Sigena recupera el colorido esplendor de su ‘Capilla Sixtina’
Un documental explica el asombroso empeño de un astrofísico por recrear la Sala Capitular del monasterio, joya del románico quemada en 1936
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Iniciar sesiónOjos como platos y expresión de asombro. Primero los arcos, luego las pinturas. ¿Que les falta alma, profundidad? Pues vuelta a empezar. Y no se olviden de los techos. Porque, ya que estamos, habrá que reproducir con esmero y a escala real ese laberinto de ... artesonados y relieves; es cielo de maderas nobles bajo el que paseaban la reina Sancha de Castilla y su esposo Alfonso II de Aragón hace varias centurias. En la caja de herramientas, gubias, formones y gramiles como los que se utilizaban hace 800 años. Y en el ordenador, la magia digital para recuperar una policromía que desapareció pasto de las llamas. ¿Doscientas horas de trabajo para colorear únicamente una imagen? Así sea. Esos azules resplandecientes bien lo merecen. Cualquier cosa con tal de cumplir un sueño nacido entre ruinas románicas y profundas cicatrices guerracivilistas.
«Yaya, reconstruiré Sigena», le dijo Juan Naya a su abuela cuando apenas levantaba metro y medio del suelo. Dicho y hecho: este astrofísico oscense nacido en Villanueva de Sigena en 1968 ha cumplido su promesa y ha devuelto a la Sala Capitular del monasterio de Santa María de Sigena, una bóveda repleta de frescos y pinturas murales, una suerte de Capilla Sixtina del arte románico, su esplendor original. Un milagro digital nacido del empeño personal del ahora director general de la farmaceútica Isdin y del que da buena cuenta ‘El sueño de Sigena’, documental dirigido por Jesús Garcés Lambert (‘Caravaggio, en cuerpo y alma’, ‘Amazing Leonardo), que llega este martes a los cines tras estrenarse a finales de octubre en la Seminci de Valladolid.
«Mi sueño era mostrar la sala capitular en todo su esplendor, tal y como la había visto mi abuela cuando llevaba pan y huevos a las monjas», explica Naya. De crío, añade, su abuela le hablaba de una sala que «era como un sueño», un espacio casi mágico decorado con pinturas murales del siglo XIII. «La experiencia estética de entrar en la Sala de Sigena era indescriptible. Primero, porque los techos son dorados e imitan la bóveda celeste. Y después, porque todas las paredes tenían como base el lapislázuli», explica en la cinta Manuel Castiñeiras, catedrático de Historia del Arte de la UAB. «Es una obra maestra del románico. La Sala Capitular de Sigena podría ser otra Capilla Sixtina», añade Jordi Camps, conservador de románico del Museo Nacional de Arte de Cataluña (Mnac). De todo esto, sin embargo, no quedaban más que indicios, ya que tanto la sala como las pinturas acabaron prácticamente destruidas en agosto de 1936 en un incendio provocado por milicianos anarquistas.
Del fuego a la vida
Las que se salvaron, chamuscadas y descoloridas, fueron arrancadas y depositadas en el Mnac, pero ni aquellos fragmentos en los que el dorado y el lapislázuli brillan por su asuencia ni las fotos en blanco y negro que Naya encontró en 2007 en un libro hacían justicia a la belleza original de los frescos. «Lo que yo quería era devolverle la vida a la sala», insiste Naya. Es así precisamente como arranca ‘El sueño de Sigena’, película que documenta un laborioso y a ratos accidentado proceso de reconstrucción en el que Naya ha conseguido enrolar a historiadores, artesanos, especialistas en arte románico, restauradores y artistas digitales.
Un complejo rompecabezas que, con aires detectivescos, recupera la paleta de colores original a partir de unas acuarelas que los alumnos de Josep Puig i Cadafalch realizaron en 1918 durante una excursión al monasterio; estrecha lazos con las coloridas miniaturas de ‘La Biblia de Winchester’, y airea conexiones poco conocidas con Tierra Santa y el ‘El Salterio de la Reina Melisenda’ que, apunta Naya, darán pie a nuevas investigaciones en revistas especializadas. «En este proyecto hay mucha magia por la pasión que Juan le mete a los temas, pero también porque todos los que han colaborado se han contagiado de esa pasión», apunta la mujer de Naya, Mapi Domínguez. Porque, en efecto, ‘El sueño de Sigena’ es la historia de la obsesión de Naya, sí, pero también el retrato de cómo el artesano Paco Luis Martos reconstruye uno de los artesonados de la sala capitular utilizando técnicas del siglo XII. O, sobre todo, de cómo Albert Burzon, responsable del ‘mapping’ de Sant Climent de Taüll, devuelve las pinturas a la vida gracias a la recreación virtual. También cómo en el siglo XII, Burzon parte del blanco y negro de las fotografías de Gudiol y de una paleta limitada de colores (azul, verde, rojo y ocre) para, paso a paso, obrar su magia e inyectar primero color, luego luces y sombras, y finalmente contorno a las pinturas.
Antes de llegar hasta ahí, sin embargo, Naya se las vio con otras técnicas que acabó desechando, piedras en el camino de una carrera con muchos más obstáculos de los esperados. «La de la técnica de la pintura fue la decisión más difícil que tuve que tomar, ya que implicaba recomenzar», apunta. «Cuando empecé contaba con que habría problemas, pero que tendrían una solución más o menos sencilla», añade. Después de un primer año en el que ni siquiera habían conseguido resolver la reconstrucción digital de los arcos, empezó a sospechar que la empresa quizá no sería tan fácil.
Al final, el documental se cierra con otro sueño que bien podría ser el punto de partida de una segunda parte, pero lo que no cuenta es qué ocurrirá ahora con su proyecto. No esconde Naya que le gustaría ver la Sala Capitular proyectada en el monasterio de Sigena. O en el Mnac. O en los dos lugares a la vez, ya que si algo permiten la tecnología 3D y la recreación virtual es la ubicuidad. Tampoco se alude en la cinta a una polémica patrimonial que, empequeñecida y esquinada ante lo asombroso de la empresa, ni siquiera llega a asomar la cabeza.
Eso sí, Naya reconoce que, puestos a pedir, otro de sus sueños sería llegar a ver la Sala Capitular de Sigena en el Metropolitan de Nueva York. Tanto es así que en una de sus últimas visitas a The Cloisters, el astrofísico se llevó una buena reprimenda de un vigilante de seguridad que le pilló ‘in fraganti’ midiendo una sala para ver si, después de todo, el museo neoyorquino estaba a la altura de sus sueños.
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