De la cueva al museo: los hitos de una exposición que hizo historia
Un siglo después de la muestra que acercó el arte prehistórico a los españoles, el MAN rinde homenaje a este esfuerzo divulgador con un recorrido que completamos junto a uno de sus comisarios
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Iniciar sesiónDe la impresión que produjo a los españoles en 1921 la primera muestra de arte rupestre dio fe en este periódico José María Salaverría . «Los organizadores de la Exposición Prehistórica se han propuesto perturbar las mentes de los visitantes , porque, para mayor ... gravedad, han expuesto unas reproducciones perfectamente exactas y al tamaño verdadero, que es casi el natural», escribió el periodista tras contemplar en el Palacio de Bibliotecas y Museos esas pinturas «de tan feliz coloración, de tan fino y exacto dibujo, de tal gracia, de tal estilo, y sobre todo de tanto espíritu, que la admiración nos hace sin remedio murmurar: "Esto no debiera estar en un Museo Arqueológico y entre hombres de ciencia, sino en el mismo Museo del Prado "».
Era la primera vez que se mostraba al público la grandeza de las pinturas rupestres de Altamira y el redactor de ABC, como tantos otros, quedó sobrecogido. Tras su inauguración, el rey Alfonso XIII posó junto a la infanta Doña Isabel y otras personalidades junto a una de las imágenes de grandes proporciones que hoy vuelve a lucir en el Museo Arqueológico Nacional (MAN).
Aquellas réplicas permanecieron expuestas hasta 1951, pero desde hace siete décadas nadie había vuelto a verlas. Hasta ahora. En ese mismo edificio, aunque no en su emplazamiento original sino en las salas de las exposiciones temporales del MAN, se pueden observar de nuevo junto a buena parte de los hallazgos que se dieron a conocer en 1921. La exposición de 'Arte prehistórico: de la roca al museo' , abierta desde el 9 de abril hasta el 31 de julio, rinde homenaje a aquella muestra que supuso un hito fundamental para el conocimiento y la difusión del arte rupestre.
Los bustos de Marcelino Sanz de Sautuola , el descubridor científico de Altamira, y del que fuera el más firme defensor de la autenticidad de la cueva, el catedrático Juan Vilanova y Piera , reciben a los que se adentran en este recorrido por el pasado y el presente del arte rupestre. A unos pocos metros, junto al corte estratigráfico de San Isidro, de Emilio Rotondo, el libro 'Antigüedades prehistóricas de Andalucía' de Manuel de Góngora, considerado por los estudiosos como la publicación fundamental de la Prehistoria española, comparte vitrina con la primera publicación de Sautuola , en la que dio a conocer la cueva, al año siguiente de su descubrimiento. En ella incluyó la famosa lámina del techo de Altamira que después se reproduciría en multitud de revistas y libros y que puede verse junto al libro, en el cuadro que pintó el francés Paul Ratier en 1880.
«Está realizado cuando Altamira todavía no tenía rebajado el suelo y no se podía estar de pie viendo las pinturas, y con una iluminación con carburo, casi como la habrían visto los prehistóricos», explica Eduardo Galán, uno de los tres comisarios de esta exposición organizada por el Ministerio de Cultura y Deporte y Acción Cultural Española (AC/E), con el apoyo de Bolsas y Mercados Españoles (BME) y la Asociación Cultural de Amigos y Protectores del MAN (ACAPMAN).
El cartel original que pintó Francisco Benítez Mellado para la muestra de 1921, así como los catálogos que se editaron para la ocasión y una de las entradas que se usó hace un siglo abren la puerta a la sala principal de la exposición.
De frente, los grandes animales que tanto llamaron la atención de Salaverría descienden ahora hasta la altura de los ojos. Más de uno evocará al verlos aquella marca de cigarrillos 'Bisonte' o recordará las postales que durante años vendió el Museo de Altamira. «Todos estos cuadros se hicieron para dar un poco contexto e imagen a lo esencial en la exposición, que era presentar los trabajos de estudio y documentación que durante 20 años investigadores franceses y españoles habían realizado en diferentes zonas, tanto en la cornisa cantábrica como en la zona mediterránea y en el sur de la Península Ibérica», señala el experto en Prehistoria del MAN.
Llegada del arte prehistórico al museo
La organización de la muestra consideró que el público lo entendería mejor con esas grandes representaciones en color. «Fue la primera vez que se presentaron al público las piezas de Altamira al tamaño real que tienen en el techo de la cueva y debió ser muy espectacular para la gente, que las conocía en blanco y negro y en pequeñas publicaciones», añade nuestro cicerone. Los dibujos originales fueron realizados en 1902 por el abate Henri Breuil , el gran pope del arte prehistórico en esta época. Uno de los libros expuestos muestra precisamente uno de los croquis que realizó el investigador francés y en los lienzos aún es posible distinguir la trama que empleó el pintor Benítez Mellado para adaptarlos a escala a su tamaño. «Era el dibujante de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas, la institución española que investigaba el arte rupestre, y no era un artista cualquiera, -destaca el comisario- era discípulo de Sorolla». Tras la exposición de 1921, los lienzos fueron regalados al museo. Su llegada supuso la entrada del arte prehistórico en el MAN .
Junto a ellos se exponen algunas de las primeras piezas que Sautuola encontró en la cueva de Altamira, como un húmero, posiblemente de un bisonte. Al año siguiente del descubrimiento, el naturalista y prehistoriador cántabro envió un lote al Museo Arqueológico Nacional y otro a Juan Vilanova. «Es un subtexto de la exposición. Con el paso del tiempo todas esas colecciones que eran de varios investigadores han ido llegando al MAN y ahora podemos reconstruir buena parte de lo que se expuso en 1921», explica Galán.
En las vitrinas, con un soporte de tramex que recuerda a las pasarelas metálicas de las grutas, también se encuentran materiales de otras cuevas del Cantábrico, como uno de los 33 omóplatos decorados de El Castillo , o la réplica de un bastón que se perdió en la Guerra Civil. Y aunque hace un siglo no se mostraron libros, ahora se pueden ver obras como la primera monografía en español sobre arte rupestre de Juan Cabré o el libro personal de Hugo Obermaier , «el primer catedrático de Prehistoria de la Universidad española y uno de los comisarios de la exposición del 21», apunta el organizador de esta muestra junto a Ruth Maicas y Juan Antonio Martos.
Haciendo un alto en el discurso, se han incluido algunas piezas excepcionales del museo que reflejan la diversidad y la calidad del arte prehistórico más allá de sus representaciones murales, como una de las pocas piezas de bulto redondo paleolíticas que se conservan en España, tallada en marfil de cetáceo, un canto rodado pintado, un vaso zoomorfo del Calcolítico, una delicada peineta de marfil de Los Millares o un espectacular torque de oro del final de la Edad del Bronce, con decoraciones geométricas.
Galán cruza la sala para mostrar a continuación el arte rupestre levantino , que se consideró a principios del siglo pasado como el más netamente ibérico y en el que centró sus investigaciones la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, la versión española del famoso Institut de Paleontologie Humaine que patrocinaba el príncipe Alberto I de Mónaco. Algunas de estas piezas, como los materiales que excavó Martín Almagro Basch en abrigos de Albarracín, no se conocían en 1921, cuando todavía se creía que los animales de las cuevas cantábricas y los frisos del arte levantino eran coetáneos. «En ellas se ve que esta industria no es exactamente igual que la del norte y las dataciones nos indican que es un arte posterior », explica el experto del MAN.
En el estudio del arte prehistórico levantino destacó la figura de Juan Cabré , que con el tiempo se convertiría en el primer arqueólogo profesional de España, el primero en vivir de la arqueología. Fue el descubridor en 1903 de las pinturas rupestres de la Roca dels Moros, en el barranco de Calapatá, en Cretas (Teruel). En la exposición se ve una muestra a tamaño real de estas pinturas que Cabré arrancó del lugar para protegerlas y cuyos originales se conservan en el Museo de Arqueología de Cataluña.
Es obra del propio Cabré, como también las grandes representaciones de Albarracín, otro de los núcleos que descubrió. La publicación de su investigación en 1915 daría lugar a su distanciamiento con el abate Breuil. «Estos son los dibujos que presentó a la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, con los que el marqués de Cerralbo quedó encantado. A partir de ese momento trabajaría con él», destaca durante la visita Magdalena Barril, exdirectora del Museo de Altamira.
En las vitrinas contiguas se han reunido varios tipos de ídolos prehistóricos hallados en enterramientos, como los prestados por Luis Siret para la exposición de 1921 y que ahora forman parte de las colecciones del MAN. Hay vasos decorados de la época e incluso un ajuar funerario, con gran variedad de materiales, desde la piedra al metal, pasando por el hueso o incluso por unos recortes de cráneo que probablemente tuvieron funciones simbólicas.
Algunos materiales ahora expuestos, como los procedentes de las excavaciones del marqués de Cerralbo , que fue presidente de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y mecenas de Juan Cabré, no se habían vuelto a mostrar desde 1921. Incluso se puede contemplar una hoz de dientes de sílex que se enseñó al público hace un siglo y es una de las primeras piezas de arqueología experimental , una rama de investigación hoy fundamental.
Al fondo, en una pantalla, algunas de las pinturas cobran vida por unos instantes, en un guiño que acerca al espectador de hoy a sus antecesores prehistóricos. La musealización ha cambiado mucho en un siglo.
«Exposiciones como ésta deben llamar la atención sobre la necesidad de defender, de conservar y de promocionar una visita responsable a estos sitios»
En la siguiente sala, el MAN exhibe algunas piezas originales que conserva y muestra cómo cambió la forma de exponer el arte rupestre en los años siguientes, cuando se optó por realizar réplicas inmersivas de las cuevas. El propio museo cuenta en su jardín con una de estas réplicas y enseña en la exposición el plano original y otros documentos de los años 60, así como los botes y pinceles que se utilizaron para recrear las pinturas con pigmentos naturales.
La última sección está formada por grandes fotografías de pinturas rupestres que crean una especie de refugio de este arte español que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. «Exposiciones como ésta deben llamar la atención sobre la necesidad de defender, de conservar y de promocionar una visita responsable a estos sitios, pero una visita controlada, porque si no, se favorece su destrucción», subraya Eduardo Galán.
Un calco de grandes proporciones despide a los visitantes. Está en proceso de restauración . «Es un último guiño a todo lo que ha significado ese trabajo importante y callado para conseguir que una exposición de prehistoria como ésta llegue al público en estas condiciones», subraya este comisario. Es precisamente el mismo lienzo ante el que se fotografiaron Alfonso XIII y La Chata en 1921 para la portada de ABC.
Magdalena Barril, que fue directora del Museo de Altamira, destaca al término de la visita que esta exposición «es a la vez una historia científica y una historia de la museología y una historia de la arqueología ».
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