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Cuando España dibujaba el mundo, joyas de la cartografía en una exposición del Museo Naval

«Dueños del mar, señores del muno» reúne hasta el 27 de marzo cartas y mapas únicos desde el siglo XIV a nuestros días

Portulano de Mateo Prunes (1563) ABC

JESÚS GARCÍA CALERO

La historia de cómo se exploró el mundo ha quedado plasmada en los mapas y buena parte de los más antiguos son de origen español. Para mostrar las joyas de la cartografía que guarda la Armada en sus archivos, el Museo Naval de Madrid acaba de inaugurar la muestra «Dueños del mar, señores del mundo», un recorrido por los mapas y cartas de navegación desde la edad media hasta nuestros días que dan cuenta de la aventura de una nación que dibujaba continentes a medida de avanzaba hacia horizontes siempre esquivos y de la continuidad de la marina cartográfica. Comisariada por José María Moreno Martínez , la exposición recorre la época de la Marina Aragonesa y los mapas portulanos, pasando por el Mar Tenebroso y la travesía hacia el nuevo continente, hasta la exploración del Pacífico en un relato que «demuestra que no ha habido mar que no navegaran los españoles desde los comienzos, porque nuestros marinos dibujaron el mundo».

Los portulanos plasmaron las primeras rutas y detalles decorativos sobre las tierras del mundo conocido para los pilotos que se aventuraban en el mar «familiar» del mediterráneo, pero la muestra no ha querido exponer los más conocidos. El de Juan de la Cosa permanece en la sala del Museo Naval en la que siempre ha estado. En su lugar se muestra el portulano de Mateo Prunes, de la escuela mallorquina, realizado en 1563, que enseña un mundo incompleto, como pronto Colón demostraría. «He elegido piezas de gran relevancia aunque no sean las más conocidas», dice Moreno Martín.

Rosa de los Vientos de 1375

La primera rosa de los vientos

Le acompaña un Atlas Náutico de 1375, en el que aparece, por primera vez, la rosa de los vientos, y la carta de Colón, publicada en Lisboa en 1490. «Me interesa de los mapas no solo su bella realización final, sino el antes y el después, y también el porqué» , refiere el comisario. Atravesar el Atlántico cierra una era de navegación y se muestra no solo un modelo de un barco de la época -una coca veneciana del siglo XIII-, sino el primer globo terráqueo del que tenemos noticia, el de Martín Behaim.

Con el descubrimiento y los viajes de Colón se abre una era diferente, la de la navegación astronómica . En el Mar Tenebroso no sirve la orientación que regía en el Mediterráneo, sus peligros no pueden esquivarse sino con cálculos científicos para representar en un punto concreto del globo la situación de los barcos. Portugal, bordeando África e inmediatamente España llegando a América tienen que inventar un sistema distinto, basado en instrumentos de medición astronómica. La Casa de la Contratación se convertirá en el centro neurálgico y secreto de los descubrimientos geográficos y astronómicos de los navegantes españoles.

Toda la información que iba llegando se guardaba por orden del Rey en un Padrón Real, un mapa por el que mataban los espías de las potencias del XVI enviados a Sevilla y que recogía detalles del mundo aún desconocido, cuyas costas fueron dibujándose rápidamente a medida que los barcos de la Armada los recorrían. Quedan muy pocos ejemplares en el mundo y en la muestra hay un facsímil del padrón de Juan Vespuccio (1526) -que tiene el Mar Rojo pintado de encarnado y cuyo original se conserva en la Hispanic Society of Ameríca-, y varios instrumentos originales, una ballestilla, un astrolabio y una ampolleta. Prueba del secreto que reinaba en torno a la Casa de la Contratación es el bello manuscrito del «Ytinerario de Navegación», de Juan Escalante de Mendoza (1575), que no pudo publicarse hasta casi un siglo después debido al veto real por los detalles que ofrecía sobre las rutas hacia América.

La mesa del cartógrafo cuenta la historia de un mapa

La llegada del siglo XVII supone el desarrollo de los descubrimientos científicos y la mejora de los instrumentos, como se aprecia en el bellísimo astrolabio de Michel Coignet, fabricado en Amberes en 1598. Será en Flandes donde la industria geográfica se desarrolle con más eficiencia, gracias a los datos de los navegantes que ya recorrían el mundo en nombre de la Corona española. Atlas de todo tamaño, desde el ricamente decorado al de bolsillo, incluido el que se llevaba en los barcos. Junto a las cartas aparecen instrumentos perfeccionados, el elipsógrafo, compases de distinta naturaleza, escalas.

Navegación científica

El siglo XVIII es el de los marinos científicos, como Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes participaron en la expedición a Quito para medir un grado de meridiano, una de las más hermosas aventuras de la ciencia y de la marina españolas. Gracias a ellos se avanzó en la medición de la longitud, el gran desafío desde el XVI que no se perfeccionaría hasta bien entrado el XIX. Se conservan instrumentos originales utilizados en aquel v iaje tan importante para la historia de España, así como las triangulaciones geodésicas del equipo dirigido por La Condamine. El cuadrante acimutal, el nivel geodésico y el octante se unen al mapa simbólico del mundo hispánico, con forma de mujer.

El siglo termina con las comisiones de límites que dan fin a las disputas con Portugal , nacidas del Tratado de Tordesilla y la exposición continúa con el esplendor cartográfico de la Marina Española en el XIX.

En cada época los mapas representaron el mundo conocido

La muestra del Naval no solo reúne joyas de la cartografía, sino relatos de contexto. Llama la atención la historia de un mapa, que recorre todos los pasos necesarios desde que un barco acude a medir un territorio hasta que el mapa se imprime, pasando por las matemáticas necesarias, el borrador y la imprenta. Además esos relatos incluyen las importantes misiones científicas de la Armada Española y sus realizaciones cartográficas como el Atlas Marítimo de Vicente Tofiño, así como técnicas como la litografía.

Finalmente la exposición alcanza los medios empleados hoy para la ejecución de cartas y mapas por el Instituto Hidrográfico creado en 1908, tras un siglo difícil que comienza para la Armada en Trafalgar y termina en la guerra de Cuba. Se expone la última carta realizada hasta la fecha, del puerto de Cartagena.

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