Joaquín de Luz: «No pueden pagar justos por pecadores, pero la suspensión del Bolshoi está justificada»

«Me emocioné. Aquí he tenido grandes momentos», dice De Luz a este periódico desde el pequeño jardín del Instituto Cervantes, un oasis en el bullicio de Midtown. Era, en cierta manera, cerrar un círculo. Pasaba por los teatros de su vida empujando el carrito de su hijo. Él, que llegó a EE.UU. siendo casi un niño, a los 19 años. Y ahora vuelve como padre, con las zapatillas colgadas y como director de la CND.

De Luz no ha pasado por la Gran Manzana solo para encontrarse con sus recuerdos. La CND ha sido una de las primeras compañías internacionales de danza en visitar EE.UU. tras el socavón artístico dejado por la pandemia. Durante una semana, ha presentado 'Carmen', una de sus apuestas seguras, en el Joyce Theater del barrio de Chelsea. «Queríamos traer algo sólido», dice sobre la versión de Johan Inger , que la CND estrenó en 2015.

El viaje no ha estado libre de las agitaciones de la pandemia. El estreno previsto para el pasado día 12, se tuvo que suspender porque parte del equipo de la producción no había llegado por los problemas en el transporte internacional. El traspiés no evitó que la compañía realizara el resto de funciones, hasta el pasado domingo, con una gran acogida del público cada noche.

Una satisfacción para De Luz. «Siento que esta es mi casa, más que España», dice sobre Nueva York. Llegó por aquí a finales de los 90, después de formarse en España con Víctor Ullate y tras un breve paso por el Ballet de Pensilvania. «Era una ciudad electrizante, una explosión de sentidos, de restaurantes, de conceptos, de teatro…», recuerda. Pero también una vida muy dura en ballets de exigencia máxima. Una dureza que él abrazó y que considera la llave de cualquier éxito. «Yo siempre he sido un enamorado de la escalada, no de la cima. Me gusta estar en el estudio, machacarme en el gimnasio», dice. Es una ética de trabajo que se pierde, lamenta.

«Vivimos en una pandemia de buscar el atajo», dice sobre las nuevas generaciones. De Luz utiliza referencias deportivas con gusto -«un bailarín tiene que estar fuerte pero no tener las piernas de un 'running back' de fútbol americano», «los convenios de la danza en España son de la época de Naranjito»-, también para discutir la cultura del esfuerzo a través del tenis. Habla, claro, de Rafael Nadal , y de su tío y ex entrenador, Toni Nadal , con el que ha trabado amistad. Recuerda un partido en 2007 en el que el de Manacor destrozó a Dimitrov en tres sets: «Después le vi pedir a su tío que le reservara una pista, que no había quedado contento con su 'drive'. Eso es lo que hace la diferencia, también en la danza».

Su regreso a España como director artístico ha supuesto un choque en muchos sentidos. Frente al dinamismo y la agilidad de Nueva York, un panorama cultural público en España que se mueve con pesadez. «Es disfuncional y lento. No abren la veda al dinero privado. La ley de mecenazgo debe de estar perdida en algún cajón», critica. También es un sistema funcionarial en el que el hay riesgo de acomodarse. «Se traduce un poco en mis bailarines», lamenta. «Un artista no se puede acomodar nunca».

De Luz exige una mayor atención por la danza en España, que tiene tirón de público pero necesita un teatro propio. «En mi opinión, debería ser el Real», dice. Aunque no sea su sede, por el gran teatro madrileño pasará pronto la Compañía Nacional de Danza con 'Giselle', la adaptación de De Luz del clásico.

La posibilidad ha llegado entre las turbulencias de la guerra en Ucrania, que ha supuesto la suspensión de la actuación del ballet Bolshoi de Moscú . «Están pagando justos por pecadores», dice el bailarín sobre la cancelación de muchos artistas rusos, incluso aquellos que no se han posicionado sobre la invasión. «Pero en el caso del Bolshoi, lo veo justificado», dice sobre una institución que se ha convertido en un brazo artístico de Vladímir Putin .

Lo que De Luz no echará de menos de Nueva York es el creciente clima de corrección política, menos presente, de momento, en España. «Si vas al teatro a ofenderte, quédate en casa», defiende. «Está de moda ser víctima».

También han llegado con menos fuerza la ola del 'MeToo' -el movimiento contra el abuso o acoso a mujeres- y de enfrentamiento identitario. «En mis últimos años aquí, fue muy 'heavy'», dice sobre 'MeToo'. «Caminaba por el teatro y me preguntaba cuál sería el día en el que me acusarían de algo sin haber hecho nada».

La calidad y la meritocracia deben regir en las instituciones artísticas, asegura, y en EE.UU., para puestos como el que él tiene ahora, se está perdiendo: «Si eres heterosexual y hombre, no te contratan».

En España, de momento, no ha tenido ningún problema de libertad en sus casi tres años en el CND: «En ningún momento se me ha puesto un guión».