El desafío de las pantallas: leer pese a las 'fake news' y la falta de concentración
Aunque los estudios demuestran que la lectura en papel favorece la comprensión y el rendimiento académico, la lectura digital es una realidad que ha llegado para quedarse. Los expertos piden que se enseñe a utilizar los nuevos dispositivos para no dañar el aprendizaje y la prensa de calidad
Cuenta Irene Vallejo en ‘El infinito en un junco’ (2019) que los reyes egipcios ambicionaban llenar los estantes de la Biblioteca de Alejandría aunque fuera con las peores tretas. No sabemos qué pensarían si descubrieran que la tecnología ha permitido guardar todos los libros del mundo en un artilugio más ligero que un rollo de papiro. Según la última encuesta de la Federación de Gremios de Editores, el 30 por ciento de la población española de 14 años o más ya lee una vez al trimestre obras en soporte electrónico. Los datos del Informe Anual del Libro Digital anuncian que su venta en español se incrementó en 2020 un 43 por ciento respecto a 2019. Las pantallas también son la superficie habitual para periódicos y revistas. Como recogía en un análisis de agosto el Centro Criptológico Nacional (CCN), el 84,6 por ciento de los ciudadanos dice usar internet para leer las noticias de actualidad.
Los móviles, los libros electrónicos, los ordenadores y las tabletas han llegado para quedarse, pero, como ocurre cuando aparece un extraño, su irrupción en el templo de la lectura ha puesto a debatir a sus sumos sacerdotes. El divulgador Nicholas Carr fue uno de los primeros en dar la voz de alarma en 2008. En su artículo ‘¿Nos está volviendo estúpidos Google?’, lamentaba que el abuso de contenidos en línea estaba «socavando mi capacidad para la concentración y la contemplación . Mi mente ahora espera tomar la información como la distribuye internet: en una corriente de partículas en rápido movimiento». Carr citaba a la investigadora Maryanne Wolf, que publicó hace poco ‘Lector, vuelve a casa: cómo la lectura en pantallas afecta a nuestro cerebro’ (2020), para advertir sobre los riesgos de perder la lectura profunda, una habilidad reposada y reflexiva.
«El acto de aprender a leer añadió un circuito completamente nuevo al repertorio de nuestro cerebro homínido -apunta Wolf en su libro-. El largo proceso de desarrollo que implica leer correctamente y en profundidad cambió la estructura misma de las conexiones de dicho circuito, y eso reconfiguró el cerebro y transformó la naturaleza del pensamiento humano».
Aprendizaje en peligro
Lo que la investigadora intenta transmitir es que no hay que dar nada por hecho. «Los seres humanos tenemos la capacidad innata del habla, pero no la de leer, que precisa de un aprendizaje. Es muy raro encontrar a un mudo funcional, pero sí hay analfabetos», explica Guillermo García-Ribas, portavoz de la Sociedad Española de Neurología. «El proceso lector activa áreas del cerebro como la imaginación, y otras que no tienen que ver con el lenguaje, como la memoria o la capacidad de planificar acciones», añade. Para Wolf, incluso la empatía, que florece con la trama de las novelas, es una de las habilidades que se mejora leyendo. Como dice el escritor Pierre Lemaitre, la obra de Proust desnuda los sentimientos del hombre mejor que un tratado de psicología.
«Cada tecnología tiene sus ventajas y desventajas. La tablilla de arcilla cabía en la mano y el lector podía ver físicamente el espacio total que ocupaba un texto. También disfrutaba de su olor y del contacto con la materia terrosa. La desventaja era que un libro ocupaba mucho espacio -decenas de tablillas en una o varias cajas- y no permitía anotaciones. Cientos de libros digitales caben en un dispositivo del tamaño de una tablilla, pero no tiene una materialidad concreta, es un texto ‘fantasma’. El libro en papel comparte ventajas y desventajas de estos dos extremos y la preferencia por él de un lector es tan solo una cuestión de costumbre y gusto intuitivo», explica Alberto Manguel, autor de ‘Una historia de la lectura’ (1996). «El gobierno sobre el texto impreso es mucho mayor. El texto virtual está sujeto a las leyes de la pantalla, que son más veleidosas y arbitrarias que las del mismo lector», añade. «La diferencia fundamental entre la lectura en papel y la digital es que la última, por la propia materialidad del objeto, hace que haya una mayor dispersión. Los libros pesan, los tienes que sostener, y ese simple hecho ya requiere una concentración que te impide hacer otra cosa», coincide José Ramón Ubieto, psiconalista, profesor de la Universidad Oberta de Cataluña y autor de ‘Del padre al iPad. Familias y redes en la era digital’ (2019). «Cuando lees en la pantalla, es más fácil perder la atención, mirar a otras cosas, tocar el móvil o cambiar de tarea», resume.
Menor atención
Los estudios científicos avalan la tesis de los expertos. «Ante el mismo texto en digital o papel, la comprensión es mejor en papel. Fue el resultado de un efecto empírico, obtenido con la misma metodología que las vacunas», apunta Ladislao Salmerón, profesor de Psicología y miembro del grupo de investigación ERI Lectura de la Universidad de Valencia. «Hay elementos de las tabletas o los ordenadores que pueden estropear la atención de por sí. Lo sabemos por los cuentos de los niños pequeños: los que introducen juegos, si no están bien diseñados, distraen», explica. «Nuestra hipótesis es que hemos aprendido a utilizar las tabletas en un contexto lúdico, para ver películas, jugar o chatear. Por eso, el cambio de usarlas para centrarse y estudiar no es fácil y no todos los estudiantes son capaces de hacerlo». Un estudio publicado en mayo por la OCDE aporta cifras que sostienen esa afirmación: los alumnos que leen en papel sacaron mejor nota en la prueba de lectura del informe PISA que los que solo lo hacen en digital. La gran pregunta es si el obstáculo es el soporte o su uso inadecuado.
«Los profesores tienen un trabajo que hacer. Deben enseñar a hacer una lectura más crítica y reflexiva, no solo en papel o en digital», reclama Ubieto. Esa labor docente es la misma que pide José Antonio Cordón García, catedrático de la Universidad de Salamanca y director del grupo de investigación sobre Lectura, Edición Digital, Transferencia y Evaluación de la Información Científica (E-Lectra). «La lectura en papel es un formato con 500 años de antigüedad, en el que se forma a los niños desde que son pequeños. La lectura digital es tan nueva que casi siempre es autodidacta, pero también requiere una formación específica», explica. «Es un aprendizaje más complejo, porque no solo afecta a la decodificación de un código lingüístico, sino también el tecnológico, relacionado con el propio soporte», añade. «La formación consiste en que el lector conozca los dispositivos. No es lo mismo leer en una tableta, en un móvil o en un ‘e-Reader’ de tinta electrónica; en el último, es difícil que haya distracciones, pero en los dos primeros entran notificaciones constantemente».
Peligro de desinformación
El desafío de la lectura digital no solo puede repercutir en la formación intelectual, sino también en la salud de la democracia. En el estudio ‘Desinformación en el ciberespacio’, el CCN detalla que «el 92 por ciento de la población española entre los 16 y 65 años se informa diariamente a través de internet y que el 85 por ciento lo hace a través de las redes sociales», lo que la convierte en « potencialmente víctima de un ataque de desinformación ». La mayoría de los ciudadanos ignora por qué se muestran unos contenidos y no otros en sus perfiles. A la pregunta ‘¿Cómo se toman las decisiones sobre qué noticias mostrar a cada usuario de Facebook?’, el 42 por ciento respondió ‘no lo sabe’; el 30 por ciento, de manera equivocada, y solo el 29 por ciento dijo que ‘mediante un análisis informático de las noticias que le pueden interesar’. Por si fuera poco, la OCDE alerta de que el 59 por ciento de los alumnos españoles no sabn diferenciar entre opiniones y hechos en un texto.
«Están ganando los editores de Facebook y Twitter, los algoritmos», lamenta Salmerón. «Los medios reaccionan a las demandas de la gente, que cada vez quiere leer menos porque se ha acostumbrado con Twitter a textos rápidos y breves. Hay datos alarmantes en los informes PISA sobre la motivación de la lectura en los adolescentes, estancada desde el 2000 en países como Holanda. También hay un sesgo muy feo, de género, que demuestra que son los chicos los que dejan de percibir la lectura como algo atractivo o motivador», lamenta el psicólogo. De nuevo, los expertos piden no demonizar las nuevas herramientas y sí aprender a utilizarlas. «La tableta es un medio ideal para leer prensa; no el móvil, que favorece la lectura rápida pero no profunda, fragmentaria y sin retención en la página», explica Cordón. «Hay que enseñar a diferenciar las informaciones falsas. El lector tiene que saber a qué medios acudir», reclama.
Lo cierto es que sería injusto acusar a internet de los males del periodismo sin apreciar los avances que ha hecho posible: mayor precisión en los datos, incoporación de narrativas multimedia, mejora de las comunicaciones, nacimiento de nuevos medios. En 2020, la revista ‘Forbes’ anunciaba que las suscripciones digitales ya aportaban al diario ‘The New York Times’ más beneficios que las de papel. Las innovaciones no siempre son dañinas. La organización Reporteros Sin Fronteras también ha presentado buenos proyectos gracias a la tecnología. Un ejemplo es la biblioteca de Minecraft, un espacio web donde consultar el trabajo de periodistas censurados o perseguidos .
Una solución mixta
La lectura cambia la vida de los que se sumergen en esos océanos de palabras creados por el hombre. La preferencia por el papel o la pantalla será un tema de debate en los próximos años. Javier Suárez-Álvarez, investigador de la OCDE, explica que los datos de PISA sugieren que lo óptimo es «compaginar las ventajas de ambos formatos; textos escolares o novelas en papel, y periódicos en digital, por ejemplo». También no dar por hecho que los nativos digitales conocen por defecto las complejidades de internet. En su libro, Wolf anima a que los niños aprendan «que cada medio, como cada idioma, tiene sus propias reglas y características útiles». La sabiduría de la humanidad ya no descansa en la biblioteca de los reyes que gobernaron Egipto tras las conquistas de Alejandro el Grande, sino en un bolsillo. El reto es aprender a moverse por el infinito anaquel digital .