La barbitúrica de la semana
La débil mental
El desgarro de las ficciones de Harwicz no se corresponde «con el clima de la época»
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Iniciar sesiónLa escritora argentina Ariana Harwicz compartió en Twitter el siguiente comentario: «La traductora de ‘La débil mental’ me pide poner comillas cuando el personaje se dice, a sí misma, retrasada mental». «Dice que en su idioma es ofensivo , en el mío también, ... le digo. Por eso propongo cubrirnos con comillas. Eso equivaldría a usar prótesis morales o comillas policíacas».
No es la primera vez que Harwicz enfrenta un episodio de este tipo. La intensidad de sus ficciones y del lenguaje que utiliza no se corresponde «con el clima de la época» le han dicho algunos editores de Estados Unidos. Les parece, atenta y ofende la sensibilidad . La crítica señala los libros de Harcwiz como un desgarro. Y lo son. Por eso han de molestar e intimidar: por bellos y terribles.
He aquí un ejemplo. «Cómo es posible este deseo repetitivo, molesto, el primo idiota de la familia que viene a interrumpir los desayunos al sol con medialunas con membrillo y termina tirándose por el balcón. El primo profundamente retardado que se toca la nariz, diciendo, nariz. Este deseo epiléptico, este deseo deforme, un discapacitado deseante y baboso al que hay que levantar entre dos y cargar como una carreta para poder coger sobre el colchón blando. Y sin embargo no tiene otra cosa que hacer que cogerme, que desearme desde su silla», escribe en ’La débil mental’.
Cuando J.M. Coetzee describe a un niño que mata a un pato a pedradas –en Coetzee la violencia animal siempre importa, siempre dice algo más– o a un hombre que estrangula a una hermosa mujer, empujado por el deseo insatisfecho de no poseerla del todo, describe pulsiones que empujan a los hombres y mujeres, al ser humano. Cuando Patricia Highsmith escribió sus ‘Cuentos misóginos’ y retrató en sus páginas a esas mujeres trastornadas, no lo hizo para estigmatizarlas, tampoco para salvarlas. Sólo para contarlas. Hay autores que irrumpen como los vinagres: para hacer que escuezan las heridas , incluso aquellas de las que no teníamos conciencia. La vida hiede, mancha, pringa. Es mostrenca e imperfecta. Y aunque al mundo le ofenda, no por llamar afroamericana a la noche dejará de ser negra .
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