Prokofiev tiene la culpa

«En el escenario conviven intérpretes lituanos ingleses, griegos, polacos, finlandeses, rusos, ucranianos… en una elocuente demostración de sensatez y repudio del crimen y el genocidio»

Ausrine Stundyte engrandece de forma portentosa su personaje Javier del Real

El anuncio de la llegada al Teatro Real de 'El ángel de fuego' traía consigo la tensión de los grandes acontecimientos, definitivamente confirmada anoche con una representación capaz de demostrar las sorprendentes virtudes de una obra sometida durante décadas a los inconvenientes ... de la historia. La soberbia dirección musical de Gustavo Gimeno en su presentación operística madrileña, la perturbadora puesta en escena de Calixto Bieito planteada en 2017 en colaboración con la ópera de Zúrich y la participación de un grupo de intérpretes definitivamente implicados en una escenificación inquietante, han convertido el estreno español del título en un momento definitivo en la actual temporada.

La ópera de Prokofiev apenas se conocía hasta su incorporación definitiva al repertorio en 1991, tras la representación en el Teatro Mariinski de San Petersburgo bajo la dirección de Valeri Gergiev . Se celebraba por entonces el centenario del compositor y en este caso también libretista, mientras se observaba alrededor el desmoronamiento de la 'grosería soviética' , según la calificó a la URSS la madrileña Carolina Codina, primera esposa de Prokofiev luego condenada al gulag . Así lo recoge Valentina Chemberdji en su recopilación biográfica. Las razones para el olvido del título fueron muchas y no todas claras, aunque es evidente que el regreso de Prokofiev a Rusia en 1936, su conversión hacia la bondadosa Ciencia Cristiana y la preferencia por una 'nueva simplicidad' musical, dejó este asunto de brujería, violencia sexual, fervor religioso y amor desencajado.

Todavía hoy, 'El ángel de fuego' se eleva con un sentido absoluto de modernidad a la sombra de violentos efectos sonoros, exquisitos encuentros instrumentales, un vigor rítmico contagioso y un desenlace armónico audaz. Y aquí es donde la Orquesta Titular del Teatro Real alardeó anoche de medios bajo la dirección de Gustavo Gimeno quien balanceó la obra sin dejar resquicio entre lo brutal y lo contemplativo. Hubo una tensión permanente a ratos fascinante y por momentos poderosa que se engranó coreográficamente con el escenario giratorio sobre el que Bieito con ayuda de la escenógrafa Rebecca Ringst construye una arquitectura irreal. Del choque entre la obviedad de la construcción presentada a la manera de edificio compartimentado y lo ilusorio de sus habitantes y escenas nace el poder de la representación. Están las sombras, las proyecciones, la apariencia de lo figurativo en un espacio que reconstruye un ambiente de los sesenta del pasado siglo, quizá al amparo de un soviet del todo incongruente con la posesión demoniaca de Renata.

Correlación de fuerzas

Al Real acude un primer reparto que conoce bien la producción desde su estreno en Zúrich. Lo encabeza Ausrine Stundyte quien se presenta con la voz un punto áfona pero que poco a poco descubre al personaje, lo engrandece de forma portentosa, hasta convertir a la joven endemoniada en un despojo humano. Por medio queda una interpretación musical inteligente que dosifica la enorme dificultad de su parte y lo lleva hasta lo histérico. La inestabilidad mental es manifiesta y con ella la disfuncional relación con Ruprecht, que encarnado por el barítono Leigh Melsrose se convierte en un personaje lleno de matices. En su caso la voz es más evidente y la interpretación pareja con la protagonista, con ambos dominando el esfuerzo físico y mental. Hay una portentosa correlación de fuerzas en el resto del reparto y, si el tenor Dmitry Golovnin defiende a Agrippa y Mefistófeles con una categoría formidable (la escena protagonizada por el diablo es un prodigio escénico en su misma composición), Agnieszka Rehlis como la madre superiora o Mika Kares en el papel del inquisidor terminan por recolocar la representación en un entorno explosivo.

Las representaciones de 'El ángel de fuego' coinciden con la invasión rusa de Ucrania . Como prólogo a cada una de ellas se interpreta el himno de aquel país . Luego, en el escenario conviven intérpretes lituanos ingleses, griegos, polacos, finlandeses, rusos, ucranianos… en una elocuente demostración de sensatez y repudio del crimen y el genocidio. 'El ángel de fuego' se compuso en un momento en el que se creía que el arte regeneraría el mundo. Hoy, ya es mucho, que aparezca como un ejemplo impecable de la capacidad agitadora de la música y el teatro.

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