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ENTREVISTA

Rafael Amargo: «Los españoles debemos estar orgullosos de nuestros tópicos»

El bailarín español ha salvado este verano la taquilla del Teatro La Latina de Madrid con su obra de flamenco «Tiempo Muerto 2»

El bailaor Rafael Amargo en el espacio Manzana Mahou 330, en el Palacio de Santa Bárbara de Madrid ABC
Aitor Santos Moya

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Es el tono hecho verso y la lírica, atrezo. Vuela en tierra, pero llega tarde. Una broma, dos saludos, y el hielo más que roto, queda ahora derretido. Acaba de volver de Rusia y ya está pensando en la próxima aventura. Jesús Rafael García Hernández, más conocido cómo Rafael Amargo (Granada, 41 años), atiende a ABC en la presentación de «El Planazo de Manzana Mahou 330» . Para algunos el mejor bailaor del mundo, aunque no dude en quitarse mérito: «En el arte, ¿quién es mejor que nadie? nadie».

A tenor de sus más de 25 años de carrera , la sentencia deja paso a la duda: galardonado por la Asociación de profesores de Danza Española y Flamenco de España, ganador de cuatro Premios Max de las Artes Escénicas, un Premio Positano Leonide Massine de la Danza como bailarín y coreógrafo o la Copa Teatro Pavón para Jóvenes Intérpretes, entre otros reconocimientos . «A decir verdad siempre he corrido mucho...».

Es usted una especie de Rey Midas...

Digamos que se unen los factores constancia, talento, personalidad y quizás suerte. No sé si soy un Rey Midas, no creo... si acaso con algunas tonalidades del oro (se ríe). Intento jugar en primera división, al menos casi siempre.

Acaba de volver de Rusia donde le han catalogado como «el mejor bailarín de flamenco del mundo».

Ahí se han pasado un poquito (se ríe). Ni soy el mejor ni sé si alguna vez me he planteado prepararme para serlo. A diferencia del deporte donde hay una meta, en el arte no existe un podio.

A pesar de que julio y agosto son los meses del año más complicados para la taquilla, usted apostó este verano por llevar 'Tiempo Muerto 2' al Teatro La Latina de Madrid.

A decir verdad sabíamos que había muchas cosas en contra: ocho semanas, con 42 grados a la sombra, en un Madrid con el alquitrán quemando... y cada día a las 8:00 de la tarde ¡métete en un teatro a esa hora! Pintaba todo para que saliera un 'No', y sin embargo ha salido un 'Sí'. Un 'Sí con ole que fuerte aplauso'.

Y por si fuera poco salvó la taquilla de la sala.

Sí, y además tengo que agradecer a vuestro medio, ABC, por ser el único que se hizo eco de ello. Estoy totalmente emocionado, ha sido un exitazo.

Desde el Teatro apuntan que su espectáculo ha servido de «gancho» para muchos turistas. ¿Qué tiene el flamenco que cautiva a tantos extranjeros?

Aunque parezca mentira, cuando están en España vienen a ver el típico tópico: fútbol, toros, flamenco... y evidentemente una buena gastronomía.

No sé por qué pensé que le molestaban ciertos tópicos...

De los tópicos nace el orgullo y creo que tenemos que estar orgullosos de lo que tenemos. De la paella, el flamenco, los toros... Todos los países tienen sus tópicos y no pasa nada. Dudo que en Estados Unidos renieguen del hip-hop o las hamburguesas... algunos habrá, pero seguro que cuesta encontrarlos.

Hablando de renegar, decía Faustino Núñez —uno de los estudiosos del flamenco más reputados— que «donde menos gusta el flamenco es en España.

Y es verdad, pero yo iría más allá y no metería a toda España. Siempre digo que soy un flamenco del norte, me quieren mucho en Barcelona, en Santander... en el País Vasco me adoran, también en Navarra, Asturias, Galicia...

¿Y en Andalucia?

Pues muy poquito. Siendo un bailaor que lleva el nombre de su tierra por todo el mundo... y la primera vez que bailé en Granada fue el año pasado.

Si hace caso al refrán, nadie es profeta en su tierra...

Debe ser... (se ríe). Pero si hablamos desde el punto de la acogida, ahí no tengo palabras. Acudí porque me dieron el cargo público de la dirección del Lorca en los Jardines del Generalife y fueron treinta y tres conciertos muy fuertes, con una taquilla total de 42.000 espectadores. Es una cosa loca para el flamenco meter 42.000 personas.

Rafael Amargo, en un momento de la entrevista ABC

A los 16 años debuta en la compañía de la irrepetible Lola Flores.

Me enseñó a ser cada vez más humilde, a tener siempre en mente que menos es más y que ser grande, grande, grande... solo es posible si logras relajarte. Cuanto tu te relajas y dices 'este soy yo', da igual lo que piensen, lo que digan o lo que hagan. Con Lola Flores aprendí muchísimo, una mujer libre de carga, con la libertad por montera y el amor abierto a todo el mundo. Gran compañera de sus compañeras y en el escenario no canta, no baila, no sé la pierdan.

¿No canta, no baila...?

Fue el titular que dio el «New York Times» cuando la vieron por primera vez. Después de actuar los americanos se quedaron locos, no paraban de decir «oh my God!» (se ríe).

Madrid, Nueva York, Tokio... ¿se vio obligado a crecer antes de tiempo?

A decir verdad corrí mucho. La vida que llevaba de adolescente no era muy flamenca, mis amigos eran niños bien, niños pijos, íbamos a colegios del Opus Dei... y yo de repente quise ser flamenco. Así que después me iba con los gitanos a bailar (se ríe). He crecido de golpe, sin darme cuenta. Pasé de estar con 13 años en un camerino haciendo los deberes con un tutor para poder presentarme a los exámenes, a estar en Madrid a los 16 en una gran compañía, girando por todo el mundo y con una persona el día entero velando por mi. Todo pasa por algo.

¿Su familia le apoyaba?

Gracias a Dios he tenido una familia muy buena. Me han dado todos los estudios que quería, la escuela de Martha Graham en Nueva York, Tokio... nunca han dejado de estar detrás.

Desde 1997 cuenta con su propia compañía, ¿es casi una osadía mantener una compañía privada casi dos décadas después?

Puedo decir que ahora ya se ha hecho una marca, un sello, y dentro de la danza flamenca somos una de las dos o tres compañías privadas que hacemos más trabajos, incluso más que las compañías publicas. En 2017, por el 20 aniversario de la compañía Rafael Amargo, vamos a montar algo gordo. Lo voy a hacer en el Teatro Real, si Dios quiere.

Pocos saben que participó en los pasados Juegos Olímpicos, ¿le gustó la experiencia?

Me encantó, de hecho ahora en unos días me voy a tatuar 'Río 2016'. Sobre todo es la ilusión y el orgullo de haber llevado a esas niñas a subir al pódium, algo que no conseguíamos desde Atlanta 96. Y encima coger una plata que a mi juicio era un oro, pero bueno, las rusas tienen la moda de que se lo tienen que llevar y ya está. Lo importante es que somos olímpicos y la gimnasia rítmica española está otra vez en el top mundial.

También ha tenido tiempo de protagonizar el primer desnudo masculino integral en una portada de revista...

Fue casualidad, hace ya seis años estaba hablando con un periodista que escribía ahí, Ángel Antonio Herrera, y le dije 'ay Ángel a mi me encantaría hacer esto'. Así que lo propusimos y nos dijeron que sí. Nos fuimos a Marruecos, a mi casa, y lo hicimos. Y lo hice sobre todo porque fue lo que me obligó a estar cuatro meses en un gimnasio preparándome para hacer las fotos. A mi las cosas me gustan cuando me dan caña.

¿Qué pasó realmente en aquel polémico Carnaval de Santa Cruz de Tenerife que usted dirigió en 2007?

Yo creo que los que me contrataron tenían muy claro que había elecciones y tenían que jugarse el hacer una cosa rompedora para llamar la atención. Pero el pueblo, y con razón, se les sublevó porque querían seguir manteniendo la tradición... ¿y la culpa de quién fue? ¿del político que me había llamado y encargado que hiciera eso? No, la culpa fue mía que era como el godo que venía de la península y se quiso hacer el moderno. Y lo único que estaba haciendo era un trabajito de encargo. Me llevé todos los palos, cabeza de turco que le llaman.

Si me permite el atrevimiento, guarda un cierto parecido con Pablo Iglesias.

¡Hombre! Le saco dos dedos, soy una pizca más alto, ¿no? (se ríe). Yo lo veo un tío muy 'echao palante', en platós de televisión... ¡no me toques las palmas que lo conozco!

¿Tiene arreglo este país?

Claro que tiene, pero creo que antes deberían rendirse entre todos, poner un poco de orden y pensar que con sentido común se hace mucha más política que actuando por puro capricho. Dicho lo cual, en este país se vive muy bien. España es maravillosa.

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