Doble homenaje de la Fundación Mapfre a González-Ruano en su centenario
«A vueltas con la pintura» es un recorrido por el arte del siglo XX en España con el prolífico e inclasificable César González-Ruano como hilo conductor
MADRID. La historia de la Fundación Mapfre está estrecha e indisolublemente ligada (como los matrimonios bien avenidos) con la figura de César González-Ruano. Un maridaje que dura ya varias décadas. Concretamente, desde que Mapfre decidiera comprar el edificio donde estuvo el Café Teide de ... Madrid, en el que el periodista escribió muchos de sus últimos artículos. En su memoria, se creó, en 1975, un premio periodístico con su nombre. Todo aquello fue el germen de la fundación cultural de esta institución, que dirige Pablo Jiménez. Con el tiempo, su vinculación con González-Ruano, lejos de disminuir, ha seguido creciendo. Prueba de ello es la reedición de muchos de sus libros; la publicación, en dos volúmenes, de una amplia recopilación de su obra periodística, a cargo de Miguel Pardeza, y una exposición que recrea el mundo de la pintura que envolvió a este gran creador. Ésta y el segundo tomo de los artículos periodísticos (correspondientes a los años 1943-65) fueron presentados ayer, coincidiendo con el centenario del nacimiento de este prolífico personaje.
De la efervescencia a la melancolía
«A vueltas con la pintura», artículo de González-Ruano sobre Chagall, da pie al título de esta exposición, comisariada por Pablo Jiménez, que reúne 42 óleos, 20 esculturas, 60 dibujos y una veintena de grabados de los más destacados artistas de la época, y que se completa con un conjunto de libros y revistas. Aclara el director de la Fundación Mapfre, cuyo padre fue albacea literario de Ruano, que éste no fue nunca crítico de arte, pero «toda su vida estuvo a vueltas con la pintura». El objetivo de esta exposición es rescatar al César más moderno, cuya biografía ha corrido paralela, y en sintonía, con el arte de vanguardia del siglo XX. Como aclara Pablo Jiménez, los años 20 fueron de gran alegría y efervescencia de la modernidad (y así se refleja en la obra de Ruano), pero aquel entusiasmo se desvaneció en los 40, dando paso a la melancolía y la desesperación, a una vanguardia descreída, que había perdido la fe. Se refleja perfectamente en el lienzo «Redes y revólver», de Oscar Domínguez, un revólver pintado en 1944 por un suicida.
Además de Domínguez, otros muchos de los artistas presentes en la muestra fueron amigos de González-Ruano. Es el caso de Cocteau, Celso Lagar, Ismael de la Serna, Viola, Dalí... A este último lo conoció tarde. Tras entrevistarle, espetó: «Es como yo, pero con muchísimo más talento». Ciertamente, ambos supieron crear un personaje que estuvo a la altura de su propia obra. Con otro de los grandes, Picasso -también presente con unos dibujos infantiles publicados en la revista «La main à plume»-, no hubo demasiado «feeling». A Ruano no le gustaba el personaje (decía que iba con mujeres feas y que era un ordinario), pero reconocía que era uno de los grandes artistas del siglo XX.
La muestra se abre con el emblemático cuadro de Sáenz de Tejada, «Pim pam pum» (del Reina Sofía), y se cierra con un «Apéndice sentimental». Un extenso poema publicado en 1925 por Ruano, así como su libro «Vía Áurea», de 1944 (el único suyo ilustrado por artistas) adquieren también protagonismo en esta exposición, en la que, además de los citados, se dan cita Barradas, Norah Borges, Grau Sala, Bores, Apel.les Fenosa y Mateo Hernández, entre otros.
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