Vetusta
Será difícil que olvide la experiencia de haber leído «La Regenta» en Oviedo, o sea, en Vetusta. Leerla y, al tiempo, vagar por una ciudad que la literatura emparentaba de forma tan emotiva y misteriosa.
Vetusta era un territorio imaginario que había ganado la eternidad ... en una novela en la que personajes, atmósferas y escenarios, de la calle al Casino o al Observatorio de la torre de la Catedral, se fundían en una masa verbal de brillo tan intenso como crepuscular. El Oviedo por el que yo vagabundeaba, bastante extraviado, por cierto, tenía un oscurecer invernal que parecía filtrado desde la misma Vetusta. Quiero decir que esa experiencia de realidad e irrealidad, de vida y literatura, de imaginación y memoria, se consumó en mi propia experiencia en la huella indeleble de una novela que yo leí, en aquella ocasión, «in situ». Clarín se me reconvirtió entonces en el clásico que era, pero más mío que nunca.
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