ABC CULTURAL / LIBROS
Hemingway a debate
La leyenda de Hemingway sigue creciendo. Pero ¿qué pesa más en la fama del escritor norteamericano, el mito o su obra? Cinco escritores de primera fila responden a la pregunta

En su última película, Midnight in Paris, Woody Allen hace entrar en escena a Ernest Hemingway y lo representa como un hombre aventurero y fanfarrón, vividor y bebedor, que consigue que la elegante y sensual Adriana haga una escapada con él a África: es decir, Allen reproduce el mito. El mito, una vez construido, cobra vida propia, absolutamente independiente, y hace sus labores al margen de la realidad. Se permite ignorarla, magnificarla o tergiversarla.
Para actualizar al escritor muerto hace cincuenta años, a la persona y al personaje, estas páginas proponen el debate o la discusión, que implica una postura activa por parte de los discutidores. Como si de una conversación sobre el papel se tratara, Rodrigo Fresán , Justo Navarro , Juan Manuel de Prada , Luisgé Martín e Ignacio Martínez de Pisón vuelven a Hemingway.
¿Hemingway debe su fama más al mito que a la calidad de su obra?, ¿cómo influye lo extraliterario en su caso?
JUAN MANUEL DE PRADA: Yo soy anti Hemingway. Uno solamente es «anti» de aquello que considera. O sea, no soy alguien que dice que Hemingway es un botarate, o un escritor ínfimo o una bazofia. Yo considero que es un escritor que tiene dotes y que ha influido muchísimo. Influyó mucho en la literatura de su tiempo y en las generaciones posteriores, y yo creo que su influencia hoy es menor, aunque se le ha mantenido como un santón en el mausoleo de los grandes escritores. Su influencia como santón es mayor que su influencia estrictamente literaria .
JUSTO NAVARRO: El mito responde a la entidad de la obra de Hemingway, no al revés. Hay muchos veteranos de guerra, periodistas intrépidos, cazadores, buscadores de aventuras más o menos pagadas, pero escritores excepcionales hay pocos. Eso no niega que su personalidad exuberante, sumada a la calidad de su obra, lo hiciera famoso: fue también un pionero como escritor convertido en estrella de revistas ilustradas y noticiarios cinematográficos y televisivos .
LUISGÉ MARTÍN: Me parece indiscutible que Hemingway debe mucha de su fama a su biografía, a la construcción de una marca. Reúne todos los ingredientes para levantar a su alrededor una mitología: su literatura escrita con testosterona, su atracción por la violencia –la guerra, los toros–, su nomadismo viajero, su alcoholismo, su inestabilidad emocional, sus lances sentimentales y, por fin, su suicidio, hacen de él casi un prototipo novelesco. A mí el personaje me resulta ambivalente: a la antipatía que me despierta en general se superponen algunas querencias. Me enternece su debilidad de los últimos años, envuelta en la fanfarronería de siempre. Y envidio esa pasión ciega por la literatura, esa forma de respirar a través de su máquina de escribir .
IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN: Supo construirse un personaje, y jamás desaprovechó la oportunidad de hacerse fotos en safaris y trincheras. Pero, si tanto tiempo después seguimos leyendo sus relatos, no es por esas fotos sino porque sus historias siguen tan vivas como si estuvieran recién escritas. Ninguna antología del cuento contemporáneo podría permitirse ignorarle . Reducir la figura de Hemingway a su personaje público sería muy injusto.
RODRIGO FRESÁN: El problema de Hemingway es que en un momento se vuelve adicto a Hemingway, se convierte en su propia droga y muere de sobredosis , por decirlo de algún modo. La idea del suicidio como última gran ceremonia del macho, eliminarse cuando ya no está a la altura de la leyenda.
¿Es Hemingway un escritor actual?
R. F.: Relatos como La breve vida feliz de Francis Macomber, o Las nieves del Kilimanjaro, Los asesinos… son cuentos que están ahí parados, que no se van a sentar nunca . El problema es lo que ha hecho mucha gente con ese tipo de relato. Por ejemplo, a mí Raymond Carver, que podría ser un continuador de la línea hemingwayiana, me parece que es un retroceso, más que un progreso.
L. M.: Aunque le he leído a veces con gusto, no siento ninguna herencia de Hemingway en mi literatura, ni la veo en la de mis contemporáneos. Me parece que de toda la Generación Perdida, Hemingway es el que menos huella real ha dejado . Seguirá siendo un autor muy leído, pero con poco rastro.
I. M. D. P.: Hemingway apeó el estilo literario de su pedestal y lo acercó a la oralidad . Escribir como se habla, que ahora nos parece lo natural, era insólito antes de Hemingway. Esa fue seguramente su mayor aportación, y muchos narradores actuales que no tienen a Hemingway entre sus referencias están directa o indirectamente influidos por él.
J. M. D. P.: Creo que ahora mismo Hemingway es un escritor muy «deificado», pero que su influencia es escasa . Siendo el mismo tipo de escritor, Pío Baroja es más actual que él. Baroja digamos que se contiene más en esa vocación de hombre de acción y la mira con temor y temblor, y eso lo hace más contemporáneo. Adiós a las armas resulta una literatura que se ha quedado un poco vieja.
J. N.: Creo que cambió el punto de referencia de muchos escritores, que pasaron de estar mirando a los académicos y a los críticos a atender el lenguaje de la calle; al mundo, más que la literatura embalsamada . Marcó, en realidad, una transformación radical, que partía de las tradiciones orales de la literatura, de escritores como Mark Twain, que leían su obra en salas abarrotadas y valoraban la reacción inmediata del auditorio. En ese sentido, Hemingway es muy actual, porque hoy también hay una urgencia por no romper la comunicación: que los usuarios de internet no se salgan de tu página, que te sigan leyendo, que no salten a otra ventana.
Al acercarse el final, a Hemingway le llegó la muerte de su propia mano, culminando de este modo el mito con ademán violento. Así terminan sus cuentos, abiertos, potentes y sonoros. Y, sobre estas líneas, queda el debate todavía vigente: ¿Sigue estando vivo?
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