José Luis Cuerda: «Cine y literatura son carricoches distintos»

José Luis Cuerda: «Cine y literatura son carricoches distintos»

JOSÉ Luis Cuerda presentó ayer en Madrid su nueva película, basada en el libro de Alberto Méndez «Los girasoles ciegos», del que ha partido el guión escrito por el desaparecido Rafael Azcona y el propio cineasta. Cuerda le dedica esta película, en la que, según ... declara, «hemos tratado los personajes con profundidad y respeto». Y añade: «Creo que es lo mejor que he hecho hasta ahora». Méndez volcó en la novela los recuerdos familiares del final de la Guerra Civil y era su primera obra a sus 63 años. Traducida a varios idiomas, el escritor moría once meses más tarde de su publicación. Es un libro de culto.

El filme tiene un potente reparto en el que destaca el triángulo formado por Maribel Verdú (no hay drama que se le resista), Javier Cámara y Raúl Arévalo. Cuerda vuelve a ofrecer al público una película compacta y definida —como es habitual en él—, en la que unos personajes frágiles y hundidos, perdedores sin salida, expresan en profundidad sus «verdades» y hacen cómplice al espectador de sus interioridades que se nos dosifican al ritmo que el director desea.

«Soy consciente de que hemos hecho una película dura sobre hechos muy duros que, por desgracia, se vivieron durante décadas en España. He recordado a Azcona y sigo haciéndolo por la cantidad de anécdotas que vivimos juntos. Los momentos que para ambos era risibles y agradables se nublan al saber que ya no está».

«En cuanto a Alberto Méndez, le conocía desde los años 60, cuando trabajábamos para TVE —continúa—. Supe de su carrera editorial, pero no que había escrito una novela, hasta que me llamó Josefina Molina para decirme que debería hacer una adaptación. El libro es estupendo, con unas grandes cualidades literarias, pero no veía la posibilidad de llevarlo al cine. Cuando Fernando Bovaira, el productor, me hizo la misma pregunta, me lo pensé y le advertí que se lo tenía que ofrecer también a Azcona, como con “La lengua de las mariposas”, que aceptó. Pero las historias que se le ocurrían no coincidían con la que yo le había propuesto, que era la última de las cuatro que contiene la novela. Se entusiasmó y como decía siempre que encontraba el camino por el que entrar en la historia, “Acepto. ¡Pero si esto es para mí como invitarme a una boda!”».

Maribel Verdú cuenta de su dramático personaje que se ha sentido muy bien dentro de él. «Ya estoy acostumbrada a hacer papeles con una hondura y un dramatismo que nada tienen que ver conmigo, aunque algo tendré de ellos que no acierto a entender, sé mirarlos de una manera cercana».

Pausas muy animadas

En su ascenso hacia la alta posición que hoy ocupa como actriz encontramos en esta mujer una madurez decisiva para acometer personajes de fuerte calado: pese a lo que se pudiera creer, Verdú explica que es muy práctica y que no se lleva el sufrimiento a casa: «Soy actriz. Oigo: “Acción”. Lo hago y “corten”. Un cigarrito... No me quedo con el dolor dentro, aunque siempre hay un momento especial, como al final de la historia. Una escena dura y al parar seguía llorando, porque tenía que sacar de mí todo lo que me quedaba dentro. Además, no sabes si el director quiere repetir».

Cuerda celebra que Javier Cámara haya sido especialmente animado en las pausas, «quizá porque sabía que cuando lo poníamos delante de las cámaras las iba a pasar putas interpretando». El actor añade que «todos hemos escuchado historias de gente que había escondido durante la guerra y después. Me interesaba transmitir lo que se siente cuando tu día a día es el terror. Un cobarde que no lo puede evitar. No es un poeta de mítines, es un profesor de escuela al que la vida le ha podido, aunque con su dignidad pese a todo». «Me parece muy bien que Javier haya reivindicado el derecho a la cobardía, que es la que dicta el instinto de conservación, porque la heroicidad es la pérdida del mismo», responde el cineasta.

Para él es una adaptación que corre paralela a la novela. «El cine y la literatura son carricoches distintos, se maneja recursos narrativos distintos. Hemos pasado los personajes de uno a otro carricoche haciéndoles que paren en las mismas posadas. Las historias hay que meterlas en el vehículo que las lleve más lejos y a los personajes dotarles de las características que les haga más expresivos al espectador», opina Cuerda.

Madrid fue el lugar elegido por el director en 1991 para rodar «La viuda del capitán Estrada», y es donde tendría que haber rodado «Los girasoles ciegos», «pero ya por entonces fue una desgracia hacer una película ambientada en los años 40 en Madrid. Ya no se pueden contar historias del pasado, ni siquiera del pasado más reciente. Es prácticamente imposible darle continuidad a tres calles seguidas. Por eso nos fuimos a Orense, cuya fisonomía pétrea, esa fortaleza exterior que presenta, es para mí muy parecida a la película «Él» (1953), de Buñuel, en la que la casa del protagonista parece la muralla de Ávila y luego dentro es art-decó. La historia de esta película es más expresiva y honda si detrás de esos muros en los en los que el ancho oscila entre los 50 y los 80 centímetros convierte en más frágiles y más heridos a los personajes que habitan esa fortaleza. Como también me interesaba dotar la casa de un pasillo largo que pareciera que no da salida a nadie, porque cuando se sale es para mentir».

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios