Hallan en Lérida un tablero de juego romano del siglo II a.C.

Es la 'tabula lusoria' más antigua descubierta en una fortificación romana en Hispania. Los soldados acantonados en Puig Castellar de Biosca se divertían con el juego de los mercenarios

La tabula lusoria con el trazado resaltado para facilitar su visión Equipo Puig Castellar

Si el sol no hubiera entrado rasante por las mañanas en aquella estancia del castellum de Puig Castellar de Biosca, en Lérida (Cataluña), tal vez los arqueólogos que excavaban esta fortificación romana del siglo II a.C. no se hubieran percatado de que esa pesada ... losa encajada en el pavimento era en realidad un tablero de juego donde los soldados debieron de matar las horas de aburrimiento, apostándose los denarios. «Aquí hay algo grabado» , advirtió uno de los estudiantes del equipo a Esther Rodrigo Requena y Núria Romaní Sala y las profesoras de la Universidad Autónoma de Barcelona comprobaron que se hallaban ante uno de los primeros ejemplos bien datados de una 'tabula luisoria' en la Península Ibérica. Entonces no lo sabían con certeza, pero tras su estudio posterior, publicado recientemente en el Archivo Español de Arqueología , aseguran que «esta 'tabula lusoria' constituye el testimonio más antiguo de la práctica de juegos de mesa , y en concreto del juego del 'ludus latronculorum', en un contexto militar romano hispánico ».

«La gracia que tiene este tablero es que lo encontramos en un fuerte del primer momento de la conquista romana , poco después del final de la Segunda Guerra Púnica», explica Esther Rodrigo. Los tableros encontrados hasta ahora en campamentos romanos, como los hallados en Cidadela (Sobrado dos Monxes, La Coruña), Aquis Querquennis (Porto Quintela, Orense) o los de Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), eran de cronología imperial, más tardía, o en otros casos más cercanos en el tiempo, o no habían podido datarse con seguridad al estar tirados entre materiales de relleno en un silo, grabados en muros o suelos en fechas difíciles de determinar o reaprovechados en alguna construcción. En muchos casos, además, solo se habían logrado recuperar fragmentos. La retícula de Puig Castellar de Biosca, sin embargo, está completa, aunque partida en dos, y ha permanecido todo este tiempo en su emplazamiento original, en uno de los barracones de esa fortificación que fue ocupada entre el 180 y el 120 a.C.

Vista general del yacimiento Equipo Puig Castellar

El tablero se encontró colocado sobre el pavimento de tierra de una de las habitaciones, próximo a dos puntos donde en su día ardían un par de hogares. «Pensamos que era una sala compartida , un sitio de reunión, y la piedra estaba casi en el medio», apunta Núria Romaní. El damero no se había grabado directamente sobre la losa, sino que previamente se había dispuesto una especie de lechada blanca para poder realizar las incisiones con mayor facilidad.

El juego de los mercenarios

Según las investigadoras de la UAB, esta retícula cuadrangular de 11 por 16 casillas fue utilizada por los soldados para jugar al ' ludus latrunculorum' o juego de los mercenarios , muy popular entre los romanos. Por diversas fuentes escritas y por hallazgos arqueológicos se sabe que éstos eran muy aficionados a todo tipo de juegos y, sobre todo, a cualquiera en el que se pudiera apostar. A finales de la República se llegaron a promulgar leyes que prohibían los juegos de azar y las apuestas, para tratar de contener las pasiones que desataban. Sin embargo, el 'ludus latrunculorum', al tratarse de un juego de estrategia y táctica militar en el que, en principio, no se apostaba y que además tenía cierto prestigio entre los mejores jugadores, debió de quedar exento de estas prohibiciones.

Vista aérea en detalle de las estancias del barracón con el lugar de aparición de la tabula lusoria Equipo Puig Castellar

«No se conoce la dinámica del juego de forma precisa, pero por citas de diferentes autores clásicos intuimos que habría diferentes piezas que tendrían distintos movimientos para reducir al contrario», explica Esther Rodrigo. Como en el ajedrez, dos jugadores se enfrentaban con sendos ejércitos en una batalla simulada sobre el tablero. «Se erigía como ganador el que conseguía mantener un mayor número de piezas sin capturar en juego. La estrategia consistiría en intentar acorralar, inmovilizar y capturar las fichas del contrincante hasta conseguir su rendición», explican las investigadoras.

En el siglo XIX y principios del XX se llegó a pensar que el ajedrez era una derivación de este juego de los mercenarios, por las similitudes entre ellos, pero actualmente los expertos descartan esa relación directa. «El 'ludus latrunculorum' se pierde en el siglo V d.C.», apunta Rodrigo. Por entonces se documenta al menos la última mención en un texto, aunque es posible que el juego perdurara algo más.

Detalle del ámbito C7 con la tabula lusoria in situ y las estructuras de combustión delimitadas en color rojo Equipo Puig Castellar

El tablero hallado en Lérida tiene más casillas de las habituales. Sin embargo, no es el único que supera los trazados reticulares más frecuentes de 8 por 8, 7 por 8, 9 por 10, o 12 por 12. En 2006 se halló entre el rico ajuar de la tumba de un caudillo germano enrolado como 'foederatus' (o aliado) de las tropas romanas una 'tabula' de madera de 17 por 18 casillas, con sus fichas de diferentes colores.

En el 'castellum' de Puig Castellar de Biosca no se ha encontrado ninguna ficha. Las profesoras de la UAB creen que los soldados se las llevaron consigo cuando abandonaron intencionadamente la fortificación tras la fundación de la ciudad de 'Iesso', en Guissona, a solo 6 kilómetros. «Se llevaron todos los útiles que podían reaprovechar y todos los enseres. También estos objetos de uso cotidiano como las fichas. Todas las habitaciones están vacías. Solo encontramos lo que se dejaron porque no se lo quisieron llevar», explican. Tal vez tenían otros tableros de madera, como los que se han descubierto en Vindolanda, más fáciles de transportar. Aquella losa pesaba demasiado y se quedó en su sitio, como testimonio para el futuro de tantos ratos de ocio. «Te puedes imaginar a los soldados en el momento en que descansan de su guardia y se entretienen al lado del fuego, bebiendo un poco, comiendo y jugando», describen Rodrigo y Romaní.

Soldados venidos de Italia

Además de hacer volar la imaginación de las arqueólogas a esos momentos de esparcimiento de las tropas romanas en ese territorio por entonces pacificado, el tablero les indica que en el contingente militar había soldados que llegaron de Italia, con sus costumbres y sus distracciones. « En el mundo ibérico no era conocido ese juego . Es una evidencia de esa mezcla que se está produciendo en ese momento entre el mundo indígena y este mundo itálico que está comenzando a penetrar en la Península ibérica», subrayan las arqueólogas.

Planta general del castellum. Enmarcadas en rojo, el conjunto de estancias adosadas a la muralla, donde se localizó la tabula lusoria Equipo Puig Castellar

Ya en la arquitectura del edificio que ocupa la parte central del enclave militar, el equipo de investigación de la UAB que lleva estudiando este yacimiento desde 2011 había constatado que no era ibérico. «Es un edificio modular con base itálica, de arquitectura y métrica itálica . Además, existen técnicas de revestimiento interno, de pavimentación y seguramente de decoración de las paredes, de su pintura mural, también de tipo itálico», señala Romaní.

Los arqueólogos han estudiado este edificio de comandancia, así como algunos de los barracones que se situaban junto a la muralla de este 'castellum' de 1,6 hectáreas. Cuando comenzaron las excavaciones creían que iban a encontrar un yacimiento ibérico y, en cambio, se toparon con « uno de los primeros enclaves militares estables que podemos situar en Hispania en el momento inicial de la conquista romana tras la II Guerra Púnica , ubicado en una de las vías de penetración hacia el valle del Ebro y la Celtiberia, escenario de los conflictos bélicos durante buena parte de este primer siglo de ocupación romana».

Propuesta de reconstrucción 3D del castellum Jordi Barriuso

Esther Rodrigo explica que «en este primer momento, desde el 180 hasta el 120 a.C., parece como si todo el conflicto se concentrara en el área de Numancia y que en esta zona del nordeste no pasara nada», pero este yacimiento muestra que además de Tarraco y Ampurias, los romanos establecieron en la zona una red de fortificaciones y asentamientos como puntos secundarios de control , antes de la formación de ciudades romanas. Estos enclaves no solo servirían para dominar los nuevos territorios incorporados a Roma, señalan las investigadoras, «sino también como un factor de aculturación y de introducción de las costumbres romanas entre las poblaciones indígenas » y «sin duda, la práctica de los juegos de azar y de estrategia formaría parte de estos 'mores romanorum' que pronto serán adoptados y convertidos en un elemento más del entretenimiento de las poblaciones asimiladas».

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