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ABC Cultural

El mito español del desencuentro político

Cuatro historiadores publican libros sobre el origen de la nación española (y de los nacionalismos) que iluminan con grandes ideas nuestro desafío presente

Cuadro de Gisbert sobre la ejecución de los Comuneros

JESÚS GARCÍA CALERO

El pasado es «un campo de batalla sobre el que se dirimen las batallas del presente. Eso es algo inevitable». Quien lo dice es Jesús Torrecilla (Villar del Pedroso, Cáceres, 1954), historiador de la Literatura español que enseña en EE.UU. y acaba de publicar «España al revés» (Marcial Pons) , un libro brillante en el que se documenta cómo se crearon los mitos progresistas , cómo los liberales del XIX hallaron en la historia de España un imaginario nuevo, asumible, que les quitase el sambenito de afrancesados y traidores tras la Guerra de la Independencia, pero incompatible con la nación forjada en la reconquista y la contrarreforma.

En la España de hoy , la de la imposibilidad de pactos, la de la memoria histórica y la llamada «segunda transición», los libros de historia aportan claves sabrosas para entender nuestros problemas presentes. «No somos inconformistas con el pasado. Es que no lo conocemos» , añade Torrecilla a ABC.

Identidades y ficción

En su libro, documentadísimo, vemos cómo los liberales se entregan a la creación de una mitología con obras de teatro y poemas que cantan la lucha de Padilla , Bravo y Maldonado contra el «Rey extranjero», o la utopía andalusí que la reconquista arrasó, con el fin de legitimar en el pasado sus propias posiciones .

«Las identidades nacionales no se moldean en los libros de historia, sino en los de ficción», dice Torrecilla

«Las identidades nacionales no se moldean en los libros de historia, sino en las obras de ficción», dice Torrecilla. Siendo incompatibles, aquellas dos maneras de mirar la historia devinieron en las Dos Españas que estuvieron siglo y medio helándose el corazón . «Hubo progresistas que defendieron la moderación, que eran acusados de tibios y retrógrados», continúa el historiador, que en su libro dedica reflexiones amplias a Larra y Blanco White .

Le ha impresionado «la inquina de los propios progresistas contra sus disidentes» , como White. Para él, «la Transición fue el único periodo de la historia de España en el reverso de lo que vivieron aquellos liberales». Le preocupa que se regrese a la visión «maniquea y simplona, de buenos y malos» de hechos tan bien estudiados como la guerra civil de 1936.

Fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert MUSEO DEL PRADO

«Redactar una visión aceptable para todos de la historia debería ser prioritario. Versiones incompatibles generan problemas al país»

«Deberíamos preocuparnos de conocer bien nuestro pasado y confrontarlo con honestidad», afirma el historiador. En el espíritu de una moderación como la que reivindicaban algunos liberales considera que los «grupos que conforman la realidad política española deben hacer concesiones para facilitar la convivencia, también en la escritura de la historia. Redactar una versión negociada, aceptable para todos, debería ser prioritario . La escritura de múltiples interpretaciones del pasado, algunas de ellas incompatibles entre sí, está generando serios problemas al país», concluye.

Dioses útiles

En otro libro importante, «Dioses útiles» (Galaxia Gutenberg), José Álvarez Junco (Viella, Lérida, 1942) analiza el concepto de nación y nacionalismo desde la nueva perspectiva que la historia aporta: como realidades mentales, culturales y políticas que no tienen existencia física. Y las aborda de forma comparada y tratando de «reducir al mínimo posible el factor emocional que se asocia a la nación».

«Hay muchos episodios de la historia de los que no me puedo sentir orgulloso», dice José Álvarez Junco

Para él, con la revuelta contra Napoleón, «resurgió una idea monolítica de España, que se enfrentó a minorías reformistas que querían limitar el poder del monarca, y cierta libertad. Eran dos proyectos incompatibles». Álvarez Junco hoy se muestra optimista ante la aparición de nuevos actores políticos: «Una derecha nunca vista en este país, como Ciudadanos» que podría difuminar el conflicto. Cree que debemos mirar de otro modo al pasado: «Hay muchos episodios de los que no me siento orgulloso, como la expulsión de los judíos o algunos excesos de la conquista de América, pero los historiadores podemos resaltar aspectos positivos, como la existencia de un Bartolomé de las Casas o un Jorge Juan o, más reciente, la de la Institución Libre de Enseñanza. De eso me siento orgulloso».

Para ello deberíamos hacer como Alemania o Francia que revisaron su historia después de la II Guerra Mundial donde había «pocas cosas dignas de orgullo y sentaron las bases de lo que podía ser positivo y compartido como historia colectivamente». ¿Es urgente, debería ser cuestión de Estado? «Sí».

«Podríamos hacer como Alemania y Francia, que revisaron su historia tras la II Guerra Mundial, para buscar lo positivo»

Este historiador de posiciones progresistas reivindica la Educación para la Ciudadanía. Cita a Ortega en los años treinta, cuando dijo que la pedagogía sigue siendo política en España. «Tras la Constitución del 78 la educación se dejó en manos de gobiernos nacionalistas y ahora tenemos generaciones de nacionalistas », advierte.

Para él, el Estado Nación no es el futuro , porque «se han desmoronado sus presupuestos: sociedad homogénea, fronteras rígidamente constituidas y poder absoluto de la soberanía sobre el territorio. Hoy las fronteras desaparecen, las sociedades son heterogéneas. Esto ya no se sostiene ». En conclusión, «las naciones no son fantasmas ni cuentos chinos, son realidades mentales como dijo Benedict Anderson».

Las imágenes de cera

En el debate resurge la incógnita sobre cómo se acuñó el imaginario español . La historiadora del arte Jesusa Vega () aporta un revelador ensayo: «Pasado y tradición» (Polifemo) , en el que revisa cómo se extendió esa mitología, de cuadros y estampas y también a través de figuras de cera, realizadas por los mejores escultores que recreaban momentos y escenas históricos y que tuvieron enorme éxito durante el XIX. El éxito de aquellas exposiciones de las que no ha quedado mucha memoria es comparable para Jesusa Vega «al de las series históricas de hoy, como “Isabel”, que hace que mucha gente identifique a Michelle Jenner con la Reina Católica».

«Fernando VII fue sin duda el símbolo que dio cohesión a la revuelta contra Napoleón, aunque luego hizo que se quebrara la seña de identidad con su absolutismo», dice Jesusa Vega

Precisamente, en su libro se cuenta que cuando Isabel II fue coronada se puso de moda lo medieval, la propia Isabel la Católica aparece guiándo a la reina niña en grabados que circularon y se colocaron en las calles con arquitectura efímera. y se reivindicó el papel de la mujer en la historia. Ese proceso concluyó con la gran pintura histórica de Gisbert, Casado del Alisal o Pradilla , en el último tercio del XIX. El símbolo fundamental es para ella Fernando VII, que cohesionó la revuelta contra el francés y luego hizo que se quebrara la seña de identidad con la «involución y la desmemoria que impuso por decreto».

Por ello concluye que «el estudio de esa época tiene enorme relevancia porque en el diálogo con el pasado se pueden establecer espacios de entendimiento, tolerancia y solidaridad en el presente . Se hace evidente que no hay una única historia o una “verdad” y podemos entender mejor la cultura heredada y quienes somos».

Sin «fracasologías»

Tomas Pérez Vejo, (Caloca, Cantabria) profesor en México, publicó «España imaginada» (Galaxia Gutenberg) en el que defiende el «éxito evidente en el XIX en la constitución del Estado Nación español». Acepta que tras el franquismo sectores de la izquierda identificaron la nación española con el régimen. «Para ellos ha sido vergonzoso apoyar el nacionalismo español porque era franquista pero no han tenido problemas con otros nacionalismos periféricos».

«La izquierda no apoyó el nacionalismo español por vergüenza, pero no ha tenido probleas con otros nacionalismos periféricos», dice Tomás Pérez Vejo

La Transición agravó el problema, según Pérez Vejo, porque abandonó cualquier intento de construcción nacional a favor de proyectos disgregadores. «Si después de 40 años de proyecto en Cataluña con escuelas, museos y medios de comunicación, sigue habiendo tantos catalanes que quieren mantenerse en España, será porque el relato no es tan débil ».

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