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Del tiempo y el espacio en el desierto

Durante una semana, actores y cineastas españoles conviven con los cerca de 27.000 refugiados saharauis que conforman la Wilaya de Dajla

El campamento de refugiados de Dajla acoge desde el pasado 5 de mayo el Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara). /Dani Valera.

El campamento de refugiados de Dajla acoge desde el pasado 5 de mayo el Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara). Durante una semana actores y cineastas españoles conviven con los cerca de 27.000 refugiados saharauis que conforman la Wilaya, situada en medio de la nada, en plena 'hamada' argelina. A través de los siguientes testimonios, el mundo del séptimo arte intentará transmitir a los lectores el día a día en el festival, sus experiencias en el desierto, así como la convivencia con un pueblo que pese a tener que vivir lejos de su tierra y en una situación precaria no borra la sonrisa de su cara. Toda una lección de humildad.

Sergio Peris-Mencheta: "Diez y veinte de la mañana en Dajla. Hace una hora y media que esperamos que empiece la carrera de camellos. El sol pega sin piedad y la paciencia del “occidentalito de a pie”, lejos de consumirse y provocar la inevitable queja, se mantiene sorprendentemente intacta. Me siento como un estado de “conciencia alterada”: el tiempo no me importa tanto y aquí el tiempo parece que se ha parado.

Hoy hemos comido couscous que Zeira estuvo cocinando durante tres horas. Cuando nos lo dijo, casi fue lo que más agradecí: el tiempo que nos había dedicado. La sensación que me transmite es que el tiempo era lo de menos. Dicen que el tiempo es una invención del ego, y que pasa más lento conforme envejecemos. A mayor estructura egoica, más rápido pasa el tiempo de la vida. El pueblo sahraui demuestra en ese sentido una casi ausencia total de ego. Aquí no hay prisa y la espera, tal y como la entendemos en Occidente, pasa de ser una incómoda obsesión, para convertirse en compañera de viaje. Aquí no hay prisa y el tiempo desaparece entre la arena. Sólo importa el presente.

Bashir no habla mucho español pero lo entiende todo, hasta el punto que hace sentirme incómodo. Me mira de una forma tan transparente que me muestra lo opaco que soy; siento que me mira y que me ve; que me abraza y me quiere...pero me quiere sin responsabilidades; es un amor sin plazos ni planes de futuro. Dicen que el espacio en Occidente es la distancia que nos separa a los unos de los otros. Y es que esta distancia, a diferencia del inmutable paso del tiempo, sí que depende de nosotros: nos acercamos y nos alejamos. Sencillamente. Aquí en el desierto, las distancias, por paradójico que pueda parecer, se reducen y quedan fuera de nuestro control y en manos de la 'Madre naturaleza'. Aquí uno no se aleja del otro porque no lo necesita. uno se deja invadir por la sonrisa de Bashir, por su amor incondicional. Te lo da todo aquí y ahora. y la distancia de pronto no existe. Y el espacio y el tiempo desaparecen Y todos somos el mismo".

José Luis García-Pérez: "Si un país lo conforma la determinación de su pueblo estas gentes saharauis tienen un estado inmenso. Un país de sonrisas, té y charla, pero un país de arena pedregosa, viento racheado contra la cara. Un país sin corriente ni electricidad. Un país con un muro. El muro de la vergüenza. Vergüenza torera que nos debería dar. Un pueblo en mitad de la nada, rodeada de arenas sin mar, de dunas sin orillas. De desierto sin final.

Y que estemos, cerca de 450 españoles, acompañándolos, dejándonos llevar por sus emociones, por sus miradas. Y ellos dejándose llevar por nuestro cine. Pantallas en mitad del desierto rodeada de cientos de ojos curiosos, atentos, sensibles y receptivos. Y es que aunque duele decirlo, quizá se trate de no tener el pasaporte español en regla para apreciar finalmente lo que la cinematografía española produce.

Es nuestro territorio la política entra en cultura. Aquí la política va por otro lado, por el lado de la lucha de entrar a un cine sigue suponiendo para ellos entrar en un universo de nuevos sabores, de nuevas sensaciones. Hay que venir al Sáhara Occidental . Hay que venir y sentir a los saharauis. Y hay que venir y darse cuenta de que tenemos que hacer más por ellos. ¡Mucho más! Sáhara Occidental, un pueblo determinado a acercar su tierra al mar. Su mar".

Farah Hamed: "Un viaje largo en el vacío del desierto. Vamos al rincón olvidado del mundo. una extensión de tierra interminable seca, dura. Contrasta con la alegría y la hospitalidad de su gente. ¡Esta es su casa! repite aisha y eso es así. Gente de mirada noble y generosidad infinita. Te sorprende su organización en la nada, sus casas, su té.

Llega la noche. Una enorme luna, la misma que se ve al otro lado del muro. Aquí parece que el tiempo no existe. ironías de la vida: yo de origen marroquí y aquí en el Sáhara. Me acogen con amor, con respeto. Me dicen: "Somos hermanos de los marroquíes, el problema es con su Gobierno no con su gente". Me conmueve esa mirada transparente. Siempre he pensado que lo importante son las personas, sus sueños. yo no entiendo de banderas, no son más que trozos de telas al viento. Me quedo con el corazón de la gente, con su verdad. Los muros, las fronteras, las separaciones me parecen inútiles, como retener el agua entre las manos".

D'Noe Lamiss: "Desde Dajla a mi africanía, Dnoe Lamiss Hartani desea que su alegría se convierta en algo más que un sueño para que un pueblo que dice que mientras haya un Dios y un millar de días 'mejor que yo a la tierra que la piso cada día'. ¡Sáhara libre!".

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