Madrid estrenará una escultura de la Legión: dos gestas para estar orgullosos de los soldados españoles
La estatua, que está siendo pagada a través de micromecenazgo popular, ha sido elaborada por Salvador Amaya con los bocetos del pintor Augusto Ferrer-Dalmau
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Iniciar sesiónUn soldado en reposo, aunque no por ello ajeno a lo que acontece a su alrededor. «Quería que fuese una imagen erguida. Siempre atento, predispuesto y en guardia». Así se imaginó Augusto Ferrer-Dalmau, el popular pintor de batallas, allá por 2020 a ... su legionario ideal. Después, pasó los bocetos al escultor Salvador Amaya , su binomio, para que acometiera la dura tarea de traerlo a la vida en tres dimensiones. El resultado es una estatua sufragada por micromecenazgo popular ( la campaña todavía sigue abierta ) que, más pronto que tarde, será ubicada en Madrid como un sentido recuerdo a una Legión de aniversario.
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«La escultura es un homenaje a todos los legionarios que han pasado por este cuerpo durante cien años», afirma Amaya, autor de otras tantas obras como el monumento a los últimos de Baler , en declaraciones a ABC. Por eso no ha habido un modelo específico; tampoco la cara de un héroe concreto. Porque la idea, en sus palabras, ha sido mostrar a ese soldado anónimo que, desde la fundación del Tercio de Extranjeros en 1921 , ha defendido España y acometido gestas tan llamativas como la salvación de Melilla tras el Desastre de Annual o la protección del barranco de Iguermisén. Y eso, solo para empezar. «Hoy continúan su labor. Han colaborado, por ejemplo, en la limpieza de residencias y ayudado a enfermos en hospitales».
El proyecto, explican, siempre ha estado ligado al centenario de La Legión . «Surgió desde la Fundación Museo del Ejército y nosotros recogimos el guante», afirma Amaya. A partir de ese momento, pintor y escultor se pusieron manos a la obra para dar a luz a un legionario de más de casi tres metros. Según Ferrer-Dalmau, la idea era recrear un soldado de la época de la fundación del Tercio de Extranjeros , pero que «no estuviese atacando o muriendo», sino en una posición de alerta. Eligieron esa fecha, 1921, por la importancia que tuvo para el devenir de la guerra. «Era una unidad necesaria en ese momento. De profesionales voluntarios. Hombres duros para unas guerras duras», sentencia. El escultor está de acuerdo: «Hacía falta contar con una unidad profesional»
El boceto, con todo, fue orientativo. El objetivo era que Amaya «terminase de plasmarlo» y que le insuflara ese alma solo al alcance de aquellos que manejan con maestría la arcilla. Y así fue. Aunque antes consultaron a varios expertos. «Para los detalles del uniforme, por ejemplo, hemos contado con el asesoramiento de la Fundación Don Rodrigo , Antonio Aznar y Gustavo Morales , autor de ‘ Cien años de la Legión española: las fotografías de su historia ’».
A la par, y en palabras de Amaya, iniciaron una campaña de micromecenazgo que todavía está abierta y a la que la gente ha acudido en masa. «Ha sido sufragada por donativos privados de muchísima gente. Algunos han colaborado con diez euros. Estamos muy agradecidos de que la sociedad demuestre su cariño a La Legión a través de este proyecto», completa. También les enorgullece que una infinidad de legionarios hayan participado a través de pequeños pagos realizados a título privado. «Es algo muy bonito». Según desvela, cuando todavía no está claro el lugar en el que reposará, pero se barajan varias posibilidades. «El Ayuntamiento de Madrid nos ha cedido el espacio». El resto, como se suele decir, es historia.
Salvar Melilla
Qué son unas llagas sangrantes a cambio de ofrecer seguridad a una ciudad entera y salvar la vida de miles de personas. Del 21 al 23 de julio de 1921, los Legionarios de la I y la II Bandera tuvieron la (mala) suerte de comprobar en sus propias carnes hasta dónde llegaba su capacidad física al verse obligados a marchar a toda prisa más de 100 kilómetros con el objetivo de acudir en auxilio de Melilla. Ciudad sobre la que se cernían miles de kabileños a las órdenes del líder local Abd el-Krim . El mismo que, apenas unas horas antes, había aniquilado al grueso del ejército patrio en el denominado Desastre de Annual.
La marcha comenzó en la noche del 21 de julio, entre las dos y las cuatro de la madrugada según las crónicas originales, después de que los rifeños atacaran la vanguardia española que se dirigía a la kábila de Abd el-Krim y de que varias tribus más, ubicadas en los alrededores de Melilla, se alzaran y llamaran a las puertas de una urbe en la que apenas había 300 defensores. Era necesario mandar refuerzos y fueron llamadas las banderas de la Legión que formaban parte de las fuerzas destinadas a la conquista de Tazarut , a unos 100 kilómetros de Ceuta. Desconocían lo que había sucedido.
La primera parte de la marcha se llevó a cabo sin mayores problemas debido a que la tropa estaba «descansada» y se hicieron «altos frecuentes». Sin embargo, la llegada del sol trajo consigo un molesto calor que redujo el agua de las cantimploras y extenuó poco a poco a los legionarios. Con la medianoche del 22 llegó el descanso. «La tropa, rendida, permanece sentada a los costados de la carretera; la jornada ha sido terrible y necesita largo reposo», se añade en la obra. Los textos son claros: no podían más, estaban «reventados» y hubo que despertarlos uno por uno para continuar.
Ese mismo día, antes de arribar a Tetuán, la Legión fue informada del lugar al que se dirigían. Se lo dijo el general Sanjurjo : «Salimos con una columna de socorro a Melilla; venís: Santiago y los Legionarios con dos Banderas, una batería, ingenieros y transportes de intendencia... Silvestre se ha suicidado». Desde la ciudad recorrieron los últimos 33 kilómetros hasta Ceuta , donde les esperaba un buque para desplazarse hasta Melilla. Los oficiales les recordaron entonces que partían, con total probabilidad, a la muerte, pero les instaron a jurar que morirían por salvar la ciudad. « Si, juramos. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión! », respondieron al unísono. Salieron en el navío ‘Ciudad de Cádiz’.
El 25 de julio, a la una de la tarde, el ‘Ciudad de Cádiz’ llegó a su destino. ABC informó de ello con jolgorio: «En tanto que el barco maniobraba para atracar los legionarios, desde cubierta y desde las jarcias y los palos, prorrumpieron en vítores a Melilla y a España. Vivas que promovieron delirante entusiasmo en el gentío apiñado en el puerto y en las murallas». Desde el navío la arenga empezó a generalizarse: «Melillenses, os saludamos. Es la Legión, que viene a salvaros. Nada temáis, nuestras vidas lo garantizan. […] ¡Melillenses!: los legionarios, y todos, venimos dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Melilla!». El resto es historia: la fuerza conjunta española reforzó la zona, construyó nuevos fortines, avanzó hacia Sidi Amech y el Atalayón y, posteriormente, llevaron a cabo multitud de combates en agosto donde demostraron su gallardía.
La defensa de Iguermisén
La contienda de Iguermisén ha sido olvidada, pero no es menos destacada. Por si fuera poco, recuerda a la gesta acometida por los espartanos en las Termópilas. Primero, porque la contienda se libró en un desfiladero. Segundo, porque contó con un Leónidas muy castizo: el teniente Federico de la Cruz Lacaci . El oficial del todavía Tercio de Extranjeros tomó con sus hombres aquella posición para acallar el fuego de los rifeños y, a continuación, la defendió para cubrir al convoy español que se dirigía a Tizza-Azza . Regresó tan solo con cuatro compañeros ilesos. De hecho, ni siquiera evitó el frío abrazo de la muerte (la eterna compañera y novia, que decían) su superior, el teniente coronel Valenzuela .
El origen de la misión se halla poco después del Desastre de Annual . Con Melilla segura, y después de que el frente se estabilizara, en 1923 los oficiales españoles idearon una operación para acabar, de forma definitiva, con los insistentes ataques del ejército rifeño. El primer objetivo fue Tizzi-Azza , una posición ubicada a menos de 100 km de Melilla y que necesitaba ayuda por encontrarse asediada. En junio de ese mismo año iniciaron, pues, los preparativos para socorrer a sus compatriotas cercados. La idea era sencilla, pero eficaz: formar un convoy que, escoltado por varias columnas de infantería, introdujera suministros a la desesperada en la posición.
La operación comenzó con los primeros despuntes del alba del 5 de junio. Sin embargo, y para sorpresa de los oficiales peninsulares, los rifeños se adelantaron a los movimientos de las tropas españolas y, tras un breve avance hispano, abrieron fuego sobre ellas desde varios barrancos cercanos. Esta acometida fue especialmente violenta para las tropas de una de las columnas, la de Gómez Morató . «El día 5, a la vanguardia de la columna del coronel Gómez Morato, marcha Valenzuela con sus legionarios. La I y II Banderas marchan en dirección a la Posición Benítez , la IV marcha por la barranca de Buhafora hacia Tizzi Azza. El combate se generaliza. Regulares y legionarios son frenados en su avance», explica Luis E. Togores en ‘ Historia de la Legión española. La infantería legendaria, de África a Afganistán ’.
Bajo el fuego enemigo y ante el miedo de que el convoy se quedase bloqueado, Gómez Morató fue claro con sus hombres: tocaba cargar contra el desfiladero. Valenzuela, al mando entonces la II Bandera (en la que se hallaba Lacaci como teniente), debía dominar el barranco de Iguermisén (un promontorio cercano) y ocupar la posición de la Tahuarda. Se lanzó a ello con sus hombres con la bayoneta calada. Había, en palabras del ABC de la época, unos 7.000 rifeños: «El teniente coronel Valenzuela, llevando con una mano la gorra y en la otra la pistola, marchó a desalojar al enemigo de la barrancada. Al descolgarse con sus fuerzas por Peña Tahuarda gritó: “ ¡Legionarios, viva la Legión y adelante! ”. Poco después caía muerto con un balazo en la cabeza y otro en el vientre».
Caído su superior, Lacaci se armó de valor, tomó el mando y se lanzó sobre las posiciones enemigas. El ataque fue tan contundente que logró desalojar a los rifeños. Pero ahora quedaba resistir. Y es que el enemigo, al ver que tan solo quedaban unos pocos legionarios, se lanzó de bruces contra la posición. Así lo corrobora José Luis Isabel Sánchez en la biografía elaborada sobre este personaje para la Real Academia de la Historia: «Una vez desalojado el enemigo, se sostuvo heroicamente en el terreno conquistado, a pesar de los violentos esfuerzos que para reconquistarlo hicieron los moros al darse cuenta de los pocos soldados que le acompañaban».
Lacaci defendió la colina hasta que tuvo consciencia de que el convoy de suministros había llegado hasta Tizzi-Azza. Solo entonces tocó a retirada. Aunque no antes de recoger a los heridos y a los muertos. Por desgracia, durante esta última fase de la batalla una explosión mermó de forma drástica las, ya de por sí, escasas fuerzas que le acompañaban. De una unidad entera, apenas estaba rodeado por... ¡cuatro legionarios! No le importó y, con dificultad, consiguió cumplir su misión. Su heroica acción, por la que le fue concedida a la postre la Cruz Laureada de San Fernando, se completó con el regreso al campamento.
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