Isabel Allende: «Ya es hora de que los carcamales se vayan a casa en Chile»

La autora viva en español más leída del mundo, con 75 millones de ejemplares vendidos en 42 idiomas, presenta en esta ocasión la historia de una mujer cuya vida empieza y termina con una pandemia: Violeta nace en 1920, durante la gripe española, y fallece en 2020, en plena ola de coronavirus. Aislada por el contagio, Violeta cuenta su vida a su nieto, a la vez que describe los años de un mundo convulso y agitado. A mitad de camino entre el diario y el género epistolar, Allende insiste en que a esta historia la sostienen «las relaciones humanas».

«Comencé a escribir esta novela el 8 de enero de 2020. Cuando eso sucedió, pensé que sería poético colocar la historia entre las dos pandemias. Ahora que vivimos bajo el Covid-19, podemos imaginar fácilmente lo que fue la pandemia de influenza hace un siglo», comenta la autora chilena en la presentación virtual de una novela que atraviesa el XX, uno de los siglos más convulsos .

A lo largo de las páginas de esta novela, Violeta, su protagonista, rememora desengaños amorosos y romances apasionados, momentos de pobreza y también de prosperidad, duelos y alegrías de una vida moldeada por los grandes sucesos de la historia: desde el crack del 29 a la lucha por los derechos de la mujer, el auge y la caída de tiranos de las dictaduras latinoamericanas y, en última instancia, no una, sino dos pandemias que sitúan la intensa vida de Violeta.

Isabel Allende cumple este verano 80 años y celebra cuarenta desde que publicó su primera novela, ‘ La casa de los espíritus ’. ‘Violeta’, su libro número veintiséis, hace las veces de balance y recorrido, incluso de un ejercicio autobiográfico. La mujer que narra la historia de los últimos cien años protagoniza episodios en los que se pueden apreciar evidentes ecos de la vida de la propia Isabel Allende, quien niega que sea del todo autobiográfica.

«Hay cosas de mi madre en este libro. La voz de Violeta es la voz irónica e inteligente de mi madre. Hay cosas mías, claro. Hay aspectos de mi vida en la novela, pero es por el tiempo y el lugar que Violeta y yo compartimos: el siglo XX en América Latina», explica. ‘Violeta’ es una novela inspirada en hechos y personajes reales, aunque la acción no tiene una localización concreta. «En ningún momento se menciona Chile. Lo preferí así. Me da más libertad. Hice lo mismo en ‘La casa de los espíritus’. Esas historias podrían haber sucedido en casi cualquier país de América Latina, que tienen mucho en común y una historia muy parecida». Al ser preguntada por una sociedad que se repliega ante el avance de la enfermedad y en la que la polarización copa cualquier debate político y cultural, la escritora evita aportar una lectura pesimista: « Ningún tiempo pasado fue mejor . El mundo evoluciona y avanza. Hay una generación joven que ya no cree en las instituciones, que está hasta arriba de la situación del planeta y de la sociedad patriarcal».

Convencida de que su compromiso literario es inseparable de la justicia, la igualdad y la inclusión, considera su labor como feminista parte esencial de sus novelas, así como en la fundación que dirige. «He seguido muy de cerca las etapas del feminismo y estoy encantada con esta ola de mujeres jóvenes que hacen cosas . Eso se va incorporando en lo que escribo y en mi propia vida. En estos 40 años no me he quedado pegada en una sola idea de la mujer».

La situación actual que vive Chile es el mejor ejemplo de progreso, afirma tajante. «Me gustan los cambios de este nuevo gobierno de mi país. La ministra de Defensa es nieta de Allende, y tendrá que entenderse con las fuerzas armadas y no nos olvidemos del papel que han tenido en la historia de Chile. Estoy encantada con el gabinete de Boric : hay 14 mujeres. Ya es hora de que los viejos carcamales en Chile se vayan a su casa».

Renuente a la reescritura de la historia o el derribo de estatuas, insiste en que no tiene sentido « la cancelación o la censura ». Por eso rechaza de plano que haya que dejar de leer o renegar de Pablo Neruda por el episodio de la violación que el propio premio Nobel de Literatura describió en sus memorias: «Hay que separar el hombre de la obra».