No era Isabel la Católica, sino su abuelo Enrique III
Descubren un retrato inédito del monarca en el monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo
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Iniciar sesiónEn una visita que hizo el historiador del arte Ángel Fuentes Ortiz al monasterio toledano de San Juan de los Reyes durante unas vacaciones le llamó la atención que «algo tan interesante» como aquel relieve en alabastro que adornaba la puerta de la sacristía ... estuviera en un lugar tan irrelevante. De esta representación del Cristo con donantes se decía que la figura real que oraba a los pies del Crucificado era Isabel la Católica , ataviada con el hábito franciscano, a la que acompañaban a su derecha sus hijas Juana, María y Catalina. Así lo había señalado en 2002 la investigadora Balbina Martínez, pero a Fuentes, especialista en cultura visual en la Baja Edad Media y especialmente en monasterios, aquello le chirriaba.
«El relieve en sí era imposible que fuera de tiempos de los Reyes Católicos », explica a ABC. Sus características eran propias de un periodo conocido como el gótico internacional, anterior al reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
El historiador del arte fotografió el relieve con zoom y a partir de esas fotografías empezó a analizarlo. Visto de cerca, se distinguía que el donante principal era un hombre, un rey, que llevaba un cordón franciscano. «Empecé a mirar documentos, publicaciones, y me encontré con que Enrique III , rey de la dinastía Trastámara y abuelo de Isabel la Católica, había sido otro gran protector de los franciscanos, que se había enterrado en la catedral de Toledo vestido de franciscano, había fundado conventos franciscanos, los había protegido... De hecho, tanto protegió a esta orden, que llegó a crear una orden de caballería cuyo símbolo era un cordón franciscano: la Orden del Cordón», explica.
Todo comenzaba a cobrar sentido y más cuando se percató de que la indumentaria del monarca -una prenda abotonada de falda abierta y angas de puños anchos- también parecía indicar esa época y sus rasgos coincidían con los de los escasos retratos de Enrique III que se conservan. Aunque no fuera un retrato que buscara el parecido real con la persona, lo mostraba como un rey joven, con el pelo corto , tal como aparece representado en dos privilegios rodados (dos documentos iluminados en la Edad Media) y en su propia tumba. «Se conservan muy pocos retratos de Enrique III porque murió muy joven, con solo 27 años», recuerda Fuentes.
Además, otras obras de alabastro semejantes, que probablemente procediesen de los mismos talleres, corroboraban que habría sido realizada hacia 1399 o 1400 . «La suma de todas las pistas me dio a entender que este rey tenía que ser Enrique III , no podía ser otro», continúa este investigador. Por contexto, el arzobispo representado sería Pedro Tenorio ya que era el monarca mantenía serias desavenencias con el otro prelado que coincide en estas fechas, Pedro de Luna. Y las tres figuras de la derecha corresponderían a la reina Catalina de Lancaster y posiblemente dos de sus damas de compañía.
En un artículo publicado en el último número de la revista 'Hispanic Research Journal ', este doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y profesor interino en la Universidad de Córdoba propone que el relieve de alabastro se realizó por encargo de Enrique III para el convento de los franciscanos de Toledo que hoy se conoce como Concepción Francisca.
Según explica, este rey «estaba muy apegado a Toledo» y el superior de este cenobio, uno de los más importantes de la ciudad, era familiar suyo. En él había ricos enterramientos y representaciones de la Casa Real anterior, la de Borgoña. Dos generaciones atrás, se había librado la guerra civil en la que Enrique II había acabado con la vida de su hermano Pedro I y la casa de Borgoña había dado paso a la de Trastámara. Enrique III pertenecía a esta última, pero se casó con Catalina de Lancaster, descendiente directa de Pedro I, uniendo ambas casas que hasta entonces habían continuado en disputa. A juicio de este experto, el monarca debió de querer añadir al convento una pieza que reflejara a la Casa de Trastámara.
Tiempo después, su nieta Isabel la Católica emprendió reformas en los conventos franciscanos . Por entonces, la orden estaba dividida entre la rama moderada y la observante, que pretendía volver al rigor de tiempos pasados. La reina, que apoyaba a la rama rigorista, ordenó diversas medidas en su afán de que los conventos se convirtieran a la observancia. En Toledo, mandó construir San Juan de los Reyes, como un convento observante , y cuando las obras estuvieron avanzadas y los monjes pudieron mudarse, cerró el llamado hoy Concepción Francisca. «Yo propongo que es en ese momento cuando se traslada el alabastro porque coinciden las fechas en que se mudan los franciscanos (1502) con las fechas en que se está construyendo la portada de la sacristía donde está ese relieve (entre 1501 y 1503)», indica.
A juicio de este historiador, a la reina Isabel le interesaba llevar esta 'reliquia' de devoción Trastámara a San Juan de los Reyes por ser una especia de 'spolia', un elemento que de alguna manera legitimaba al nuevo edificio indicando que era continuador del anterior. Además mostraba la piedad franciscana de sus abuelos , la misma de la que hacía gala Isabel I, que se hizo enterrar en un convento franciscano con el hábito de las clarisas. De hecho, antes de que los Reyes Católicos eligieran Granada como su lugar de reposo final, tenían previsto descansar en San Juan de los Reyes, un monasterio dedicado a honras fúnebres.
El alabastro fue colocado en un lugar «muy, muy preeminente» ya que «la sacristía era uno de los lugares de conmemoración más importantes de todo el convento y estaba adornada con grandes escudos de los Reyes Católicos», destaca el historiador del arte. Además, la portada de la sacristía se encontraba junto a la escalera que subía a las estancias reales del monasterio y los reyes pasaban necesariamente por ahí cuando asistían a las ceremonias.
Aunque en su día su ubicación fuese relevante, actualmente parece haber quedado en un lugar secundario. «Ahora uno pasa casi sin verlo», se lamenta Fuentes. Con la reforma del monasterio en los años 40, cambiaron los accesos y ahora se entra por la sacristía haciendo el recorrido inverso. «Ya no ves ese relieve de frente, solo cuando vas a salir del monasterio, y pierde ese encanto». Pese a ello, la identificación de este relieve ha permitido recuperar, a su juicio, «una pieza esencial para el estudio de la religiosidad Trastámara, pues muy probablemente nos encontremos ante una de las contadas representaciones devocionales de Enrique III conocidas hasta la fecha».
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