biblioteca Breve el año pasado y sentados en la otra punta, entre curiosos y expectantes. También novato entre los invitados era el guionista, dramaturgo y director de cine y teatro Pablo Remón, último premio Nacional de Literatura Dramática, divertido en un escenario tan peculiar como extraño para él. Seguro que Remón nunca ha asistido al funeral en memoria de Miguel de Cervantes que, cada 23 de abril, y salvo las excepciones pandémicas de los dos últimos años, se celebra en la iglesia de las Religiosas Trinitarias de Madrid, situada en el número 18 de la calle Lope de Vega. De esa cita charlaron algunos académicos entre plato y plato, hasta que llegó el postre.
Con el café, servido en otra sala del Palacio, las mentes ya se desinhibieron del todo, y la más perseguida por los objetivos de los teléfonos de los asistentes fue Isabel Díaz Ayuso. Hasta Paz Padilla se fotografió con ella. La presidenta de la Comunidad de Madrid, espontánea y resuelta, venía de un pleno ‘movidito’ en la Asamblea, pero con cara de muchos amigos. Hace unos días, estuvo grabando «con Bertín», Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno.
Igual que hay un grupo de WhatsApp en el que escritores de todo tipo y condición, y distintas editoriales, comentan jugadas y chascarrillos, además de compartir consejos, en el Gobierno de la Comunidad cuentan con otro, denominado ‘Twin Peaks’, con los sucesos diarios. Agustín Martínez, que también es guionista, se quedó con ganas de que Díaz Ayuso le invitara. La vida misma, que vuelve, con la esperanza de que, al menos por un tiempo, no se salga del guión.