La generación 'baby boom', entre el Cinexin y el 'Un, dos, tres'
Siete millones de españoles recuerdan la muerte de Franco como un día que no hubo colegio. Son los que merendaban Nocilla mientras en la tele sonaba la sintonía de ‘Los Chiripitifláuticos’ y para ellos, la bici era algo así como la mayoría de edad. Un tiempo de club de fans y del ‘canalleo’ de los primeros cigarrillos
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Iniciar sesiónLos que nacieron en lo alto de 1965, y alrededores, resultan, quizá, la última generación que jugaba en la calle, despreocupadamente, una generación cuyas aulas olían a pegamento Imedio, mientras en el recreo se trapicheaban cromos de la liga de Johan Cruyff. Son la generación ... del ‘baby boom’, unas gentes que asistieron al prodigio del tránsito de la televisión en blanco y negro hacia la televisión en color, cuyas emisiones primeras vienen a fecharse en 1972, cuando los Juegos Olímpicos de entonces. Aquella televisión tenía dos canales, VHF, y UHF, y tenía a ratos dos rombos , que era, quizá, la única prohibición institucional del franquismo con la que tropezó esta generación que ahora preocupa, por sobredosis estadística, ante el futuro próximo de las pensiones.
La generación del ‘baby boom’ sobrepasa los siete millones de españoles. Son cincuentones, por abreviar, que un día de la celeste infancia merendaban Nocilla, mientras en la tele sonaba la sintonía de ‘Los chiripitifláuticos’, o bien ‘Un globo, dos globos, tres globos’. La televisión llegó entonces a ser un árbitro de los horarios familiares, porque fijaba la hora de marcharse a dormir para los más pequeños, y ajustaba en la noche una programación más bien para adultos, aunque el ‘Un, dos, tres’ de Chicho Ibáñez Serrador era un gran sarao familiar, en lo alto de los viernes. A la generación del ‘baby boom’ el erotismo venial, o tenue, le llegó a casa con la visita de las azafatas del ‘Un, dos, tres’, y el invierno les visitó la vida con una trenka para varios fríos. Eso, más unas botas katiuskas, que eran las que gozaban auge, por entonces.
De la generación del ‘baby boom’ son Butragueño, García Ferreras, Aitana Sánchez Gijón, Juan Echanove . Por ejemplo. Vienen a recordar el día que murió Franco como un día que no hubo colegio, y los lápices Alpino como una artesanía maravillosa de hacer los deberes en una época de series tituladas ‘Los Ángeles de Charlie’, o ‘Mazinger Z’. Yo creo que esta generación pudiera dividirse en quienes disfrutaron de chavales la bicicleta BH, que era el BMW de las bicis, o bien quienes tuvieron una ‘Torrot’, que era la hermana barrial, proletaria, y más barata de la anterior.
La bicicleta era el regalo máximo de Reyes , y había quien lograba una bicicleta de pudiente, y quien lograba una bici para ir tirando. La bici llegó a ser algo así como la mayoría de edad, antes de la mayoría de edad propiamente dicha. La gente del ‘baby boom’ suele tener en su biografía común un scalextric por navidades y un disco de Leif Garret en verano, que a veces era discotequero, o discotequero de bailar agarrado. Fue un tiempo de club de fans, con Bosé cantando ‘Linda’, y con Los Pecos cantando cualquier cosa azucarada.
Las aulas tenían encerado, y el encerado del aula era para los críos de entonces un patíbulo o un podio . Te sacaban los profesores al encerado y podías lucirte dando la lección de corrido o bien quedar fusilado de ignorancia, ante la clase atenta y justiciera.
De la generación del ‘baby boom’ son David Summers, Dolores de Cospedal, Lorenzo Silva o Icíar Bollain . Seguro que todos ellos recuerdan el estudio de la tabla periódica de los elementos, las declinaciones del latín, o la teoría de los conjuntos, entrando y saliendo del aula en romería de filas de rigurosa disciplina.
Generación de iconos
Son, ellos y otros, un censo generacional que acaso probó el pavor a las matemáticas, el canalleo de los primeros cigarrillos mentolados, los campamentos de agosto, los cancioneros de misa, y aquella jornada histórica en que los colegios se atrevieron, al fin, a ser mixtos , un día en lo más soleado de los días en que «las chicas nos trajeron los pechos», según me recuerda a veces Juan Echanove, desde la pícara nostalgia, quizá.
Acudían a la escuela en uniforme, hacían cuestaciones del Domund, y triunfaban o no triunfaban en la asignatura de Pretecnología , que es como se llamaba a los trabajos manuales. Las chicas probaban a prosperar en el cosido, y los chicos en el manejo de una sierra de espiga. Estamos ante una generación de iconos, y no tanto de banderas. Vienen todos de una época cuya infancia jugaba con los Madelman, o la Nancy, y mataba la tarde de monotonía con el ‘Exín Castillos’.
Luego sucedió la adolescencia de las juergas bajo los climas de Supertramp, y la canción 'La quiero a morir' de Francis Cabrel
Luego sucedió la adolescencia de videoclub, el sexo al fin en la cama , si los padres esa noche se habían marchado, las juergas bajo los climas de Supertramp, y la canción ‘La quiero a morir’, de Francis Cabrel, que fue un gran hit emocional de los corazones soñadores, frágiles y embelesados de entonces. En aquellos tiempos, sonaba desde algún patio un casette, y se soñaba una Vespino. Se fumaba mucho, porque el pitillo era una libertad, casi un ademán de rebeldes. .
Hubo quien llegó a tiempo de la objeción de conciencia para esquivar la mili aún obligatoria. Los del ‘baby boom’ han ido creciendo mientras también crecía la democracia . Vienen de una lírica del cinexín, y de una galantería de discoteca, donde Travolta fue un poeta.
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