Hazte premium Hazte premium

El Pacífico hispánico

El océano Pacífico: el Lago español

Controlado por ambos flancos, nadie sin licencia del rey de España podía penetrar en él. Solo quedaría reservado a un barco y una ruta que harían historia en el mundo: el Galeón de Manila

La estatua de Legazpi y Urdaneta que se alza en la ciudad de Manila ABC

Borja Cardelús

La primera parte del plan de Felipe II para controlar el océano Pacífico, la ocupación de Filipinas, había sido brillantemente ejecutada por López de Legazpi, pero faltaba la segunda parte del plan, no menos difícil, el retorno de Asia a América, tarea encomendada al vasco de Villafranca de Oria Andrés de Urdaneta .

Era Urdaneta un singular personaje que arrastraba un turbulento pasado, ya enrolado en las expediciones fracasadas del Pacífico , ya envuelto en la telaraña política de las Molucas, ejerciendo de soldado o negociador, un aventurero siempre en el límite de la supervivencia, testigo firmante del testamento de Elcano poco antes de su muerte en altamar . Hasta que, quebrantados el cuerpo y el alma por años de afanes y fatigas, vino a ordenarse fraile agustino e ingresar en un convento mexicano.

Y de su retiro le había sacado una carta de Felipe II , pidiéndole que utilizara sus experiencias para tratar de acertar con la ruta de vuelta a través del mar inmenso, el tornaviaje. Y ahora estaba a bordo de la San Pedro , tratando de desvelar el secreto del Pacífico .

Vientos y corrientes

El problema del tornaviaje era la maquinaria de vientos y corrientes del océano Pacífico . Desde América soplaban en dirección este dos fuerzas: los vientos alisios y la corriente norecuatorial, y ambas empujaban de manera constante las embarcaciones hacia el continente asiático. De este modo, si el viaje de ida era rápido y suave, el de vuelta se las veía con estos elementos fluyendo en sentido contrario, con el resultado conocido: dispersión de las flotas, naufragios, extravíos… el Pacífico era un inmenso cementerio de marinos españoles que siguieron el rumbo equivocado.

Solo Urdaneta decía poseer el secreto del océano. A fuerza de estudiar en su ajetreada historia vientos, naufragios y corrientes, y de escuchar los relatos de viejos marinos, había llegado a sus propias conclusiones náuticas, y sabía que persistir por el rumbo de siempre suponía estar abocado al desastre.

Y para empezar, el veterano monje, jefe de derrota del San Pedro , decidió partir el 1 de junio de 1565, técnicamente el momento más adecuado para emprender el viaje, ya que después del 30 de ese mes se levantaban vientos de contra que impedían el avance, los temibles monzones. Marearon primero por el laberinto de las Filipinas , hasta salir por el estrecho de San Bernardino , marcando para siempre la ruta que habrían de seguir los galeones españoles.

Y ahora llegó el momento de la innovación que introdujo Urdaneta. Los capitanes anteriores enfilaban de modo invariable en dirección este, justamente lo que deseaba evitar el fraile para escapar de los vientos y de la corriente contrarios. De algún modo sabía, o suponía, que estos amainaban a medida que se progresaba en latitud, a trueque de que el clima se volvía más riguroso, arreciando el frío, por lo que había que arrumbar hacia el Pacífico norte. Maniobra arriesgada, porque el clima se tornaba hosco en extremo al subir en latitud.

Rumbo al norte

Pero Urdaneta mantuvo el rumbo decidido hacia el norte, hasta alcanzar la latitud 39º 40’, aproximadamente la de Japón , donde encontró vientos más propicios, y sobre todo la corriente de Kuroshivo , que no solo empujaba a la nave hacia el este, sino que era cálida, con lo que neutralizaba el clima gélido de una latitud tan alta. Una vez que se asentó sobre ella, puso rumbo derecho en dirección a las costas de América.

La travesía reservaba empero grandes sinsabores, porque una vez más el escorbuto y la sed se cebaron sobre los tripulantes, muriendo algunos tan relevantes como el piloto mayor y el maestre, amén de 16 marineros más de los 44 iniciales.

Pero al cabo de dos meses de dejarse impulsar por la corriente y los vientos dieron vista a la costa americana, aproximadamente en el punto donde había muerto Rodríguez Cabrillo, el primero en pisar California . Y, aunque la expedición inicial de Legazpi había partido del puerto de Navidad, y las normas en uso obligaban a regresar al mismo punto, Navidad había sido abandonado por insalubre, por lo que la San Pedro prosiguió hasta rendir viaje en Acapulco, 130 días después de la salida de Filipinas .

Urdaneta había probado al fin que sus conjeturas no eran meras baladronadas, sino producto de rigurosas observaciones. Acudió a España, donde se entrevistó por dos veces con Felipe II , que quiso conocer al famoso y singular personaje y su relato, aquel que había hecho realidad el sueño del monarca de que el gran Pacífico quedara cerrado por España en sus dos extremos. A partir de ese momento, y durante los siguientes doscientos años, el océano Pacífico sería conocido como el Lago español. Controlado por ambos flancos, nadie sin licencia del rey de España podía penetrar en él. Solo quedaría reservado a un barco y una ruta que harían historia en el mundo: el Galeón de Manila .

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación