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Rolling Stones: aprobadillo y por los pelos

La actuación del grupo británico, tras un comienzo prometedor y estruendoso, fue perdiendo ritmo a medida que transcurría los minutos

Vale. Esta vez también pasan... por los pelos. El espectáculo que los Rolling Stones presentan cuatro décadas después de su arranque como grupo es todavía digno, pues digna es la puesta en escena de estos vejestorios incombustibles. Sin embargo, al concierto de anoche, sustentado en un puñado de canciones fabulosas y en el carisma del imparable Jagger, el apacible pero mágico Richards y el saltarín Ronnie Wood, no le faltaron unos cuantos peros. Básicamente, el concierto celebrado en el estadio Calderón perdió el ritmo poco después de un arranque prometedor y estruendoso (magnífico «Brown Sugar», electrizante «Start me Up», formidable esa notable propina del recopilatorio «Forty Licks» que es «Don´t stop») y se volvió trabado y, por momentos realmente pelmazo.

Falló el repertorio Falló en primer lugar el repertorio. Abundaron, naturalmente, los grandes clásicos de la mítica banda, pero, con tantas y tan garantizadas posibilidades como incluye el cancionero de los Stones, la selección no fue probablemente la más acertada. «Simpathy for the Devil» se hizo aburrida, el homenaje a sus propios orígenes con la recreación del «I´m a man» no fue gran cosa, la larguísima versión del «Tumbelling Dice» fue también algo plomiza, la revisión del «Like a Rolling Stone» de Bob Dylan fue sosa y fría... Además, entre canción y canción discurría una eternidad, quién sabe si imprescindible para tomar aire y poder mantener así el tipo.En fin, que el concierto fue discurriendo un poco a trancas y barrancas, con los correspondientes alegrones cada vez que sonaba uno de esos inconfundibles riffs marca de la casa. El escenario era también más sobrio que el de ocasiones anteriores, aunque más elegante también, y estético. El aliño que constituyen los fogonazos, las pantallas de vídeo y los juegos de luces, enormemente resultones, contribuyendo sin apabullar a dar sabor al asunto.No es que fuera un mal concierto, porque incluso a estas alturas resulta difícil pensar en que los Stones no sean capaces de apañar una noche de enjundia. Incluso hubo momentos particularmente intensos y emotivos. Lo que sucede es que hay mucho con lo que comparar -unas pocas giras anteriores; otras opciones para la selección del repertorio-, y no se puede decir que anoche los Rolling Stones alcanzaran su mayor grado de inspiración.

Los Pretenders, más estimulantes La modesta actuación de los Pretenders, que ofrecieron un fulminante ejemplo de sobriedad, actitud, convicción y repertorio, fue, sin ir más lejos, bastante más estimulante. Y eso que el respetable apenas les hizo caso.Habían salido cuando el sol brillaba todavía con fuerza y en apenas tres cuartos de hora repasaron sus mejores canciones, desde las magnéticas «Kid» o «Message of love» de sus primerísimos tiempos, hasta sus éxitos de los años ochenta y primeros noventa. Un concierto corto pero intenso, un aperitivo de lujo para una noche que dejó un ligero regusto de decepción.

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