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ABC Cultural

Sin David es peor

En el club de mis amigos odiosos, David era el más joven. Pero sabía tanto como los demás. Quise odiarle por eso. Por dejarme solo en el pelotón de los torpes. Por ser más brillante que yo. Por escribir mejor y más rápido. Por amar el periodismo tanto como yo lo amaba. Por ser más simpático. Y más culto. Y más extravagante.

Luis Herrero

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Ya empezaba a estar de él hasta las narices, lo reconozco. Se había convertido en uno de esos amigos enciclopédicos con respuestas para casi todo. Daba igual de qué asunto se tratara. Siempre había visto la última película del director que se colaba en ... la conversación. Y la primera. Lo mismo pasaba con las novelas y los escritores –de ahora o de siempre–, o con los goles de la Bombonera , o del Bernabéu, o de cualquier otro estadio de su memoria omnívora y precisa, casi infalible, tan abominable como el espejo que siempre devuelve la imagen de tu propia inconsistencia. Amigos así acaban con la autoestima de cualquiera. Las conversaciones entre ellos –hablo de José Luis Garci, Eduardo Torres Dulce, Pedro García Cuartango, Luis Enríquez, Ventura Anciones o Luis Alberto de Cuenca– siempre acaban convirtiéndose en apabullantes partidas de pim-pón donde el dato concreto y el detalle oportuno vuelan de un lado a otro de la mesa como destellos inalcanzables.

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