Destapan en Almería una ciudad medieval que quedó encapsulada por un terremoto
Arqueólogos de la Universidad de Granada han realizado una primera campaña de excavaciones en el cerro del Espíritu Santo, donde se erguía la antigua Vera
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El 9 de noviembre de 1518 amaneció como un martes cualquiera en la antigua ciudad medieval de Bayra (Vera, Almería), pero a las once de la noche la tierra tembló con tal fuerza en el cerro del Espíritu Santo que arrebató la ... vida de sus calles para siempre. Ni el alcaide Francisco de Godoy y su familia pudieron salvarse antes de que la alcazaba se viniera abajo. El alcalde mayor Íñigo de Guevara, obligado a asumir el mando, relataría al rey Carlos I que entre el 40 y el 50 por ciento de la población murió en el terremoto.
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Tal vez exagerara las dimensiones del desastre con el fin de recabar la compasión y la ayuda del monarca para reconstruir la urbe , por entonces la más importante hasta Baza y Almería, por un lado, y por el otro hasta Lorca, con la que mantuvo pleitos por el control del territorio. Aunque hay estimaciones que llegan a cifrar en 4.000 los habitantes de la localidad, se desconoce la población que vivía en aquellos primeros años del siglo XVI. Un romance, posiblemente más ajustado a la realidad, habla de que se lloraron 150 muertes de toda edad y condición.
Solo un antiguo aljibe que había sido convertido en la capilla del Santísimo Sacramento se mantuvo en pie tras el seísmo. Carlos I escribió al Papa León X para que este hecho fuera considerado un milagro y se aprobara así un jubileo a quienes aportaran dinero para levantar la nueva ciudad. Habían pasado tres décadas de la conquista cristiana. La urbe ya no se encontraba en un contexto de frontera y no requería de las defensas de la antigua Bayra. La nueva Vera se edificaría en el llano, donde la vida resultaba más fácil.
En el escarpado cerro y sus alrededores yace desde entonces la antigua Bayra, encapsulada en el tiempo desde aquel trágico terremoto. «Tenemos una foto fija de la destrucción de aquel invierno de 1518, como si pudiésemos asomarnos a una ventana y ver cómo quedó ese asentamiento medieval tras el terremoto. La ciudad está prácticamente intacta », explica el arqueólogo Moisés Alonso Valladares. A iniciativa del Ayuntamiento de Vera, que proyecta recuperar su pasado con un parque arqueológico, el equipo del Grupo de Investigación PRINMA (Producción, Intercambio y Materialidad) de la Universidad de Granada que dirige el profesor Alberto García Porras, realizó el pasado verano una primera campaña en el cerro del Espíritu Santo, coordinada por ambos investigadores.
«Ha sido la primera excavación arqueológica en un yacimiento de gran importancia, pero que apenas se había estudiado hasta la fecha. Al haber sido destruido por un terremoto, en la excavación hemos podido recuperar los niveles del catastrófico suceso, localizando en algunos casos el material in situ fruto de la devastación provocada por el seísmo. Esta circunstancia nos permite conocer cómo vivían sus habitantes a comienzos de la Edad Moderna, justo tras la conquista cristiana», explica Valladares.
En sus primeros cinco sondeos han obtenido «muy buenos» resultados, según el arqueólogo, ya que han recuperado «estancias de algunas viviendas, algunos muros que superaban los 2 metros de altura, la entrada original de la alcazaba, restos significativos del ajuar doméstico (cerámica, vidrio, yeserías, etc.)...»
La vida cotidiana tras la conquista
«Estamos intentando evaluar en qué medida hubo un cambio poblacional tras la conquista», continúa el director de las excavaciones. Han hallado cerámicas de tradición nazarí, pero también de tradición cristiana y quieren averiguar qué pasó en la ciudad tras la toma militar, si ambos grupos humanos convivieron y en qué medida se fue imponiendo la realidad castellana sobre la población andalusí.
Entre los restos han encontrado además cerámicas de importación italianas, valencianas y sevillanas que revelan el comercio de esta ciudad a media y larga distancia a través del Mediterráneo. Destacan piezas de preciada 'loza dorada', cuya producción a mayor escala estaba en esos momentos en manos de los valencianos.
Los arqueólogos han descubierto la entrada a la alcazaba, que por sus cálculos era de pequeño tamaño, no llegaba a los 400 metros cuadrados. Tenía dos torres y un aljibe. Por algunas estructuras previas localizadas, creen que en un primer momento, en torno a los siglos IX y X, contó con una única torre y dos de estos depósitos de agua, pero en los siguientes siglos XI y XII se eliminó el aljibe de menor tamaño y se añadió la segunda torre. Cuando Murcia cayó en manos castellanas, se refortificó el perímetro de la alcazaba con una especie de anillo que la bordeaba, con una entrada en recodo para dificultar su acceso. También han podido documentar algunas modificaciones realizadas en época cristiana para convertir la fortaleza en un espacio residencial.
Aún no han llegado a localizar la mezquita, que posiblemente se reutilizara como iglesia, ni el zoco o mercado, ni la necrópolis donde sepultaron a las víctimas del seísmo. Hasta el momento no han hallado restos humanos entre los escombros, aunque dada la magnitud del seísmo no lo descartan en un futuro. Queda mucho por descubrir en Bayra . Ni siquiera se conocen las dimensiones que llegó a tener. Junto a las murallas medievales que delimitan este yacimiento considerado Bien de Interés Cultural (BIC), han documentado casas en buenas condiciones y también en puntos alejados del cerro han encontrado evidencias de ocupación. No descartan que esta ciudad, cuyo primer alcalde cristiano fue el padre de Garcilaso de la Vega, ocupara un espacio mayor de lo que se pensaba y se extendiese hasta los límites de la moderna Vera.
Con el respaldo «claro y decidido» del Ayuntamiento y el apoyo entusiasta de los estudiantes de arqueología de la Universidad de Granada , el equipo de la UGR quiere volver a excavar en mayo. Mientras tanto, continúan con los estudios de las piezas desenterradas en verano y con la búsqueda en archivos de escritos con información hasta ahora no identificada sobre Vera.
«Gran parte de la documentación andalusí se ha perdido», se lamenta Valladares. La que se conserva en árabe del siglo XVI requiere del conocimiento de especialistas para su lectura. Hay que sumar esfuerzos desde distintas disciplinas para reconstruir la memoria de la antigua ciudad medieval de Vera, tras tantos siglos en el olvido.
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