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El último misterio de Elcano: el apagón informativo al final de la Vuelta al Mundo

Poco sabemos del último año de la expedición. Desde que el navegante español fue nombrado capitán, se reduce drásticamente el número de documentos y testimonios

Una de las salas del Archivo General de Indias J.M. Serrano
Jesús García Calero

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Un misterio persiste: ¿por qué sabemos menos detalles sobre el final de la primera vuelta al mundo, el periodo en que Juan Sebastián Elcano era capitán de la nao Victoria? Hay un verdadero apagón informativo. Pigafetta, el afamado cronista del viaje, despreciaba al navegante vasco y ni le cita. Pero el regreso por el Índico y el Atlántico fue el periodo más largo y difícil de navegación continuada. ¿Qué reyerta hubo en Timor, con muertes y deserciones? ¿Cómo resolvió Elcano la discrepancia con los pilotos? La investigación para la exposición del Archivo de Indias «El viaje más largo» arroja algo de luz sobre este «apagón» del final de la primera circunnavegación.

Juan Sebastián Elcano fue elegido capitán de la nao Victoria el 17 de septiembre de 1521. Llevaban dos años navegando desde que salieron de Sevilla , y luego Sanlúcar de Barrameda, rumbo a Maluco. Muchas cosas habían sucedido y todas las conocemos con gran detalle: el motín de San Julián , la muerte de Fernando de Magallanes , la emboscada letal en el convite de Cebú. Tenemos un relato pormenorizado de todos aquellos hechos, diferentes testimonios. Pero queda un misterio: de la última mitad del viaje, desde el momento en el que Elcano fue elegido capitán , sabemos muy poco. ¿Por qué?

Debieron pasar muchas cosas también. Para empezar, sabemos que Elcano dirigió las naves , por fin y junto a Gonzalo Gómez de Espinosa, capitán de la Trinidad, y el maestre Juan Bautista de Punzorol, a su destino oficial, a Maluco, para cargarlas con especias, que era la misión encomendada por el Rey Carlos I. Y solo después de aquello decidieron volver a Castilla. Y bajo la responsabilidad del nuevo capitán de la nao Victoria, regresar navegando hacia el oeste, por la ruta portuguesa, que tenían prohibida. Los problemas para convencer de su decisión al resto de tripulantes no se conocen bien. La aventura de Juan Sebastián Elcano, toda su grandeza de navegante, parecen imposibles de documentar por una incomprensible y misteriosa falta de testimonios.

Rastrear las fuentes a la caza de detalles es lo que han hecho en el Archivo General de Indias los comisarios de la magnífica exposición «El viaje más largo» – Antonio Fernández Torres, Braulio Vázquez Campos y Guillermo Morán Dauchez – y el divulgador Tomás Mazón .

Muertos en la nao

Días antes de que la Victoria diera el salto para cruzar el Índico entre la isla de Timor y el Cabo de Buena Esperanza , algo que nadie había hecho hasta entonces, acontece el primer suceso reseñable del que apenas quedan pistas. Francisco Gómez de Gomara es el primero en relatarlo en su «Historia General de las Indias» (1553): «Tocó muchas islas y en Timor tomó sándalo. Hubo allí un motín y brega, en que murieron hartos de la nao». Y Antonio de Herrera no olvida el episodio en su «Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales» (1601-1615): : «En Timor tomó Sándalo Blanco: i ai [y hay] Gengibre, i mucho Oro. Havia muchos enfermos de Bubas: huvo alli una pendencia, en que murieron algunos de la Nao , i tomó mas Canela».

El Estrecho de Magallanes, en la muestra del Archivo General de Indias J.M. Serrano

Es decir, que mientras pensaban en Timor el camino de vuelta hubo una discusión y llegaron a las manos, o a las armas, por lo que que murieron varios integrantes de la tripulación. ¿Cuántos? ¿Qué motivó la pelea? ¿Fue un intento de motín? ¿Por qué no se conservan detalles como sí existen del de San Julián?

Deserciones

Para completar la confusión, este hecho quedó desdibujado en las siguientes crónicas. El historiador Martín Fernández de Navarrete no habla de muertos pero cita el conflicto y da nuevos detalles en su obra de 1837: «La isla de Timor es grande con muchas poblaciones: en ella hay sándalo muy bueno, gengibre, mucho oro y tenía muchos enfermos de bubas. Hubo allí una pendencia entre algunos del buque, y ocultamente se fugaron de la nao quedándose en tierra dos individuos de á bordo que eran un grumete nombrado Martin de Ayamonte, y Bartolomé de Saldaña , hombre de armas y page que había sido del Capitán Luís de Mendoza».

Navarrete toma los nombres de la relación de fallecidos que entregaron los 18 supervivientes de la expedición a su llegada a Sevilla, documento que se conserva en el Archivo de Indias. Ambos desertores, Ayamonte y Saldaña «se huyeron y ausentaron sin ser sentidos», según esa relación.

Pero hoy sabemos que fueron apresados por los portugueses poco tiempo después y llevados a Malaca (actual Malasia), desde Timor en un junco por un capitán llamado Álvaro Juzarte. Allí, en la fortaleza portuguesa los interrogaron y afortunadamente ha llegado a nosotros un documento con las respuestas del grumete , en el que aparecen nuevos detalles muy sabrosos de este momento (primeros días de febrero de 1522) en el que Juan Sebastián Elcano funge como capitán.

La carga de víveres. Habas, legumbres,... y el bizcocho, la famosa galleta, en obleas, en el cesto bajo de la derecha. Era pan cocido dos veces (bi-cotto) cuyo aspecto es igual a lo que hoy llamamos "regañás" J.M. Serrano

El documento se conserva en el archivo de la Torre do Tombo, fue publicado y transcrito en 1933 por el historiador António Baiao, y traducido al español ya en 1936, pero ha cobrado relevancia recientemente con la transcripción realizada por el archivero del Archivo General de Indias, Braulio Vázquez Campos, y el responsable de rutaelcano.com, Tomás Mazón.

Elcano impone su rumbo

Martín de Ayamonte revela dos cuestiones cruciales: una discusión entre Elcano y sus pilotos, Francisco Albo y Miguel de Rodas antes de salir de Timor, con respecto al rumbo que iban a tomar de vuelta a España. Los dos pilotos querían regresar lo más pegados a tierra posible, rodeando la India y el Cuerno de África y por tanto emulando la ruta portuguesa. Pero Elcano no cede. El rey de Portugal ha enviado varias naves a Maluco para apresarlos, más bien destruirlos «para que no quedase memoria de la expedición». Si las naves castellanas volvían cargadas de clavo se rompía el monopolio portugués del comercio con Maluco y además podían probar que las islas de las especias estaban en territorios que el Tratado de Tordesillas reservaba a Castilla.

Lo que acabaron comiendo: agua turbia, serrín, ratas, cuero reblandecido con agua de mar y lo que quedaba de la galleta que era más gusanos que pan J.M. Serrano

El otro detalle que cuenta el grumete es que la nao Victoria está seriamente dañada en Timor: al menos una vez cada hora tienen que darle a la bomba de achique porque hace agua por todos lados. Llevan dos años y les quedaba aún lo más duro del viaje. Dice así Martín de Ayamonte: «Y la nao, cuando partió de Timor, daba a la bomba doce veces de día y doce veces de noche, y el maestre y el piloto, que eran griegos, quisieron venir por Malaca, y el capitán, que era vizcaíno, no quiso, y su intención de ellos era, según dijo el dicho Martín, ir a las islas de Maldiva para corregir [reparar] su nao, y de allí irían su camino para esas partes. Y más no dice».

Antes morir

Después de ese relato el apagón se hace casi total. Elcano somete a los demás a su criterio, ejerce de capitán y cruza casi en línea recta hasta el sur de África, evitando cualquier intento de perseguirle, pero arriesgando la vida en cada jornada. Muy pocos marinos han sido capaces de emularle y menos con una nave tan dañada. Se dirigen hasta más allá del paralelo 40 sur, que bautizarían como los «40 rugientes» por sus continuas tempestades en el siglo XIX. Solo la pericia de Elcano permitió que la Victoria realizase esa singladura con vías de agua, vientos dominantes contrarios, por un mar desconocido.

Las pruebas corregidas del "Regimiento de navegación" de Escalante de Mendoza, uno de los tratados más afamados surgidos de la Casa de Contratación J.M. Serrano

Estaba tan mal la nao de Elcano que Antonio Brito, capitán portugués de la fortaleza de Ternate que apresó la Trinidad, dirá en una carta al Rey de Portugal escrita en 1523 sobre la Victoria: «Será tan gran milagro ir a Castilla como fue venir de Castilla a Maluco, porque la nao era muy vieja, los mantenimientos ruines, y los castellanos no querían obedecer al capitán». Le parecía un milagro que una nave en esas condiciones pudiera dar la vuelta al mundo . Pero Elcano llegó a Sevilla antes de que esa carta arribase a Lisboa...

Tiempo después, el secretario de Carlos I, Maximiliano Transilvano , escribió una historia de la vuelta al mundo de los españoles después de recibir de Elcano testimonio directo a su vuelta. Y contará que, en el paso del Cabo de Buena Esperanza, también hubo una discusión para ir a Mozambique a por víveres y refresco, pero que «los demás dijeron que antes querian morir que dejar de ir directamente a Castilla ».

Sin víveres, viendo a sus compañeros caer enfermos y morir exhaustos, Elcano pasó el cabo de Buena Esperanza y de allí, rumbo norte y a por el Atlántico, hasta Cabo Verde. En total, 160 días de navegación ininterrumpida. Sabemos todo de los 100 días de la travesía del Pacífico, el hambre y el escorbuto, lo que comían y hasta lo que pagaban por una rata (medio ducado, según Pigafetta), y muy poco de estos 160 días que concluyen con una estratagema: llegar a tierra en Cabo Verde, isla de Santiago, diciendo que vienen de América y les ha desviado una tormenta, para comprar esclavos que ayuden en la bomba de achique , porque los castellanos ya no tienen fuerzas.

Errados un día

Han sobrevivido semanas con exiguas raciones de arroz y agua pestilente. Están al borde de la muerte. Francisco Albo, el piloto, consigna que llegaron un miércoles «y ese día tienen ellos por jueves, y asi creo que nosotros íbamos errados en un día» . Acaban de descubrir el resultado de dar la vuelta al mundo, han perdido un día, porque han llegado el 9 de julio según sus cuentas, y en Europa es ya el 10.

En Cabo Verde envían 13 hombres a por víveres y son arrestados. Tienen que salir huyendo para no acabar todos en la cárcel: «Hicímonos a vela con todas las velas y fuímonos con veinte y dos hombres dolientes y sanos» , añade Albo. Es 15 de julio de 1522. Llegarán el 6 de septiembre a Sanlúcar, sólo 18 hombres, que parecen espectros y han dado la vuelta al mundo. Les acompaña un par de indígenas libres que se enrolaron en Maluco.

La exposición reúne también las armas que llevaban a bordo J.M. Serrano

Herrera lo cuenta así: «Tardaron en ir, i venir, tres años, menos catorce dias; erraronse un dia en la cuenta, i asi comieron Carne los Viernes, i celebraron la Pascua en Lunes…» Por ello «Merecerá siempre eterna memoria este capitán Juan Sebastián el Cano, pues fue el primer que rodeó el mundo, no haviendo hasta entonces entre los Famosos Antiguos, ni en los Modernos, ninguno que se le pueda comparar».

De este modo, certificando empíricamente las limitaciones de las reglas aceptadas hasta entonces, nacía el mundo global. Sobre las tablas de aquella nao cargada de clavo a tan alto coste, que había atravesado todos los meridianos de la tierra, latía un mundo nuevo.

Los instrumentos de navegación: con estos modestos aparatos se pudo dar la vuelta al mundo conociendo en todo momento la posición de la nao y la situación del mar J.M. Serrano

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