Oti Rodríguez Marchante

Fernando Fernán-Gómez: el arte de pensar, de decir, de irritarse

Tiene a su nombre una treintena de películas como director, participó como actor en un número cercano a las doscientas, ha escrito una docena de novelas y otras tantas obras de teatro e innumerables artículos y ensayos

Elvira Quintilla y Fernán-Gómez, en 'El guardián del paraíso' ABC

Todo el mundo conoce la vida y la obra de Fernando Fernán-Gómez, y muchos, muchísimos, algunos de los rasgos más característicos de su personalidad. Pero si hay alguien que aún desconozca esa especie de grado universitario de nuestra cultura que es Fernán- ... Gómez, no será por falta de tiempo, pues ahora precisamente se cumple el primer centenario de su nacimiento y ya tenía cumplida gran parte de su vida y de su obra a principios de este siglo, en el que también lleva llovido. ¿Qué hacen aquí leyendo esto?... Vayan urgentemente a graduarse.

La obra de Fernán Gómez, es cierto, no cabe en un curso, pues tiene a su nombre una treintena de películas como director, participó como actor en un número cercano a las doscientas, ha escrito una docena de novelas y otras tantas obras de teatro e innumerables artículos y ensayos, y en cuanto a su vida, la tiene contada en su magnífica autobiografía “El tiempo amarillo”. Pues bien, ni aun repasando a conciencia todo esto se podría tener la seguridad de que no ha cogido uno el rábano por las hojas.

¿Cómo era realmente Fernando Fernán-Gómez?, ¿era lo que veíamos en sus películas, lo que leíamos en sus libros, lo que escuchábamos sobre él?, ¿era aquel tipo a veces encantador y torpe de la pantalla, el intelectual que desmenuzaba el sentir del ser humano o los acontecimientos del mundo?, ¿o era, tal vez, aquel viejo avinagrado que mandaba a la mierda a un señor que le enojaba con su admiración?... En fin, Fernando Fernán Gómez era todo eso y también mucho más: pelirrojo, instruido, bebedor, amiguísimo, enemiguísimo, listo, sagaz, mujeriego, osado, prudente y casi todas las horas del día actor, aunque él se tenía por «cómico», que viene a ser un rango menor (en realidad, mayor) del oficio de interpretar, como un as humilde que los grandes guardan en la manga.

Ni vago ni imbécil

Por el propio Fernando Fernán-Gómez también sabemos que era vocacionalmente un vago redomado y que le habría gustado ser imbécil. Lo cuenta en ese documental titulado 'La silla de Fernando', de Luis Alegre y David Trueba (para sacar un sobresaliente en la graduación de Fernando Fernán-Gómez es imprescindible verlo). «Yo estoy muy capacitado para no hacer nada –dice-; y no soy una de esas personas que necesitan estar trabajando porque si no, no se realizan. Si hubiera sido rico, habría estado perfectamente sin dar ni golpe». También desliza un sorprendente monólogo muy a su modo sobre los imbéciles: «Los imbéciles no sufren. Y si a mí me preguntaran si me gustaría ser imbécil, ¡pues, claro!, qué duda cabe sabiendo que los imbéciles no sufren…, pues encantado de ser imbécil ». De estas impresiones se deduce, naturalmente, que Fernán-Gómez ni era vago ni imbécil, sino que tenía en su interior un sobrante de sarcasmo y que lo expulsaba con seriedad y reflexión, y generalmente envuelto en un tonillo entre la prédica, la guasa y el alegato.

Los monólogos de Fernán-Gómez, fueran suyos a pie de entrevista o escritos para la pantalla por un guionista, son arte mayor , un compendio genial de su persona y también de su personaje. Esos momentos sublimes de lucidez o indignación, como el dicho sobre el tesoro de la libertad en 'La lengua de las mariposas', o el de sus tres frustraciones (no haber nacido en tierra de infieles, el haberse librado de la mili y no poder desertar, y el haberse casado felizmente y no poder por ello conculcar el matrimonio) en 'Belle epoque', o esa entrada en el casino del Conde de Albrit en 'El abuelo', comparable en cólera y violencia a la de Clint Eastwood en la cantina de 'Sin perdón'.

Pero el rasgo esencial de él, de su personaje, es sin duda la permanencia, la reverberación aún hoy y luego de su imagen y muy vivamente del sonido de su voz . Estruendosa, tonante o sosegada mientras que su rostro parecía buscar el término preciso para que sonara con ella. No se necesita un gran esfuerzo para verlo y oírlo, invocarlo, hacerlo presente. Cualquier frase, idea o sentimiento dicho 'al modo Fernán Gómez' adquiere una magnitud y un prestigio inmediato, y basta saber eso para saber también que se puede vivir y obrar sin salirse del continente (y por supuesto, del contenido) Fernando Fernán-Gómez, especialmente si eres actor. Rascando en algunos de ellos, en los mejores, ahí está, o al menos su eco.

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