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De la leyenda al «fake news» en el tesoro de la isla de Juan Fernández

Los cazatesoros pretenden agujerear la roca madre del archipiélago y meter excavadoras en un entorno protegido, después de lograr un permiso del Gobierno chileno

Vista del archipiélago Juan Fernández, en el Pacífico Sur ABC
Jesús García Calero

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La isla de Juan Fernández está rodeada por el mar y los mitos. El último de ellos cobra vida estos días en el disparatado proyecto para la búsqueda de un tesoro tan legendario como imposible. Los cazatesoros pretenden agujerear la roca madre de la isla y meter excavadoras en un entorno protegido , después de lograr un permiso parcial (de impacto ambiental) del Gobierno de Sebastián Piñera . ¿El motivo? Una mezcla cautivadora de «fake news», documentos que nadie ha visto y ensoñaciones sobre centenares de barriles de oro, estatuas aztecas, anillos papales (sic), la llave del Muro de las Lamentaciones (más sic) y copas doradas con incrustaciones de bezoar. Y no falta un navegante español traicionando su deber y poniendo aquel tesoro en las mejores manos inglesas disponibles. Por supuesto.

Ese relato está mucho más lejos de la verdad que los 670 kilómetros que separan la isla de Juan Fernández de la costa de Valparaíso , Chile. Descubierta por el navegante español del mismo nombre en 1574, fue durante siglos refugio de piratas . Es mundialmente famosa porque en ella vivió cuatro años y cuatro meses (1703-1709) el náufrago escocés Alexander Selkirk , cuya peripecia inspiró la novela «Robinson Crusoe» , de Daniel Defoe . Y también fue base inglesa: en junio de 1741 arribó allí la escuadra de George Anson , diezmada por el escorbuto tras un error de navegación: de los 6 barcos solo tres llegaron, con un tercio de la tripulación. Allí se repusieron y bautizaron Cumberland a aquella bahía.

Y en 1761 habría llegado otro inglés, el corsario Cornelius Webb , en el Unicornio, persiguiendo ya febrilmente ese tesoro imposible . El relato es asombroso: grosso modo, Webb lo desentierra y trata de llevarlo a Chile, pero una tormenta desarbola su navío y regresa. ¿Lo entierra debajo de la roca madre? El corsario detecta después un intento de motín y quema el barco con su tripulación al completo . Pasa al continente. Desde allí habría escrito las cartas que Anson nunca pudo leer (murió en 1762) y un mapa que mostraría dónde estaba enterrado el tesoro con una X, pero eso es solo un rumor todavía.

Años después, un potentado chileno, Luis Cousiño, habría encontrado documentos en el balneario de Horcón , convenientemente cerca de la población de Quintero, donde tiene sus propiedades. Su hijo retoma la búsqueda en 1950, pero es su nuera, María Eugenia Beéche, «ex concejal de la Isla y propietaria de la Aldea Daniel Defoe», según el libro «Selkirk Robinson: el mito», quien convenció a un empresario norteamericano de origen holandés, Bernard S. Keiser, de que ahí estaba el tesoro que le cambió la vida cuando lo escuchó en un programa de televisión. Este vodevil está perfectamente retratado también en la novela «La calavera de Robinson», de Miguel Sánchez-Ostiz , que pone el acento en las paradojas históricas: bilocaciones de Anson y de Ubilla –que habría contactado con Webb después de muerto–, y otros detalles sabrosos.

Escándalo forestal

De ese misterio parte la obsesión de Keiser , que impulsa el polémico proyecto desde 1994 y que ahora ha levantado la indignación de arqueólogos y autoridades forestales . Gracias a su amistad con Felipe Ward, actual ministro chileno de Bienes Nacionales (Hacienda), Keiser acaba de lograr un permiso para llevar perforadoras y retroexcavadoras a la isla, que es un parque nacional y reserva de la biosfera . El Colegio de Arqueólogos de Chile ha rechazado tajantemente el amparo dado por el Estado al proyecto. Recuerda que el permiso para una excavación arqueológica solo lo puede dar el Consejo de Monumentos Nacionales y que Keiser no tiene calificación académica.

Mapa de la isla hecho por Jorge Juan y Antonio Ulloa en 1744 ABC

El escándalo ya le ha costado la cabeza a Pablo Mira , ingeniero responsable de la todopoderosa autoridad forestal chilena (Conaf) en Valparaíso , pocos días después de negarse a poner su firma en el informe que daba luz verde a este proyecto, bautizado con el prosaico nombre de «Ampliación de sondajes exploratorios de restos históricos en Puerto Inglés, isla Robinson Crusoe », que es como la isla se llama desde 1966. El Ministerio de Bienes Nacionales se apresuró a hacer pública una nota exculpando al ministro Ward de la fulminante destitución de Mira, porque «no es una decisión que radique en el Ministerio», y defendiendo los permisos a Keiser con argumentos como que sólo afectará al 0,0004% de la superficie del parque nacional o que todos los gastos «los costea el señor Keiser».

«Puede ser un problema»

Raimundo Bilbao, un amigo de Bernard Keiser –que no quiso hablar para ABC–, es habitante de la isla y reconoce que la introducción de la maquinaria pesada «puede ser un problema», pero en todo caso «Keiser piensa utilizarla en una zona sin vegetación ». Desde el punto de vista isleño, «hay una falta de comunicación entre el señor Keiser y las autoridades, porque parece que hay elementos que permiten deducir que ese tesoro fue enterrado dos veces aquí», asegura.

También valora que en campañas llevadas a cabo hace años se encontraron un botón de uniforme de la Armada Española , unas monedas y restos de una pipa maya. Tres rastros que tampoco resultan determinantes. Pero Bilbao cree que son elementos suficientes para intentar horadar la roca madre .

Keiser, que conoce mejor el condicional que la arqueología , ha dicho que tal vez habría un túnel bajo la roca, donde podría hallarse el tesoro . Lo único que sí hay, a tan solo a 50 metros del lugar del sondeo, es la cueva en la que estuvo supuestamente el navegante escocés Selkirk, según nos indica el historiador chileno Rodrigo Moreno, quien también rechaza la búsqueda de este tesoro : «Hablan de 10.000 millones de dólares, es una pura especulación, nunca han publicado ningún documento de los que dicen tener en su poder. Todo esto del permiso es una pura irresponsabilidad». Moreno también muestra preocupación porque la isla «tiene una profunda erosión y no se puede autorizar algo así en un lugar que es reserva de la biosfera ». Como profesional, el fundamento histórico le parece «una locura».

La arqueóloga Paulina Acuña ha trabajado en Juan Fernández. De hecho, tuvo que ser evacuada de allí en 2010 tras el tsunami. Estaban investigando el pecio del San Martín , un barco de Estado hundido en el siglo XVII, pero también ha excavado en los restos de poblados españoles, donde lo más parecido a un tesoro que se halló fueron fragmentos de porcelana oriental. No da la mínima credibilidad a Keiser y muestra la oposición tajante de la comunidad científica a aventuras como esta: «El holandés lleva años intentando lograr permisos y el Consejo de Monumentos se los ha denegado constantemente». Ahora, el Consejo ha incorporado al expediente un oficio que advierte que «dado que el objetivo del proyecto continúa siendo la búsqueda de restos históricos , de encontrarse éstos como resultado de los sondajes» Keiser no podrá tocarlos. «No es tesoro: no se podrá vender», remacha Acuña.

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