La tempestad de Lola Flores, a través de los ojos de Carlos Saura

El cineasta ha recuperado una imagen de la icónica artista jerezana que él mismo capturó durante el rodaje de ‘Sevillanas’, en 1991, que después ha restaurado e intervenido para lanzar una edición limitada de 85 piezas. En total, 70 reproducciones seriadas y 15 fotosaurios (fotografías intervenidas), que podrán ser adquiridas a través de la web de RoutArt Ediciones a partir del 18 de junio. Asegura no tener «ni idea de los precios». «A mí solo me ofrecieron el proyecto y ha terminado siendo muy divertido, no me interesa nada más», se justifica a ABC, antes de recordar a la homenajeada: «Yo era amigo de Lola antes de rodar ‘Sevillanas’, ya que vivía cerca de ella, en la calle María de Molina de Madrid, por lo que fui a muchas fiestas de cumpleaños en su casa. El jolgorio que se formaba era maravilloso, con el Pescaílla y todos los gitanos por ahí. Por eso pensé en ella rápidamente cuando se planteó la película».

El director tiene grabado el día que tomó la fotografía que ha intervenido ahora: «Llegamos al estudio y ninguno sabíamos lo que iba a hacer. Al final, milagrosamente, lo improvisó todo. Me pareció tan fascinante lo que estaba haciendo que empecé a fotografiarla con mi cámara, sobre la marcha, mientras rodaba». Veinte años después, la imagen vuelve a cobrar vida de diferentes formas, con la ayuda del artista malagueño Javier Calleja . «Aunque nunca había hecho fotosaurios tan grandes, los hago desde hace muchos años, cuando vi que las fotografías que revelaba me salían defectuosas y me negaba a romperlas. Era una forma bonita de trabajar sobre las imágenes, hasta el punto de que adquirían formas tan cambiadas que no se parecían en nada al original. Ten en cuenta que, en aquella época, retrataba a muchos pasajeros del tren entre Collado Mediano y Madrid, a escondidas, cuyos rostros no podía exponer, así que los pintaba», comenta.

A sus casi 90 años, Saura ha podido vincular en este último proyecto dos de sus grandes pasiones: la fotografía y el flamenco. La primera la ha practicado casi toda su vida, desde que se produjo el flechazo con apenas 7 años. «Me dediqué a ella por amor. Era muy tímido y empecé a retratar a una chica que me gustaba con una cámara malísima que me regaló mi padre. Luego revelaba alguna imagen, escribía ‘te amo’ en el dorso y se la entregaba, pero nunca contestó», lamenta entre risas. A los 17 una imagen suya fue portada de ABC -«¡me dieron 25 pesetas, fíjate! Eso era lo más. Pensé que ya tenía mi carrera hecha»- y a los 19 realizó su primera exposición. «Desde entonces, nunca me ha abandonado, a pesar de las cerca de 50 películas que he estrenado. ¡Madre mía, quién me lo habría dicho a mí cuando tenía 40 años!», subraya.

Al flamenco, por otro lado, le ha dedicado una buena parte de su filmografía. De hecho, casi nadie sabe que su primer cortometraje, de 1955, cuando tenía solo 23 años, también se titulaba ‘Flamenco’, como el famoso documental que rodó en 1995 con la ayuda de Paco de Lucía, Enrique Morente, Joaquín Cortés, Tomatito, José Mercé, Rocío Jurado y Carmen Linares, entre otras figuras. Algo normal, porque, según reveló el director a ABC en 2016, aquella película que retrataba a su hermano pintando un cuadro apaciblemente, y que rodó en 16 milímetros, desapareció para siempre cuando «unos ultras incendiaron su casa de Cuenca».

Después no solo llegaron ‘Sevillanas’ y ‘Flamenco’, sino la ya olvidada trilogía que realizó con el bailarín Antonio Gades , que comenzó con ‘Bodas de sangre’ en 1981. Un título con el que inventó un nuevo género de película de danza, que contribuyó a divulgar la extraordinaria transformación que estaba viviendo el baile español en el mundo durante aquellos años. A esta le siguió ‘Carmen’ (1983) y ‘El amor brujo’ (1986), inspirada en la obra de Manuel de Falla. «El flamenco es la mejor música que tenemos en España, sin duda alguna. Se puede comparar al jazz, porque pertenece al pasado, está en el presente y tiene porvenir, porque es capaz de adaptar otros ritmos y hacerlos propios. Además, se expande muchísimo y, cuando lo estudias en profundidad, te das cuenta de que tiene un montón de posibilidades. Para mí siempre ha sido una especie de descanso del cine de ficción que he hecho, ya que me ha permitido tener delante de la cámara a los artistas más importantes y diversos de la historia del flamenco», añade con una sonrisa de clara satisfacción.

Una afición que el director de cine llevó siempre por bandera, a pesar de que esta le convirtiera en la «oveja negra de la familia». «Pero no lo pude evitar. Me gustaba tanto que, durante el rodaje de ‘Flamenco’, aunque las tomas eran perfectas a la primera, les hacía repetirlas de nuevo, sin darles una explicación, solo para volver a escucharles», reconoce.