ABC El reportaje gráfico de la Leyenda negra
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El reportaje gráfico de la Leyenda negra

Melquiades Prieto reúne en «La guerra de papel» los grabados y pasquines fabricados por los enemigos del imperio español que construyeron la calumnia sobre la conquista de América y el gobierno de los Países Bajos

Javier Santamarta

Creemos que vivimos en el más moderno de los mundos y al tanto de la actualidad más rabiosa, tan sólo porque nuestra capacidad tecnológica nos permite hacer cosas que se convierten en populares. Como los famosos «memes» que circulan por las redes sociales. Ese tipo de imágenes manipuladas de algún modo intentando así ridiculizar un hecho o una persona. Esto es, lo mismo que los enemigos de la Monarquía Hispánica hicieron a lo largo de siglos, con una serie de ilustraciones que quedaron como sustrato icónico de la llamada Leyenda Negra.

En «La guerra de papel», el nuevo libro del filólogo y editor histórico, Melquiades Prieto, publicado por Modus Operandi, nos vamos a encontrar con la mayor recopilación de grabados sobre todo los tópicos posibles que sobre dicha Leyenda pueda haberse hecho. Una verdadera labor de estudio que acabará, muy seguramente, como libro de referencia.

Preguntamos al autor si la Leyenda Negra sigue viva todavía en el imaginario colectivo español. «Como toda leyenda -afirma-, alimentada de fábulas y fantasías, atacada por la realidad, había ido perdiendo su atractivo». Melquiades Prieto ha encontrado en libros y artículos referencias a un tiempo pasado en la que pervivía, «quizás más entre españoles que entre foráneos. Parecía ya sólo un capítulo de los manuales de Historia».

Sin embargo, los estudios «sobre el asunto o alguno de sus aspectos no dejaron de producirse, tanto en español como en otras lenguas -la familia Borgia, la Inquisición, Felipe II, el Duque de Alba, Bartolomé de las Casas, la Guerra de Flandes, los Tercios…- fueron investigados con rigor. En el ámbito académico, nunca decayó el interés por el esplendor del llamado Imperio español, época a la que me ciño en «La guerra de papel»».

¿Entonces, por qué parece que ha vuelto? «Con la venida de la crisis vuelve a ser popular. De pronto volvimos a ser emigrantes, pobres de pedir y hasta tuvimos que cambiar de rey; estábamos regidos por gobernantes tenidos por flojos, si no malhechores. A las dificultades económicas se sumaron las políticas: el ''procés'' independentista casi acaba en secesión. Volvimos a leer en la prensa internacional que las gentes del sur de Europa solo pensábamos en el jolgorio, en no trabajar y vivir de las subvenciones. Éramos unos «pigs». Pareciera que a la nación le temblaran las carnes», considera Prieto.

Así estaban los ánimos cuando cayó la bomba editorial de «Imperiofobia y Leyenda Negra»… de Elvira Roca Barea. «Con su inaudito éxito se ha ganado un puesto preferente en los anaqueles bibliográficos, lo quieran o no sus contrarios, que viven solo de atacarla», subraya el autor..

«La guerra de papel» se presenta como investigación sobre el origen iconógrafico de dicha Leyenda Negra y recoge «más de 500 grabados, dibujos y caricaturas». ¿Tiene la Leyenda inicio o final? «El inicio, como todo en la vida, es incunable -bellamente responde don Melquiades-, vino impuesto por la neonata imprenta de tipos móviles. Como la producción iconográfica impresa de modo mecánico en los primeros cincuenta años fue balbuceante, he arrancado con las xilografías que se publicaron contra el Papa Borgia, Alejandro VI. Y me he extendido hasta 1648, Paz de Wetsfalia, que sancionó de jure la independencia de las Provincias Unidas, hoy Países Bajos, cuando la imprenta se consideraba ya un arte».

Uno puede preguntarse, delante de los grabados de la época, hasta qué punto cumplían una función simbólica volcada en la imagen negativa de lo español o buscaban una literalidad difícil de creer. A este punto, Prieto comenta que antes de la imprenta, la cultura «solo llegaba a una capa privilegiada, podemos estar hablando de un 3% de la población». Tras el invento de Gutenberg añade imágenes a los libros, especialmente los de Caballerías. Y aparecerá un nuevo «producto». «Hablamos de los pasquines, folletos, opúsculos, hojas volantes y los populares panfletos del norte de Europa. El peso de la imágenes en estos últimos es muchísimo mayor. El destinatario ya es mucho más amplio. No hay que ser muy rico para adquirir o acceder a unos folios impresos».

Para leerlas, el nuevo público exige que sean «sencillas, contundentes, exageradas y que sirvan para descalificar al rival. ¿Cómo? Responsabilizándolo de actuaciones nefandas desde una perspectiva múltiple: religiosa, política, económica, militar, etcétera. No es tanto que a los españoles se les tuviera por crueles sino que -por ideología- se habla de ellos sólo por su crueldad, por su escasa espiritualidad, por su afán de dominio, etcétera. ¿Alguien piensa que en la cruda realidad los soldados españoles hechos prisioneros recibían mejor trato y una muerte más digna que los que les imputan a ellos en los panfletos?», se pregunta el autor.

El asunto es que los panfletos pronto mostró su eficacia, y los propagandistas empezaron a competir: es el inicio de una guerra de papel. «En los primeros años del siglo XVII la munición manejada era ya de gran sutileza. Habían muerto ya todos los grandes protagonistas, habían ocurrido ya los grandes saqueos, las discusiones, ya solo quedaban los espectros, los símbolos».

-¿Cuál es el episodio que resume mejor esa imagen presuntamente viciosa y salvaje de los españoles?

-La imagen es múltiple, con ligeras variaciones: la eficacia de la degradación del enemigo en las hojas volanderas destinadas a la naturaleza y el carácter del señor español. Junto al libro regalamos un ejemplo, en hoja suelta, para que se pueda apreciar en una dimensión similar al original.

El hito de la Inquisición, el papel de la Iglesia Católica, Trento (¿nos equivocamos de Dios?) es otra de las bases de la supuesta crueldad que nos achacan. ¿Qué opina?

-Mis seis años de instrucción clerical no me amparan para terciar sobre asunto tan grave. Solo sabré decir que de la Inquisición con frecuencia se habla a tontas y a locas y que avergüenza tener que utilizar argumentos de autoridad de investigadores foráneos para que se tengan por más serios.

¿Qué parte hemos de asumir como verdadera en actos de los que, como en cualquier época o nación, no podemos sentirnos en absoluto orgullosos?

-Como es bien sabido la verdad publicada es la que manda. Solo en los últimos tiempos Guillermo de Orange ha podido ser estudiado en Holanda como un más que probable traidor a su soberano. Es el padre de la patria, no se hable más. Los españoles de hoy deben asumir que nuestros antepasados no fueron distintos a los demás habitantes con los que se relacionaron. Cuando su Rey gobernaba gran parte del mundo, igual que eran admirados eran temidos.

La conquista de América, y la furia ejercida en los Países Bajos son los hitos. Viendo las ilustraciones, ¿no se corría el riesgo de que tanta exageración resultara increíble?

-Todo cuanto se refería a América tenía que ver con el interés de media Europa en poner pie en aquellas orillas. Los fabulosos tesoros de los que se hablaba no hacían más que alimentar la codicia. Cuando descubrieron el librito de Bartolomé de las Casas, con más de tres decenios de libre circulación por los reinos hispanos, se afanaron en adaptarlo a su conveniencia. En su presentación enfatizaban la condición de obispo español, es decir, de la fidelidad de los hechos narrados. Frecuentemente el texto sufrió cambios en su título, se le añadieron prólogos y advertencias, todo con tal de ennegrecer aún más los excesos del dominico sevillano. Aún más, las versiones flamencas llevaban una explícita admonición de que lo que allí se decía les iba a pasar a ellos si no se precavían. Cuando De Bry añadió las diecisiete estampas que Winghe había preparado para el gran volumen dedicado a América: los apaleamientos, los braseros, los perros, los tiernos infantes bárbaramente despiezados… conmovieron al público. Todo por la avaricia de los españoles; los mismos que el resto de naciones se afanaban en sustituir en aquel expolio. Algunos tuvieron que esperar hasta la mitad del siglo XIX para demostrar cómo se padece en cabeza ajena la fiebre del oro. De la campaña en los Países Bajos no puedo más que admirarme. Como queda en evidencia en esta guerra de papel, es el prototipo de trabajo que se ha seguido en todos los siglos posteriores. Convertido en tirano tu rival, todo lo peor podrá ser predicado de él. Valen las mentiras, hasta transformarlas en verdades.

¿Qué le ha impresionado más?

-Toda la serie que presenta a las Diecisiete Provincias, personificadas en frágiles y delicadas doncellas, recogidas en un frondoso huerto, solo defendidas por Leo Belgicus ante el acoso de zorros, lobos y cerdos españoles. No son grabados en sí violentos, son presagios.

¿Es optimista con la visión que los jóvenes tendrán de nuestra Historia?

-Cifro mi optimismo en que se interesen por ella.