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Elliott: «Ni la Historia de España se entiende sin Amércia, ni la de América sin España»

El gran historiador pronunció una conferencia sobre Felipe II y su política de Indias en la Casa de América

«Sin España no se entiende la historia de América, y sin América no puede comprenderse la historia de España». Con esta frase comenzó el historiador sir John Elliott la conferencia pronunciada ayer en la Casa de América de Madrid, una alocución prodigiosa en la que revisó los múltiples y complejos matices de la política filipina relacionada con el Nuevo Mundo a través de sus años de estudios y lecturas. «No es un tema de investigación», advirtió el historiador, «sino que me apoyaré en los trabajos de todos los colegas que han estudiado este aspecto de Felipe II».

«Tenemos tendencia a retratar a Felipe II como el presidente de una corporación internacional, similar a las de hoy -señaló Elliot-, pero esa descripción no es fidedigna porque los reyes de la época eran otra cosa: eran representantes de Dios en la Tierra». Entre las claves para comprender ese papel, destaca el decoro, el protocolo y la responsabilidad que conllevaba reinar tan vastos dominios. Entre ellos un mundo que nunca podría visitar, ni ver.

Por ello, Felipe II querrá siempre tener las más exactas descripciones y relaciones de lo que ocurre en sus dominios atlánticos. Destaca Elliott cómo el Rey Prudente -o no siempre prudente, a veces merecedor de ser llamado el Rey Imprudente, «algo en lo que estoy de acuerdo con Geoffrey Parker»- rechazó el título de Emperador de las Indias, en parte porque era su tío el emperador reconocido en Europa y el continente no podía albergar dos.

Dibujó Elliott el perfil del Rey como un hombre inseguro, un «Monarca a la defensiva» en un mundo muy desordenado, caótico. Y definió los dos grandes desafíos imperiosos de su reinado sobre las Indias. El primero fue la extracción de plata que permitiría a su reinado consolidarse y a él mantener el patrimonio heredado, o aumentarlo, pero que tuvo muchos problemas, incluidas las bancarrotas sufridas durante su época.

El segundo está en el origen de los viajes atlánticos y es el compromiso adquirido de evangelizar a los habitantes de las nuevas tierras. De la contradicción de tener que utilizar la mano de obra indígena y por la catástrofe demográfica que obligó a traer esclavos negros de África y la necesidad de darles educación cristiana como estaba comprometido en el origen del descubrimiento y en las bulas del Papa que otrorgaban las tierras a la Monarquía Católica con esa expresa condición.

Por eso la legislación trato de atajar los abusos de los encomenderos, pero provocaba de inmediato rebeliones de las clases criollas acomodadas. Un conflicto que Elliott analizó y que supone el roce entre las buenas intenciones del Monarca y las duras realidades del Nuevo Mundo.

En una conferencia llena de anécdotas, Elliot relató cómo funcionaba el correo, con cartas que se demoraban un año para llegar a la corte, y cómo era imposible gobernar con ese retraso en las noticias. De ahí la necesidad de Felipe II de recibir relaciones y descripciones, atlas y mapas capaces de permitirle imaginar sus dominios más lejanos.

Su solución fue una burocracia eficaz y honesta, una justicia que sembró la idea de que el Rey era una última instancia siempre dispuesta a escuchar, arcano popular firmemente arraigado que duró hasta la época de las emancipaciones. Pero entre tanto la religión empujó también a Felipe II a decisiones y empresas que no dejaron de aumentar el número de enemigos externos del un reino concebido como poderoso en exceso, sobre todo tras la unión de las Coronas española y portuguesa.

Tras la victoria en Lepanto, todo el esfuerzo militar pasa al Atlántico. Se formula la mejor manera de defender los convoys de las Flotas de Indias y el cada vez mayor atrevimiento de los enemigos hace que la lucha contra el imperio otomano musulman se cambie por la represión de los protestantes en América, además de en los Países Bajos. Méndez de Avilés expulsa brutalmente en 1565 a los primeros colonos en Florida. Eso le hace llevar la Inquisición a México y a Lima.

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