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ABC Cultural

Diosas y monstruos

María Callas, la bella y su bestia

La diosa desdichada llegó con su voz incalculable a firmamentos únicos, siendo su musa de la melancolía

MariÍ Callas Christian Steiner/AP
Ángel Antonio Herrera

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María Callas venía de una familia ejemplar de desafectos, con una madre humilladora y un padre que se largó sin previo aviso. Venía María Callas de pasarlo entre mal y rematadamente mal, de niña, e iba para solitaria en París, donde murió con aguacero ... interior. En lo alto del año 68, lo soltó en alguna confesión de diosa dañada: «No estoy hecha para la felicidad». La frase pudiera encerrar su biografía, a la que no hay frase o cosa que la encierre. María Callas es una griega de Nueva York que acabó muriendo en París, más sola que la luna . Los informes hospitalarios de sus últimos días avalaban un «paro cardiaco», pero murió de aguacero íntimo, de estar tronándole siempre por dentro la tristeza. No se repuso nunca de una madre cruel o indiferente, ni tampoco se repuso nunca de un caprichoso Aristóteles Onassis , su hombre, su amante, su bestia, que al final le salió un cruce de ambición siempre desvelada y gafas de ciego archiforrado que lo ve venir todo desde muy lejos, y antes que nadie. La cambió Onassis por Jackie Kennedy , que daba más dulce lámina y casi convenía más de consorte para trapichear contratos en los cócteles, que es donde rematan el empleo los muy ricos.

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