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Residencia de Señoritas, cantera de pioneras

La Residencia de Estudiantes abre el día 1 una muestra sobre la versión femenina de una institución que revolucionó la Educación en España

María de Maeztu impartiendo clase en la Residencia de Señoritas ARCHIVO INSTITUTO INTERNACIONAL, MADRID

JORGE S. CASILLAS

Les acusaron de subversivos , de anarquistas e incluso de no ajustarse a la realidad de España. Ocurre a menudo que lo que rompe con lo establecido genera dudas entre los conservadores; y eso fue justo lo que sucedió primero con la Residencia de Estudiantes y más tarde con la Residencia de Señoritas, la «versión femenina» de una institución que revolucionó la Educación en España por sus métodos, su exigencia y el enorme talento que acumuló en sus aulas.

La Residencia de Señoritas nació casi como consecuencia de una mudanza. La antigua Residencia de Estudiantes de la calle Fortuny (a la que solo acudían hombres) se estaba quedando pequeña y empezaron a construir otra en su emplazamiento actual, la calle del Pinar. Corría el año 1913 y decidieron destinar los edificios antiguos para crear una residencia de mujeres a imagen y semejanza de aquella en la que estudiaron García Lorca, Salvador Dalí o Luis Buñuel. Esta institución, que abrió sus puertas hace ahora un siglo, recibe el homenaje de la Residencia de Estudiantes con una exposición, organizada junto con Acción Cultura Española (AC/E) , que reunirá fotos y documentos inéditos de una generación de mujeres que buscó la igualdad de género a través de la enseñanza.

«Tenemos todas las plazas cubiertas y nos sobran peticiones», aseguraba por carta el presidente de la Residencia de Estudiantes en 1915, poco antes de empezar el curso. «Dentro de dos años podremos hacer lo que queramos. Aquí en Málaga, donde era mirada la Residencia como una institución casi anarquista, está ya considerada como cosa tan pública, beneficiosa y oficial, que no podré atender este año las peticiones que recibo [...]. Creo que no debe usted apurarse lo más mínimo por lo de las señoritas: eso llevará el mismo camino».

Con esa determinación nació la Residencia de Señoritas, que pretendía la igualdad educativa y profesional entre hombres y mujeres. Un objetivo que todavía hoy no se ha cumplido pero que entonces era el motor de un internado donde todo giraba en torno a la educación. «Las alumnas tenían que entregar una especie de horario en el que detallaban cómo habían repartido su tiempo a lo largo del día», explica Almudena de la Cueva, comisaria de la exposición. Por las tardes hacían una reunión de todas las residentes (alumnas y profesoras) y las salidas nocturnas debían estar justificadas. De acuerdo con los usos de la época, ellas tenían un horario más rígido que el de los chicos, pero también iban a conciertos o a esquiar a la sierra.

Intercambio de ideas

«La Residencia era una institución novedosa que quería implantar un tipo de educación que en ese momento no se daba en España. Incluían la educación física, los viajes, la práctica en laboratorio...» , detalla De la Cueva. «Era una formación que fomentaba el diálogo y el intercambio de ideas. Que no todo fuera escuchar al maestro sin tener un punto de vista crítico. Esa evolución hizo que en muchos sectores fuera recibida de forma regular».

Un día, un ministro visitó la Residencia de Estudiantes y al ver los métodos tan avanzados que utilizaban le dijo a Alberto Jiménez Fraud, presidente de la institución: «¿Pero usted cree que esto es España?». Jiménez respondió: «No, pero lo será». A pesar de su exigencia, la Residencia de Señoritas no era una Universidad privada, sino el lugar donde muchas estudiantes universitarias (la minoría) y no universitarias (la mayoría) encontraban las herramientas y el ambiente de estudio adecuados para completar su formación.

En este sentido jugó un papel fundamental el International Institute for Girls in Spain, una institución norteamericana con sede en Madrid que aportó medios materiales, métodos de enseñanza y hasta profesores. Además, por mediación de este Instituto Internacional se alcanzaron varios acuerdos con colleges femeninos norteamericanos para conceder becas de intercambio supervisadas por María Goyri y Zenobia Camprubí.

Alumnas ilustres

La iniciativa fue cuajando y bajo la dirección de María de Maeztu la Residencia de Señoritas pasó de tener espacio para treinta estudiantes a contar con una docena edificios con capacidad para casi 300. Por sus aulas, repartidas entre las calles Fortuny, Miguel Ángel y Rafael Calvo, pasaron Victoria Kent (abogada y política), Matilde Huici (abogada), Delhy Tejero (pintora) o Josefina Carabias (abogada, escritora y periodista), mujeres que entendieron que el camino más corto y duradero a la libertad estaba en los libros y la educación.

Ellas tuvieron como profesoras a María Goyri, María Zambrano, Victorina Durán o Maruja Mallo, cuyos cuadros ocupan un lugar destacado dentro de la exposición. A lo largo del curso también colaboraban otras mujeres brillantes del siglo XX como Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, María Martínez Sierra, Clara Campoamor o Concha Méndez.

La institución no dejó de crecer y llegó al año 1936 con casi un 50 por ciento de estudiantes universitarias bajo su techo, una cantidad ingente para la época. Sin embargo, la Guerra Civil se llevó por delante muchas de las aspiraciones de estas alumnas y el proyecto de la Residencia de Señoritas se agotó en torno al año 1940 , cuando muchos de sus edificios pasaron a manos de otras instituciones de la dictadura. ¿Tuvo tiempo la Residencia de cumplir sus objetivos? «Yo creo que sí porque ese cambio se transmitió de algún modo a las siguientes generaciones –opina la comisaria de la muestra–. Se vio que en un momento dado fue posible y cuando hubo ocasión de recuperar el terreno perdido ahí estaba el precedente de la Residencia».

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