Orson y las mujeres: el amante compulsivo
Hace setenta años Orson Welles se disponía a filmar Ciudadano Kane y a consagrar su vida a la desmesura. Fue desmedido con su obra, con su vida y, sobre todo, con sus mujeres —guapísimas, maravillosas todas ellas— a las que amó con toda la exageración de su inmenso ego
Orson y las mujeres: el amante compulsivo
Se cumple ahora el setenta aniversario del contrato que la RKO firmó con Orson Welles para, con plena libertad, escribir, producir y dirigir dos películas. Le pagaron una cifra astronómica para un principiante que solo tenía veinticuatro años de edad, 225.000 dólares, más un ... plus sobre los beneficios. Un año antes, Orson Welles había estremecido y sembrado el pánico entre la audiencia radiofónica con una adaptación de la obra de H.G. Wells La guerra de los mundos que describía una invasión extraterrestre. Las dos películas financiadas por RKO fueron Ciudadano Kane y El cuarto mandamiento. Pero el hombre que revolucionó el mundo de la escena, de la pantalla y de las ondas tuvo además una vida personal y sentimental tumultuosa.
Virginia Nicholson y las bailarinas
Orson Welles conoció en 1934 a Virginia Nicholson, hija de una acaudalada familia que hacía sus primeros pinitos como actriz. Welles tenía 19 años, y Virginia 18. Orson la incluye en su primera película, Hearts of age, que revelaba la influencia de los filmes de terror en aquellos tiempos. La película la hizo con muy escasos medios económicos. Nada más terminarla, marcha a Nueva York dispuesto a trabajar en el Romeo y Julieta que se iba a estrenar en Broadway. Allí surge uno de los más divertidos episodios de su afición a las aventuras amorosas con bailarinas y coristas. El gerente del hotel Algonquin, en el que se alojaba, se quejó de la frecuencia con que pedía dos desayunos. Según su biógrafa Bárbara Leaming, el gerente, Frank, le preguntó «¿no podría pedir usted desayunos especiales». ¿Qué quiere decir, Frank?, repuso un Orson desconcertado. «Bueno pida desayunos dobles pero no dos desayunos». Servir dos desayunos significaba que el hotel consentía que durmiera con mujeres con las que no estaba casado. No se trataba de ningún capricho por parte del gerente. Aunque en la actualidad es difícil imaginarlo, entonces no era raro que en los mejores hoteles pidieran a las parejas el libro de familia. Según recuerda Orson, no era tampoco muy insólito que en ciertos hoteles el detective abriese la puerta con una llave maestra en mitad de la noche para asegurarse de que los que se hallaban en la cama estaban casados. «Tuve que pedir desayunos superespeciales y quienquiera que estuviese conmigo tenía que esconderse en el cuarto de baño». Orson llama a Virginia, que vivía en Chicago con sus padres y se casan en secreto en noviembre de aquel mismo año. Del matrimonio, que duró cinco años, nacería la primera hija del genio, Christopher. Según cuenta Charles Higham, otro de los biógrafos de Welles, éste jamás habló en público sobre su ex mujer, hasta que en un proyecto de guión para una película autobiográfica la describe «como una persona ansiosa de escapar de su familia, ávida de éxitos teatrales, utilizándole a él como el primer tren para salir de la ciudad, y de naturaleza dura y apasionada, un retrato nada halagador de su primera mujer y desde luego en absoluta contradicción con la opinión de los demás».
Dolores del Río, una obsesión
Simultáneamente, Welles tuvo una tórrida relación con Dolores del Río, mito de la cinematografía mejicana. «Yo tenía once años cuando me enamoré de ella», cuenta. «Ella salía en una película que discurría en los mares del Sur, así que me limité a esperar hasta encontrarla. ¡Estuve obsesionado por ella durante años». Décadas después, cuando ya se había extinguido la relación, Welles gustaba de que sus nuevas conquistas llevaran también ropa interior de Juel Parks de Beverly Hills. Dolores era nueve años mayor que Orson. Estaba casada con Cedric Gibbson —director artístico de la Metro Goldwyn Mayer— del que pediría el divorcio con enorme escándalo en la meca del cine, para iniciar en 1941 su apasionado romance con Orson. «Ella estaba loca por él, e impresionada por su genialidad». Dolores y Orson recurrieron muchas veces a la Dietrich, gran amiga del actor. «Marlene venía a ser como nuestra carabina. Yendo con ambas, ¿quién habría imaginado la verdadera situación?». Sin embargo, ya tenía otros planes. Dolores esperaba el divorcio para casarse, pero el olvido de un documento hizo que el divorcio se retrasase, lo que Welles, que se encontraba en pleno vértigo profesional tras el estreno de Ciudadano Kane, aprovechó para romper la relación.
Rita Hayworth, diosa y sencilla
En su mente ya estaba otro mito del cine: Rita Hayworth, con la que se casaría a los cuatro años de su separación de Virginia Nicholson.
Cuando conoce a Rita, en 1943, ésta era ya una diosa en un mundo de mujeres hermosas. «En la intimidad —escribe Charles Higman— era sencilla, poco cultivada, hablaba en tono tan suave que a veces resultaba inaudible, sensitiva y dotada con un gran sentido del humor. No representaba amenaza alguna para el colosal ego de Welles, quien tenía la sensación de que era perfecta para él.» Se casaron en septiembre de1943 y el matrimonio duró cinco años. Tuvieron una hija, Rebecca, pero el matrimonio se resintió enseguida del exhaustivo trabajo que tenía cada uno y que les mantenía alejados. En 1946 Rita obtuvo uno de los mayores éxitos de su carrera con Gilda. Al año siguiente, ambos hicieron un intento de salvar el matrimonio con La dama de Shanghai, pero a una gran mayoría de los espectadores no le agradó que la actriz, una diosa del sexo, que había tenido su apoteosis en la película de Charles Vidor, hiciera el papel de asesina. En noviembre de 1948 se firmaba la sentencia de divorcio.
Judy Garland, amantes y amigos
Durante aquellos años, Welles había tenido numerosas aventuras extramatrimoniales, la más sonada, aunque breve, con Judy Garland. «Sé lo que pasa en los estudios», le reprochaba, llorosa y celosa, Rita, a su marido. Welles y Judy Garland siguieron siendo amigos tras el final de su aventura, y la actriz le llamó en dos ocasiones en que se planteó suicidarse.
Paola Mori, condesa y cinéfila
Welles habría de casarse otra vez, y de su tercera esposa, Paola Mori, tendría su tercera hija, Beatrice. Tres hijas, como el Rey Lear, uno de los más grandes personajes de su adorado Shakespeare. Beatrice, la menor, como Cordelia, fué la más amada de su padre y la que más apoyo le prestó. En mayo de 1955 contrajo matrimonio con Paola Mori, una bella italiana, condesa de Girfalco, loca por el cine, a la que había contratado para que hiciera el principal papel femenino en Mr. Arkadin. Rodada en España, la pareja vivía en el hotel Palace. «Conozco lo que la gente dice de él —afirmó Paola Mori—, un carácter inestable, errático, difícil. Sin embargo voy a casarme con ese hombre. Sé como entendérmelas con él. No es que Orson sea anormal, es supernormal. El secreto reside en descubrir hasta qué punto es normal por debajo del súper».
Oja, un fiel «ménage à trois»
Paola vivió mucho tiempo en España por los trabajos del genio y por su pasión taurina, y soportó infidelidades clamorosas, sobre todo con Oja Kodar, escultora y actriz yugoslava de la que se enamoró en 1961 y con la que mantuvo relaciones hasta el fin de su vida. «La presencia de Oja —escribe su biógrafa— no quería decir que el matrimonio de Orson y Paola fuera a deshacerse. Necesitaba a las dos. Incluso cuando estaba con Oja, su domicilio seguía siendo la casa de Paola y Beatrice». Ambas, madre e hija, le acompañaron cuando, en 1975, el American Film Institute le homenajeó por sus creaciones de Ciudadano Kane, Falstaff, La dama de Shangai, Sed de mal... Por entonces, Emiliano Piedra, productor de Campanas de media noche, rodada en España en 1965, recordaba a Orson Welles en la sala de montaje, horas y horas, con una botella de ginebra sujeta entre las piernas, ultimando una de las tres grandes adaptaciones que el genio hizo de la obra de Shakespeare.
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