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DOMINGOS CON HISTORIA

La revista Escorial

A finales de 1940, Falange promovía una empresa de dudosa pulcritud política, aunque de irreprochable consistencia moral

POR FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR

A fines de 1940, arrancaba una de las revistas imprescindibles de la inmediata posguerra, publicada por un grupo de intelectuales falangistas liderado por Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo . Llegaron a editarse algo más de sesenta números, con periodicidad mensual. Pero corresponde a los primeros su mayor expresividad al servicio del rescate y renovación de la cultura española. En ese instante trágico de Europa, Falange promovía con «Escorial» una empresa de dudosa pulcritud política, aunque de irreprochable consistencia moral. Para sus editores, el falangismo devolvería a la nación en ruinas la prestancia de una profunda regeneración. Y esa tarea había de emprenderse en el campo intelectual, que Ridruejo o Laín asumían como continuidad de lo que la violencia decidió en la guerra civil, como encuentro de las armas y las letras. A otras publicaciones, en especial a la «Revista de Estudios Políticos», había de corresponder la elaboración y difusión del mensaje ideológico del nuevo Estado. Otras instancias se encargarían de labores de propaganda. Pero «Escorial» aspiraba a algo que nunca logró: hacer de ese campo del espíritu un indispensable primer territorio de reconciliación de quienes se sintieran españoles.

«El primer objetivo de nuestra Revolución es rehacer la comunidad española, realizar la unidad de la Patria y poner a esa unidad –de modo trascendente– al servicio de un destino universal y propio». Para ello, se deseaba escapar de una visión partidista, aun cuando la guerra civil hubiera sido una necesaria toma de partido, para evitar la disolución nacional en manos de intereses foráneos. Llegada la hora de la victoria, «convocamos aquí, bajo la norma segura y generosa de la nueva generación, a todos los valores españoles que no hayan dimitido por entero de tal condición». Que esta gavilla de falangistas pretendiera que el ideario y el régimen del 18 de julio de 1936 representaran el único cauce para continuar siendo español, muestra el reverso del «liberalismo» que a veces se les ha achacado.

Afán totalitario

En 1940, ni siquiera esta pequeña vanguardia de intelectuales negaba su afán totalitario, su deseo de ver todas las maneras de sentir España bajo las alas del proyecto falangista. Resulta imposible separar las rectas intenciones de tan selecto grupo de su consciente compromiso con el fascismo. Incluso los más honestos solo podían comprender el horizonte de nacionalización de la cultura a través de una doble tarea de integración y depuración.

Buena muestra de ello fue el primer número de la revista. Menéndez Pidal colaboró con su enérgica defensa de los valores de servicio a la monarquía y de voluntad evangelizadora de la conquista de América. José Corts Grau identificó las reflexiones renacentistas de Luis Vives con el sentido imperial del nuevo régimen. Eugenio Montes salió al paso de la deshumanización provocada por la autonomía de la técnica en la sociedad industrial. El marqués de Lozoya escribió una furiosa y burlona caricatura de Erasmo. Laín comenzó sus reflexiones sobre la singularidad cristiana de la medicina. Poemas de Adriano del Valle, Juan Panero y José María Alfaro llenaron, con desigual fortuna, las páginas dedicadas a la lírica.

Sin embargo, el artículo que había de señalar con más claridad el filo de la navaja moral sobre el que caminaban las intenciones nacionalizadoras de «Escorial» fue el texto de Ridruejo dedicado a Antonio Machado : «El poeta rescatado». La mezcla de amor y resentimiento, de reproche y alabanza, de injuria a la causa política de los vencidos y compasión por el drama personal de los derrotados, expresaba la severidad de una conciencia revolucionaria que solo entendía la reconciliación de los españoles mediante la más dura legitimación del 18 de julio. Que fuera imposible entenderlo de otro modo a la altura de 1940 nadie puede negarlo. Pero nadie puede negar tampoco que ese anhelo de construir la cultura de los españoles sin privilegio alguno de bando escogido resultara una ilusión ingenua y candorosa. Ridruejo parecía preguntarse cómo era posible que un español honrado hubiera podido oponerse a algo tan obviamente justo como Falange . En su actitud latían aún aquellas angustiosas palabras de José Antonio en su testamento, cuando manifestaba que una de las causas fundamentales de la guerra civil residía en que los buenos españoles no hubieran querido escuchar el mensaje falangista.

Complejidad social

El elogio de Machado, considerado por Ridruejo el mejor poeta español desde el siglo XVII, se convertía en algo menos generoso al retratarlo, por sus ideas políticas, como un hombre ingenuo, incapaz de comprender la complejidad social que le rodeaba. Un individuo cuyo distraído deambular de sabio y su bondadosa credulidad hacían de él uno «de esos secuestrados morales», víctima propiciatoria por »la senilidad, el hábito de la incomunicación y una cierta incapacidad para el entendimiento del mundo real». En el momento de ruptura de España, personas como Machado habían sido objeto de instrumentalización indecorosa, de «negocio» ideológico a manos de «una minoría rencorosa, abyecta, desarraigada, cuyo designio último puede explicarse por la patología o por el oro». Frente a ellos, se alzó la «verdadera, recta y limpia violencia nacional» de quienes deseaban reparar las injusticias sociales sin destruir el espíritu de la nación . A esa generación salida del combate pertenecía, según Ridruejo, el poeta que erró en sus decisiones políticas, con tanta fuerza como acertó en la construcción lírica de la reivindicación del ser español. La terca melancolía regeneracionista de un hombre del 98 podía cancelarse en el tiempo de la posguerra, cuando amanecía una España «que va a merecer el alma de su verso como la fortaleza merece la caricia».

Con estos mimbres que sus propios gestores modificarían años después, iniciaba su andadura «Escorial». Sus contradicciones, su voluntad de sumar, su frustración ante la imposibilidad de hacerlo con tan enérgica línea de discriminación, forman parte esencial de los esfuerzos por levantar, sobre tanta sangre derramada, sobre tanta ilusión depuesta, sobre tanta carne diezmada de la patria, una idea generosa y reconciliada de España.

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